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Carl corrió a lo largo de innumerables carreteras estrechas y llenas de curvas, rezando porque estuviera viajando en la dirección correcta y con la esperanza de que pronto vería una señal de tráfico o cualquier otra indicación que le confirmase que había tomado el camino correcto. Tenía que llegar a la autopista que lo llevaría hacia el sudeste, atravesando la región y conduciéndolo casi directamente al corazón de Northwich, la ciudad que él, Emma y Michael habían tenido tantas ganas de abandonar sólo unos días antes.

Conducir a gran velocidad en la oscuridad era más duro y requería mucha más concentración de lo que había esperado, y el cansancio lo hacía aún más difícil. Se dio cuenta que le costaba habituarse a la motocicleta; habían pasado muchos años desde que montaba con regularidad e incluso entonces las motos a las que estaba acostumbrado ni se acercaban a la potencia de ésta. El estado de las carreteras hacía que el viaje fuera aún más complicado. Aunque libre de cualquier otro tráfico de vehículos, estaban llenas de forma totalmente aleatoria de montones de basura, restos retorcidos y oxidados de vehículos accidentados y restos humanos en descomposición. Además de los incontables obstáculos inmóviles, Carl era constantemente consciente de las siluetas imprecisas que arrastraban los pies a su alrededor. Aunque no le podían hacer ningún daño mientras viajase a esa velocidad, su terrible presencia era suficiente para distraerle y ponerle nervioso. Sabía que un resbalón era todo lo que necesitaban. Una falta de concentración y podría perder el control de la moto. Si ocurría eso, tendría sólo segundos para ponerse de nuevo a los mandos de la potente máquina antes de que lo rodeasen.

El faro de la motocicleta era lo suficientemente potente para iluminar una amplia zona del mundo devastado que estaba atravesando. A pesar de todo lo que había visto durante las últimas horas, días y semanas, algunas de las imágenes que pudo vislumbrar a través de la negrura le helaron la sangre. Al acercarse a un coche que se encontraba orientado hacia él, el conductor muerto levantó rápidamente la cabeza putrefacta y se lo quedó mirando. En la fracción de segundo que fue visible, supo que el cuerpo no había mirado a través de él, sino que lo había mirado directamente a él. En aquellos ojos apagados y sin vida había visto una falta total de emociones y, al mismo tiempo, un odio paradójico y salvaje. Visiones tan repugnantes y el hecho de saber que estaba completamente solo por primera vez desde que había empezado esa pesadilla, hacía que la noche fría y oscura pareciera aún más fría y oscura.

Miles y miles de cuerpos grotescos y desarrapados se volvían y tambaleaban de forma extraña hacia la fuente del sonido que rompía el pesado silencio. La mayoría de las veces eran demasiado lentos, y cuando finalmente llegaban a la carretera, Carl hacía rato que se había ido. Sin embargo, de vez en cuando, el destino y las circunstancias se combinaban para que alguna de las horribles criaturas se acercara a él peligrosamente. Muy pronto aprendió que la mejor forma de solucionarlo era sencillamente ir directo a ellos a la máxima velocidad con toda ferocidad. Los cascarones vacíos no ofrecían resistencia. La silueta desdibujada de una adolescente apareció en medio de la carretera y empezó a andar hacia la moto. En vez de perder tiempo y esfuerzo girando para evitarla, Carl aceleró la moto hasta colisionar directamente con el cuerpo. Su estado de descomposición era tal que el impacto la desintegró casi por completo.

Excepto por la luz de la moto, el mundo estaba sumergido en una oscuridad impenetrable. No había más iluminación que la procedente de la luna llena, que, de vez en cuando, se atrevía a aparecer por detrás de una espesa capa de nubes, que se movía con rapidez. La luz brillante que entonces se derramaba sobre el mundo era fría y cruel. Las sombras que proyectaba hacía que las visiones horribles que rodeaban a Carl parecieran incluso más insoportables.

No podía parar, ni siquiera durante un segundo. No tenía más alternativa que seguir adelante hasta llegar a la base de los supervivientes en Northwich. Nunca deberían haber abandonado la ciudad.