IX

Creo que, para su evasión, aprovechó una migración de pájaros silvestres. La mañana de la partida puso bien en orden su planeta. Deshollinó cuidadosamente los volcanes en actividad. Poseía dos volcanes en actividad. Era muy cómodo para calentar el desayuno de la mañana. Poseía también un volcán extinguido. Pero, como decía el principito: «¡No se sabe nunca!». Deshollinó, pues, igualmente el volcán extinguido. Si se deshollinan bien los volcanes, arden suave y regularmente, sin erupciones. Las erupciones volcánicas son como el fuego de las chimeneas. Evidentemente, en nuestra tierra, somos demasiado pequeños para deshollinar nuestros volcanes. Por eso nos causan tantos disgustos.

Deshollinó cuidadosamente los volcanes en actividad.

El principito arrancó también, con un poco de melancolía, los últimos brotes de baobabs. Creía que no iba a volver jamás. Pero todos estos trabajos cotidianos le parecieron extremadamente agradables esa mañana. Y cuando regó por última vez la flor, y se dispuso a ponerla al abrigo de su globo, descubrió que tenía deseos de llorar.

—Adiós —dijo a la flor.

Pero la flor no le contestó.

—Adiós —repitió.

La flor tosió. Pero no por el resfriado.

—He sido tonta —le dijo por fin—. Te pido perdón. Procura ser feliz.

Quedó sorprendido por la ausencia de reproches. Permaneció allí, desconcertado, con el globo en la mano. No comprendía esa calma mansedumbre.

—Sí, sí, te quiero —prosiguió la flor—. No has sabido nada, por mi culpa. No tiene importancia. Pero has sido tan tonto como yo. Procura ser feliz… Deja el globo en paz. Ya no lo quiero.

—Pero el viento…

—No estoy tan resfriada como para… El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor.

—Pero los animales…

—Es preciso que soporte dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas. ¡Parece que es tan hermoso! Si no, ¿quién habrá de visitarme? Tú estarás lejos. En cuanto a los animales grandes, no les temo. Tengo mis garras.

Y mostró ingenuamente sus cuatro espinas. Después agregó:

—No te detengas más, es molesto. Has decidido partir. Vete.

Pues no quería que la viese llorar. Era una flor tan orgullosa…