Notas

[1] Para los griegos, los números se representaban por letras de su propio alfabeto. De esta forma, el nombre de Jesús, en griego «IESOUS», adquiere el referido valor numérico de 888. (I=10. E = 8. S = 200. O = 70. U = 400 y S = 200.) Un número —888— que, reducido a un solo dígito, encierra también un profundo significado esotérico y kabalístico: el «6». Algún día tendré que detenerme a escribir sobre el «seis» y sus curiosas vinculaciones con mi propia vida. (N. del a.) <<

[2] Según textos extraídos del libro de Josué (15,25), esta «Ḥāṣōr la nueva» podría haber sido una ciudad del sur de Judá. Por su parte, Eusebio la ubica al este del territorio de Ascalón. Otros investigadores la asociaron con Yāsūr y con Ḥattā, aunque, como digo, su localización exacta resulta harto difícil. (N. del a.) <<

[3] El tell de Hazor o Ḥāṣōr, tras los iniciales sondeos de Gastang en 1927, fue meticulosamente excavado por el célebre arqueólogo judío Yigael Yadin (1955 a 1958). Hazor fue la ciudad-fortaleza más grande de Canaán y, durante largo tiempo, un centro comercial y político de primera magnitud. A finales del siglo XIII antes de Cristo contaba con una población aproximada de 40 000 almas. Según Yadin, aunque se sospecha que el tell pudo ser habitado hace unos cinco mil años, la arqueología sólo ha localizado un total de 21 estratos. El más antiguo, del período del Bronce Antiguo (II); es decir, de hace 2750 a 2600 años antes de Cristo. El más reciente ha sido fechado en la época helenística. La ciudad alta ocupaba unas seis hectáreas y estaba rodeada por una sólida muralla. Después de ser destruida por el bíblico Josué, Hazor quedó relegada a una colina de escombros, salpicada de toscas y míseras cabañas de nómadas. En el siglo X antes de Cristo, el rey Salomón reedificó parte de la ciudad alta, convirtiéndola en una guarnición real que vigilaba los accesos del norte de Israel. Un siglo más tarde, destruida por el fuego, fue reedificada por Ajab, siendo definitivamente arrasada en el año 733 antes de Cristo por los asirios. Y su pasado esplendor quedaría ya sepultado durante veintisiete siglos. (N. del a.) <<

[4] Nunca me agradó dejar cabos sueltos en mis investigaciones. De ahí que, dada la imposibilidad material de recabar información sobre dicha moneda en los días que siguieron al descubrimiento del «ángel», a mi regreso en España hice algunas pesquisas. En una atenta carta, el profesor Yaakov Meshorer, conservador de numismática del museo de Israel, me aclaró que de este tipo de stater existen a miles, repartidos en diferentes colecciones. En los fondos del museo de Israel se guarda un centenar de monedas similares, aunque todas proceden de las cercanías de Haifa; ninguna de Hazor. Evidentemente, jamás hubiera encontrado la moneda desenterrada en el tell de Galilea en las instalaciones del mencionado museo de Israel, en Jerusalén. Para Yaakov, el búho constituye una derivación o copia de las monedas atenienses de aquel período (350-333 a. de J.C.). Los restantes elementos adicionales son bien conocidos como símbolos reales de Egipto, cuya influencia en la cultura de Tiro fue muy notable.

Por su parte, otro prestigioso investigador y estudioso del antiguo Egipto —Esteban Llagostera Cuenca— acudió, como siempre, en mi auxilio, proporcionándome una valiosa información al respecto. Al parecer, el stater de Hazor —de 13,37 gramos de peso y 24 milímetros de diámetro— presenta en su anverso la figura de Melkart o Melgrat, dios de los fenicios, que los griegos identificaron con Hércules (el Hércules fenicio) y que en Israel fue conocido como Baal. (Sus templos, como reza la Biblia en Reyes I y II, fueron destruidos). Este dios, en efecto, cabalga un hipocampo o caballo marino, teniendo bajo él olas y delfines. En el reverso, la moneda muestra el búho real con los atributos faraónicos: el kheka y el nekheka, es decir, el báculo y el látigo: poder y justicia o castigo.

El búho, en general, representa diversas atribuciones o atributos: la sabiduría, la timidez, la soledad, el pájaro del demonio, el emblema de Atenas, a la diosa Minerva o Atenea, las brujas y, en las mitologías alemana y escandinava, el espíritu de las selvas o bosques.

En cuanto al antiguo Egipto, su simbología era igualmente amplia: muerte, frío, noche, pasividad, el reino del Sol muerto, el Sol bajo el horizonte cuando atraviesa las tinieblas, etc. Su símbolo jeroglífico es la letra M.

