Tercer interludio

El Primer Orador contempló pensativamente el cielo nocturno. Nubes alargadas flotaban entre el débil fulgor de las estrellas. El espacio parecía activamente hostil. Era frío y terrible en sus mejores momentos, pero en aquellos instantes contenía a un extraño ser, el Mulo, y aquel contenido parecía oscurecerlo con su maligna amenaza.

La reunión había terminado. No había durado mucho. Se plantearon las dudas y preguntas inspiradas por el difícil problema matemático de tratar con un mutante mental de características inciertas. Debían ser consideradas todas las permutaciones extremas.

¿Estaban, aun así, en lo cierto? En alguna parte de aquella región del espacio, a una distancia accesible, teniendo en cuenta la densidad de los espacios galácticos, se encontraba el Mulo. ¿Qué se proponía hacer?

Era bastante fácil manejar a sus hombres. Estos reaccionaban —y estaban reaccionando— de acuerdo con el Plan.

Pero ¿qué haría el propio Mulo?