En mi opinión, ninguna de estas posibles «pistas» hubiera conducido a la resolución del enigma. (N. del a.) <<

[5] Para más información, véase Caballo de Troya 2, Masada. (N. del a.) <<

[6] Evidentemente, en el otoño de 1978, mi amigo, el mayor norteamericano, no conocía la identidad de la persona que descubriría el legado. Los diarios fueron corregidos y puestos a punto entre 1976 y 1979. La labor fue terminada el 7 de abril de 1979 y mi primer encuentro con el anciano piloto no se produciría hasta un año después (abril de 1980). Para entonces —estoy convencido—, el legado, dividido en dos partes, había sido depositado en Estados Unidos e Israel, respectivamente. (N. de J. J. Benítez.) <<

[7] Entre las medidas de capacidad (para áridos y líquidos), el kor era una de las más frecuentes en el peso de granos. Equivalía a unos 364-450 kilos, dividido, a su vez, en diez efas y bats. La efa representaba 72 log. Este último, una de las unidades más pequeñas, podía estimarse en unos 600 gramos. (N. del m.) <<

[8] La Misná, en su Orden Segundo, dedicado a las «Fiestas», dice así: «En cuanto a la piedra que está en el cubo o calabaza ahuecada, si se llena éste y aquélla (la piedra) no cae, se llena con ella dentro; si no, no se llena con ella. Con un sarmiento al que se le ha atado un cubo, se puede llenar» (XVII, 6). <<

[9] En Mateo (XXV, 9), Jesús, al hablar de las vírgenes necias y prudentes, hace alusión, muy probablemente, a los monopolei. Tanto en Israel como en el resto del Imperio, estos mayoristas gozaban de una situación económica privilegiada. En sus diplostoon depositaban toda clase de mercancías, ejerciendo un especial control del tráfico de grano. En Roma, por ejemplo, estos judíos se asentaron cerca del río Tíber, lugar obligado para el atraque de los barcos de trigo. (N. del m.) <<

[10] Estas «lentillas», como ya expliqué en su momento, permitían una visión infrarroja por encima de los 700 nanómetros. Los especialistas de Caballo de Troya incorporaron en las mismas una serie de bandas periféricas dotadas de cientos de microceldillas que no eran otra cosa que otros tantos filtros «Wratten 89 B», que sólo dejaban pasar la mencionada radiación infrarroja. El peso específico logrado fue de 1,19. Su fuerza flexional (ppi), 10 000-15 000, y su dureza Rockwell, de M85-M105. Las sales monoiónicas permitían una aceptable circulación de las lágrimas y de la oxigenación de la córnea, aunque su uso no debía ser abusivo. (N. del m.) <<

[11] Los dispositivos termográficos, conectados al ordenador central y a uno de los radares primarios, estaban en condiciones de «percibir» variaciones de temperaturas de hasta dos décimas de grado (Fahrenheit). En un target estático, «Santa Claus» era capaz de diferenciar las posibles dolencias de un individuo e incluso las oscilaciones de temperatura de nariz y labios en las respectivas inhalaciones y exhalaciones del aire. (N. del m.) <<

[12] Target, en argot aeronáutico, un objeto localizado en radar. (N. del m.) <<

[13] En lenguaje aeronáutico, en la posición que señala la aguja de un reloj a las 17 horas. (N. del m.) <<

[14] El mencionado aparato «vestibular» resulta vital en la percepción de sensaciones y facilita una permanente información sobre la posición en el espacio del cuerpo y cabeza humanos. Unida a las impresiones visuales y táctiles da a conocer al sujeto las variaciones de situación que experimenta el cuerpo, desencadenando las correspondientes y automáticas reacciones que tienden al mantenimiento del equilibrio, en colaboración con la contracción sinérgica de los músculos antagonistas. (N. del m.) <<

[15] En el techo y cuatro aristas superiores de la «cuna», los especialistas de Caballo de Troya habían dispuesto un doble sistema de camuflaje de emergencia. Ambos consistían en una rápida y masiva producción de niebla, humo, bruma o vapor —según las necesidades—, que podían fabricarse mediante la utilización de nieve carbónica o de un no menos sencillo Fogmaker 1963, de M. Richardson. (N. del m.) <<

[16] Roger, expresión que equivale a «conforme», «sí», «de acuerdo». (N. del m.) <<

[17] «Banderas», en el argot aeronáutico, aviso de fallo en el panel electrónico de alarmas (bandera de aviso de fallo o failure flag). (N. del m.) <<

[18] WX, condiciones meteorológicas. (N. del m.) <<

[19] Sobre altímetros «gravitatorios», véase la amplia información en Caballo de Troya 2. (N. de J. J. Benítez.) <<

[20] La tercera región natural en que se divide Palestina era conocida como el Gor. Se trata de una formidable zona de hundimiento —el graben para los arqueólogos— que alcanza su máxima depresión en el mar Muerto, a 400 metros por debajo del nivel del Mediterráneo. Las otras dos regiones naturales corresponden a la costa y a las «tierras altas», que cruzan el país de norte a sur. (N. del m.) <<

[21] En uno de estos baños se supone fue asesinado Aristóbulo, cuñado de Herodes. Se trataba de una considerable piscina doble, dividida en dos por un muro sobre el que reposaban los bañistas. (N. del m.) <<

[22] Proporcionar pegeons: en el lenguaje aeronáutico, dar distancia y rumbo. (N. del m.)<<

[23] El «ceilómetro-láser» había detectado la base media de los cumulonimbus (Cb) a 2400 pies de altura, con un techo de 36 000 pies. En aquellos momentos, la línea de turbonada se hallaba a 72 millas. (N. del m.)<<

[24] El viento en la base de los cumulonimbus soplaba desde el norte (radial 360), con una fuerza de 25 nudos (alrededor de 50 km/h). (N. del m.)<<

[25] La «cuna» había sido dotada de varios radiogoniómetros, en apoyo de otros tantos sferic o localizadores de los parásitos producidos en el campo electromagnético. Aunque no aclaran la naturaleza de la perturbación, su gran alcance resulta de extrema utilidad. (N. del m.)<<

[26] TGT ALRT: uno de los cuatro pulsadores, ubicado en el ángulo superior izquierdo de la pantalla del radar meteorológico. Activa un circuito que avisa automáticamente al piloto cuando cualquier área de nivel 3 aparece en un sector de 7 1/2o a cada lado del eje longitudinal de la nave y a distancias comprendidas entre 60 y 150 NM. (N. del m.)<<

[27] La «corriente en chorro» o jet stream, según G. Rossby, es una fuerte y estrecha corriente concentrada a lo largo de un eje casi horizontal en la alta troposfera o en la estratosfera, caracterizada por fuerte cizalladura horizontal y vertical del viento, presentando uno o más máximos en la velocidad. La OMM (Organización Meteorológica Mundial) añade: «Normalmente, una corriente en chorro discurre a lo largo de varios miles de kilómetros, en una anchura de cientos de kilómetros y con un espesor de varios kilómetros». (N. de J. J. Benítez.)<<

[28] En general, la intensidad de los cumulonimbus depende de la distancia entre la base de los mismos (en este caso situada a 2200 pies) y el nivel de cero grados (4500 pies): niveles de condensación y congelación. Cuanto más dilatada es esta distancia, más activos son los Cb. En nuestra situación, aquellos 2300 pies representaban un peligro muy a considerar. (N. del m.)<<

[29] El llamado cinturón antiabrasión consistía en un especial dispositivo, creado por los ingenieros del Proyecto Swivel y que, aunque había sido concebido para otro tipo de navegación (la espacial), fue igualmente introducido en la «cuna». Algún día, Dios lo quiera, esta «barrera protectora» resultará de suma utilidad en los viajes intergalácticos. Como es bien sabido, una nave espacial crea a su alrededor un campo gravitatorio que, aunque no excesivamente intenso, se ve incrementado en determinadas regiones del espacio. El polvo cósmico y partículas de diferente naturaleza chocan irremisiblemente contra la estructura del vehículo, provocando, a la larga, una abrasión y un desgaste peligrosos. Pues bien, el cinturón antiabrasión evita dicho problema. La capa superficial de la membrana exterior (a la que ya me he referido en otro momento) fue provista de una finísima subcapa, integrada por partículas coloidales de platino y emulsionadas en un medio de elevado coeficiente. En la periferia de la nave se instalaron igualmente células «ionizadas» que desempeñan una doble tarea. En primer lugar, evalúan los gradientes electrostáticos en el entorno inmediato al vehículo. En el caso, por ejemplo, de una gran nebulosa de polvo cósmico, con partículas sólidas de metano, níquel-hierro, silicio o amoníaco, que rodee la nave, estas partículas pueden ser de naturaleza neutra (sin carga eléctrica) o ionizada (en positivo o negativo). En el primer supuesto —neutras—, dichas partículas se orientarán hacia la nave, debido al gradiente gravitatorio, favorable a este flujo. Previamente, el ordenador central registra y analiza la densidad espacial de estas partículas, su espectro gravimétrico (es decir, la distribución estadística en función de sus masas y morfologías), su composición química y su carga electrostática media (nula en este caso), así como su función cinemática respecto a los núcleos galácticos emisores de referencia. Analizados estos parámetros, la respuesta del sistema antiabrasión es fulminante. Las células generadoras de iones emiten electrones, impulsados por una elevada energía, que se proyectan en trayectorias paraboloides hacia el exterior. Al mismo tiempo, la membrana de platino coloidal se carga de un potencial electrostático que puede alcanzar valores de 180000 a 900600 voltios (potencial negativo). Cualquier partícula que se dirija a la membrana exterior capta uno o varios electrones, procedentes del flujo emitido por la nave. La partícula queda ionizada. Como el gradiente de potencial eléctrico es muy elevado en el entorno del vehículo, la repulsión eléctrica compensa, tanto la energía cinética de aquélla como la fuerza de atracción gravitatoria, no estableciendo contacto con la superficie exterior de la referida nave. En el caso de que el polvo cósmico estuviera previamente ionizado, la submembrana de platino se ioniza con carga idéntica a la del elemento agresor. (Es preciso tener en cuenta que la subcapa de platino coloidal está protegida por otro estrato superior del mismo material cerámico que la capa superficial de la membrana). Un efecto secundario de transferencia de cargas entre la superficie libre de la membrana y la subcapa de platino coloidal origina una emisión fotónica de la corteza cerámica, dentro del espectro visible, en ondas de longitudes en vacío de 596,9 milimicras y 602,34 o 612,68 milimicras. Esta electroluminiscencia no está provocada por el impacto de electrones sobre la masa, sino por el campo eléctrico generado por ellos, a su paso por la masa cerámica translúcida. Un observador exterior apreciaría una intensa luminosidad, cuyos matices dependen de la longitud de onda emitida, oscilando entre el verde amarillento y el carmín. El control del potencial electrostático en cada unidad superficial de la corteza o membrana exterior está proyectado de tal forma que la distribución de cargas (densidad superficial electrostátia) pueda variar de un entorno al otro hasta el punto de que, en una área, la densidad apenas alcance unas décimas de microcolumbio, pese a que esté circulando por zonas de potencial eléctrico muy elevado. La función potencial no es, pues, constante para áreas de la misma curvatura o alabeo. En suma: no es armónico en la periferia de la nave. Varias son las razones por las que se hace uso de esta flexibilidad en la distribución de carga eléctrica. Primero: porque la densidad de partículas agresoras no es la misma en toda la periferia. Además, como éstas van orientadas en una dirección (caso típico del «viento» de partículas cósmicas), obviamente, no todas incidirán con la misma energía cinética sobre la nave. La abrasión sería más intensa que en otras áreas, en una zona definida que habrá que proteger con un potencial más intenso. Por último, en esta somera descripción, conviene recordar que, en un instante dado, puede suceder que el elevado potencial de una zona perturbe cualquier medición o análisis de un transductor de funciones, en cuyo caso la red de computadoras anula la carga superficial extorsionadora. (N. del m.)<<

[30] Los sensores exteriores, incluyendo el SODAR (radar acústico), establecieron la sección de la cizalladura en una milla (casi dos kilómetros). Basándose en el efecto Doppler, analizaron el retorno de una señal acústica emitida por una de las antenas especiales y capaz de alcanzar, en vertical, hasta los 6000 pies. De esta forma se logra una aceptable medición del viento: su fuerza, dirección, turbulencia y estructuras térmicas. El análisis del deslizamiento en frecuencia del eco en retorno y en intensidad permite una precisión de 0,5 millas/hora y de 5 grados en dirección. En este caso, el chorro vertical descendía hasta 350 pies del suelo, abriéndose horizontalmente sobre las aguas del lago. (N. del m.)<<

[31] La SNAP 27, ubicada en la popa de la «cuna», era capaz de transformar la energía calorífica del plutonio radiactivo en corriente eléctrica (50 W), con una vida útil de diez años. Esta «pila», especialmente blindada, era el «corazón» del módulo. Todos los circuitos e instrumentos, en mayor o menor grado, dependían de ella. (N. del m.)<<

[32] Las dudas sobre esta fecha son considerables. ¿Cabe la posibilidad de empezar a contar ese año 15 como el 765 o 12 después de Cristo, cuando Tiberio fue asociado al Gobierno de su predecesor, Augusto? Si así fuera, la predicación de Juan habría que fijarla en el otoño del año 26 o quizá del 27 de nuestra era. Demasiado impreciso, en suma. (N. del m.)<<

[33] Amplia información sobre el grave problema que aquejaba a los pilotos, en Caballo de Troya 2. (N. de J. J. Benítez.)<<

[34] En los estudios hidrológicos, la fotografía infrarroja resulta de gran utilidad, pudiendo delinear las marcas longitudinales ocasionadas por las mareas en las costas y los sedimentos terrosos en tonalidades verdosas. Es de gran importancia obtener rendiciones de color modificado, a fin de registrar plantas marinas y algas flotantes en aguas turbias. Interpretando estas reflectancias conocidas y otras que pueden determinarse experimentalmente, es posible localizar fuentes de contaminación. En las imágenes IR, el agua clara aparece negra y la cubierta de algas, en rojo. Las capas con bajo nivel de oxígeno ofrecen un tono lechoso. (N. del m.)<<

[35] Según los datos del computador central, el pueblo de Duqat fue conocido en la antigüedad como Kefar-Aqbiya, del período del Segundo Templo, aunque la cerámica encontrada en la zona hace pensar a los expertos que pudo ser fundado mucho antes. Se trataba, por tanto, de una de las poblaciones más antiguas del mar de Tiberíades. En el siglo VI d. de J.C., un judío vecino del lugar visitó los baños de Hamat Gader, haciendo un donativo para la construcción de una sinagoga. Como señal de agradecimiento, en el mosaico del suelo de la sala aparece el nombre de «Kiros (señor) Patrik, de Kefar Aqbiya». (N. del m.)<<

[36] Esta calzada romana discurría entonces a un nivel superior al de la carretera que bordea el lago en la actualidad. Mojones y tramos de la misma pueden contemplarse hoy en los alrededores del kibbutz de Ein-Guev, así como en los campos que rodean las ruinas de la milenaria Kursi. (N. del m.)<<

[37] Los curiosos y visitantes pueden identificar hoy el palmeral allí existente (el «jardín de Raquel»), plantado en memoria de la citada poetisa. (N. del m.)<<

[38] El primer dato histórico sobre este cambio en el cauce del Jordán se remonta al año 1106, cuando un peregrino ruso —un tal Daniel— observó «cómo del Kinnereth partían dos brazos de agua que, a medio kilómetro de la orilla, se unían a un río llamado Jordán». De hecho, hasta 1950, los restos de un puente romano levantado sobre el viejo cauce estuvieron a la vista. (N. del m.)<<

[39] Según Josué (19, 35), estas tres ciudades fortificadas eran Hamat, Raqat y Kinnereth. Antes incluso de la conquista de la tierra de Israel, Hamat y su entorno eran famosos por sus fuentes de agua caliente, por su clima tibio y por sus paradisíacos paisajes. Un papiro del siglo XII a. de J.C. (Anastasio I) califica esta zona de Hamat como «lugar de paseos». Realmente, la belleza y placidez de aquel litoral sólo podían compararse con la no menos célebre vega de Ginosar, en la costa norte. (N. del m.)<<

[40] Al parecer, Tiberíades fue fundada hacia el año 20 de nuestra era por Herodes Antipas, uno de los hijos de Herodes el Grande. Su nombre se debe a un gesto de indudable adulación de Antipas hacia el emperador Tiberio. La verdad es que, a pesar de haber sido edificada en las proximidades de un cementerio —circunstancia que indignó a los judíos—, en el año 30, este hecho había sido prácticamente olvidado por las gentes de la Galilea. En sus calles convivía toda suerte de gentiles y hebreos, que no parecían muy preocupados por el «repugnante sacrilegio» de Herodes. (N. del m.)<<

[41] Raqat, otra de las poblaciones amuralladas del lago, se remontaba al tercer milenio, siendo contemporánea de Bet-Yeraj. Su existencia se prolongó hasta fines del período del Primer Templo. Los árabes llaman hoy al valle de Raqat y a sus fuentes con el nombre de Fuliya, aunque el lugar es conocido también como «jardín de los rusos», por el convento levantado en la zona por la iglesia rusa moscovita a finales del siglo XIX. (N. del m.)<<

[42] En su obra Guerras de los judíos (3, 10, 8), Flavio Josefo hace la siguiente descripción del valle de Guinosar: «A lo largo del mar se extiende una tierra llamada Guinosar, maravillosa por su disposición y belleza. Y la tierra de esta zona es fértil y, por tanto, no carece de vegetación, pues sus habitantes sembraron en ella toda clase de plantaciones. Porque el clima es agradable y bueno para las diferentes plantas. Aquí hay innumerables nogales, que son los que más buscan el frío de entre todos los árboles, y junto a ellos se alzan palmeras, que absorben el calor del sol, y cerca de éstas crecen higueras y olivos, para los que es bueno un clima intermedio, pues puede decir el que habla que la naturaleza combinó sus fuerzas para reunir aquí todas las diferentes especies, que compiten unas con otras…». (N. del m.)<<

[43] Según las informaciones en poder de Caballo de Troya, la peligrosidad de estas aguas obligó al Gobierno de Israel (años cincuenta) a prohibir su consumo, poniendo en marcha un plan de aprovechamiento de sus propiedades medicinales. Al parecer, transcurridos unos días, el gas termina por desvanecerse, desapareciendo los altos índices de radiactividad. (N. del m.)<<

[44] El mar de Tiberíades, de Galilea o Kennereth, como se le denomina comúnmente, alcanza 21 kilómetros de norte a sur. Su anchura máxima corresponde a la línea Migdal-Kursi, con 12 kilómetros. Esto representa una superficie de 170 kilómetros cuadrados. Geológicamente, el lago es muy «joven»: 15 300 años antes de la era cristiana. La depresión sobre la que se asienta es parte de una cuenca mucho más antigua —formada por los ríos Jordán y Aravá— que, a su vez, pertenece a la gran fractura sirioafricana. De todas las fallas continentales, la del Jordán es la más profunda. Hacia el pleistoceno —hace un millón o millón y medio de años—, una de estas fracturas telúricas determinó la forma actual del Kennereth. Durante el plioceno, el océano había irrumpido a través del valle de Yizreel y de Bet-Shean, alcanzando la cuenca del Jordán. Y así continuó hasta que los cambios geológicos y climáticos aislaron este mar interior. Este postrero mar pleistocénico existió en la referida cuenca del Jordán entre los años 75000 y 17000 antes de nuestra era. Se extendía desde el Kennereth, al norte, hasta Hatzevá, al sur del mar Muerto. Sus aguas eran saladas, con un nivel que rebasaba en 30 metros el del lago que hoy conocemos. En su fondo se daba un material blando, denominado «arcilla de lengua». (De ahí también otro de los nombres: mar de la Lengua). Después del pleistoceno, hacia el año 20000 a. de J.C., Israel sufrió un importante cambio climático. El clima húmedo se hizo más seco y las abundantes lluvias decrecieron. De esta forma, el gran mar de la Lengua empezó un proceso de desecación que, con el tiempo, terminaría por convertirlo en lo que hoy conocemos como mar Muerto, al sur, y mar de Tiberíades, al norte. Este último heredó sus principales orillas del mencionado mar precedente: al oeste y este, las líneas de la gran fractura; al norte, la barrera de basalto, y la orilla sur, la más joven. Ésta se originó como consecuencia de los sedimentos que arrastraba el río Yarmuk, elevándose entre 8 y 10 metros sobre el nivel del lago. Mucho antes de que el Kennereth o mar de Galilea adoptase su foma definitiva, el Jordán vertía ya sus aguas dulces en el mar de la Lengua. Y lentamente fue abriéndose paso, hasta alcanzar la costa norte del mar Muerto. Desde muy antiguo, estos parajes ejercieron un poderoso influjo sobre todas las culturas. A orillas del lago se han encontrado restos de las más variadas épocas prehistóricas. A excepción de los descubiertos en África, uno de los asentamientos humanos más antiguos del planeta fue localizado precisamente en Batar Abudiya, a 3 kilómetros al sur del mar de Galilea, junto al kibbutz de Bet-Zerah. Estos hombres primitivos —los primeros en poblar Tierra Santa— llegaron a Israel hace tres o cuatro millones de años, procedentes del continente africano, siguiendo la citada fractura sirioafricana. Se asentaron a orillas del mar dulce, alimentándose de la abundante caza y de una rudimentaria agricultura. Estas tribus asistieron a las últimas fases de la depresión del Jordán. Prueba de ello es que los restos de sus utensilios y comidas han aparecido en un estrato que se halla inclinado en 60 grados. (N. del m.)<<

[45] Ya en 1869, el escocés McGregor llevó a cabo las primeras exploraciones del lago, aunque la marea de invierno le impidió encontrar restos de importancia. Años más tarde, hacia 1970, la Asociación para la Investigación Arqueológica Submarina de Israel, a través de Abner Raban y J. Shapiro, tuvo la fortuna de localizar los puertos de Kursi, Migdal y Tabja. (N. del m.)<<

[46] Según los especialistas israelíes, entre los años 1940 y 1970, este ritmo de destrucción de la costa sur del lago alcanzó su máxima expresión, consecuencia de los siguientes factores: la construcción de la presa de Degania (en 1932) y del Canal Nacional (en 1963). Estas obras provocaron un aumento en los niveles del lago. Al mismo tiempo, el desarrollo de una agricultura intensiva en el valle del Jordán hizo que el volumen de las aguas que llegaba a la citada costa meridional se multiplicara, incrementando la erosión. De hecho, el litoral sur retrocedió a un ritmo de 30-40 centímetros por año. Como consecuencia de todo ello, la ribera sur ha quedado sumergida. Testigos mudos de este lamentable proceso son los árboles bananeros y las viñas que terminarían por desplomarse sobre las aguas, dejando al descubierto algunas secciones de los canales que los irrigaban. Los buceadores han comprobado igualmente cómo las columnas de hormigón que fueron plantadas en la zona como defensas antitanques por el ejército judío se hallan en la actualidad en el fondo del Kennereth. (N. del m.)<<

[47] La peridinium es una alga esférica protozoaria, del grupo de las «brillantes» (pirofita). A partir del mes de enero se reproduce masivamente y, entre febrero y abril, «conquista» anchas zonas del lago. Nuestros sistemas detectaron en aquellas fechas una población de 3300 unidades por centímetro cúbico. Con la luz matutina, este tipo de alga asciende hasta la superficie, coloreándola de un marrón intenso. A primeras horas de la tarde, recibida la imprescindible radiación solar, se sumerge de nuevo, concentrándose entre 5 y 7 metros de profundidad. Los pescadores del lago conocían muy bien este proceso y la circunstancia de que una de las especies piscícolas —la «tilapia»— se alimentase precisamente de esta clase de alga. Cada amanecer se introducían en los bancos de peridinium, obteniendo así importantes capturas. (N. del m.)<<

[48] Aunque el «ojo de Curtiss» entra de lleno en el ámbito del secreto militar, no hallándome autorizado a desvelar las claves de sus microsistemas, entiendo que no violo ninguna norma si únicamente me limito a transcribir aquellas funciones que estuvieron directamente relacionadas con nuestro trabajo. En síntesis, estas esferas habían sido provistas de sendas cámaras fotográficas electrostáticas, con una propulsión magnetodinámica que, como decía, les permitía elevarse a una determinada altura, pudiendo captar imágenes fotogramétricas y toda suerte de sonidos. En su interior había sido dispuesto un micrófono diferencial, integrado por 734 células de resonancia, sensibilizadas cada una en una gama muy restringida de frecuencias acústicas. El campo de audición se extendía desde los 16 ciclos por segundo hasta 19500. Los niveles compensados —con respuesta prácticamente plana— disfrutan de un umbral inferior a los 6 decibelios. (Es preciso añadir que las células registradoras de frecuencias infrasónicas, debido a sus «microdimensiones», no trabajaban con resonancia propia). El nivel de corte superior era de 118 decibelios. Otro de los dispositivos alojado en el «ojo de Curtiss» consistía en un detector de helio líquido (puntual), capaz de registrar frecuencias electromagnéticas que se extienden desde la gama centimétrica hasta la banda betta. El equipo de registro discrimina frecuencias, amplitud y fase, controlando simultáneamente el tiempo en que se verificó la detección. También dispone de un emisor de banda múltiple, generador de ondas gravitatorias, que resultaba de gran utilidad en las comunicaciones con los órganos de control situados en la «cuna», así como de un retransmisor para la información captada por los diferentes equipos. El «ojo» podía inmovilizarse en el aire, gracias a un equipo, igualmente miniaturizado, de nivel gravitatorio, que le permite hacer «estacionario» a diferentes altitudes mediante el registro del campo gravitatorio y el correspondiente dispositivo propulsor. (La medición del campo se verifica con un acelerómetro que evalúa la constante g en cada punto, controlando el comportamiento de caída libre de una molécula de SCN2 Hg (tiocianato de mercurio). El delicado ingenio podía desplazarse de acuerdo con dos sistemas de control. En algunos casos, un transceptor de campo gravitatorio en alta frecuencia emitía impulsos codificados de control que eran automáticamente corregidos cuando el «ojo» se hallaba en las inmediaciones de un obstáculo. El operador, desde tierra, podía observar en una pantalla todo el campo visual detectado por la esfera. Este procedimiento era complementado mediante la «carga» de una secuencia de imágenes y perfiles topográficos del terreno que se deseaba «espiar». De ahí la importancia del «circuito» aéreo sobre las trece parcelas en que había sido dividido el litoral del lago. Este barrido televisual servía de «guía» al «ojo de Curtiss». La sucesión de imágenes llevaba fijada la trayectoria, que a su vez era memorizada en una célula de titanio cristalizado, químicamente puro. En el interior del «ojo», una «microcámara», cuyo filme fue sustituido por una pantalla que traduce la recepción de fotones en impulsos eléctricos, recoge las sucesivas imágenes de los lugares sobre los que vuela la esfera. (La sensibilidad de dicha pantalla se extiende hasta una frecuencia de 7 · 1012 ciclos por segundo [espectro infrarrojo], con lo que es posible su orientación, incluso, en plena oscuridad). Tales imágenes son «superpuestas» a las registradas en la memoria y que, insisto, fueron previamente tomadas por el módulo en el referido vuelo alrededor del mar de Tiberíades. Este equipo óptico explora ambas imágenes y, cuando las primeras no coinciden con las memorizadas, unos impulsos de control corrigen la trayectoria de los equipos propulsores y de dirección. De este modo, el «ojo de Curtiss» puede orientar sus propios movimientos, sin necesidad de una manipulación exterior de naturaleza teledirigida. En nuestro caso, el control desde la «cuna» fue prácticamente continuo. Lamentablemente, en la actualidad, una parte de este prodigioso sistema ha terminado por filtrarse a otros círculos militares que, aunque de forma incompleta, han empezado a desarrollar los que se designan como sistema de guía TERCOM (Terrain Contour Mapping) y sistema SMAC (Scene Matching Area Correlation), tristemente usados para la guía de misiles (N. del m.)<<

[49] La magnífica lámpara, de cristal de cuarzo, disponía de cinco acumuladores de cadmio-níquel estancos, con una capacidad de 6 amperios-hora por acumulador. (N. del m.)<<

[50] La hemólisis consiste en la desintegración o disolución de los corpúsculos sanguíneos, especialmente de los hematíes, con liberación de hemoglobina por la acción de lisinas específicas o hemolisinas de bacterias, sueros hipotónicos, etc. En el caso de descomposición de un cadáver, los gérmenes del tipo anaeróbico formador de gas crecen desde el intestino hacia los tejidos del flanco adyacente y, a través del sistema, porta hacia las principales venas sistémicas, disgregando la sangre y tiñendo los tejidos, primero en rojo, después en verde, dado que la hemólisis va seguida en su evolución por la formación de SH2 y de sulfometahemoglobina verde. Pequeñas burbujas pasan a través de los tejidos y forman vesículas en la piel. Los caracteres aumentan hasta que todo el cuerpo queda abotargado, y los tejidos, saturados de líquido, eventualmente se licuefican y desintegran. Aunque la mayor parte de este proceso se debe a organismos intestinales anaeróbicos, se acelera a causa de bacterias ambientales y se obstaculiza cuando existe inmersión en agua o enterramiento. (N. del m.)<<

[51] Las principales anomalías consistían en sutura metópica patente en uno de cada quince cráneos; huesecillos en la sutura lamboide, en dos; reducción unilateral del canal condilar en uno de los cráneos y ausencia del mismo en un segundo cráneo; tori auditivi en 4 de 57; fusión congénita del axis y la tercera vértebra cervical en 2 de 27; formación incompleta del arco nérveo en uno de 29 atlas y 1 de 27 axis; formación de doble arco en 2 de 20 atlas; diversos grados de fusión de la última vértebra lumbar con el sacro en 4 de 12 casos; un caso de espina bífida y dos de pelvis con aplasia congénita del acetábulo. En el referido y extendido problema de la artritis fueron observados todos los grados: desde la erosión y corrosión de las superficies articulares, hasta la formación osteófita. En ciertos casos, la osificación de ligamentos intervertebrales resultó, al parecer, de la fusión de dos o más vértebras de la región torácica. También aparecieron compresiones laterales de las vértebras torácicas, ocasionando cuerpos vertebrales en forma de cuña. (La «quifosis» sería hacia el lado derecho). Los cambios artríticos en otras uniones de la columna vertebral eran frecuentes en la región de los hombros. Los casos más graves aparecieron en los huesos que presentaban fracturas que habían sanado, pudiendo estar asociados a los consecuentes cambios de postura. En total hallamos evidencias de cuatro fracturas antiguas: una en la clavícula, otra en el metatarso y, las restantes, en el cúbito y en el peroné. Todas sanaron con poca o ninguna deformidad, aunque la del peroné, con una proliferación excesiva del hueso, sugería una infección benigna. Estos patrones fueron considerados como una condición degenerativa de la columna y de las articulaciones, muy difundida y relacionada con la edad.

Varios de los cúbitos y radios aparecían también atrofiados y, otros, inflamados y curvados. En uno de los húmeros, la epífisis estaba poco desarrollada. Lo asocié con una deformidad del cuello y de la región tuberosa del deltoides. La verdad es que todos, hasta cierto punto, indicaban cierto grado de parálisis de los músculos de la extremidad superior. Sospechamos que varias de las anomalías congénitas podían estar emparentadas con cambios patológicos en el sistema neuromuscular. La aplasia del acetábulo produce una señalada cojera, ya que no se forma articulación en la cadera. En cuanto al grado del daño en el sistema nervioso del individuo que había sufrido de espina bífida fue, lógicamente, difícil de evaluar, ya que no disponíamos de los huesos asociados. (Estimamos que dicha condición estaba vinculada a diversos índices de parálisis, pudiendo ocasionar uno de los casos de atrofia de la parte superior del brazo). A veces, también el sistema nervioso se ve afectado por otra de las anomalías congénitas que observamos —fusión de las cervicales—, situación registrada en el llamado síndrome de Klippel-Feil. (N. del m.)<<

[52] Mesocéfalo: cráneos medios, más o menos redondeados y de dimensiones parecidas. (N. del m.)<<

[53] Braquicéfalo: cráneo más corto. La media entre las mujeres fue de un 77,7 por ciento. Las caras en uno y otro sexo eran más cortas, con un índice nasal mesorrino. En el capítulo de las mediciones poscraneales se computó la distribución de frecuencia de las medidas para determinar si existía una distribución bimodal, que pudiera ayudar al esclarecimiento del sexo de forma individual. El fémur aportó la evidencia más clara de dimorfismo. La longitud oblicua, la anchura bicondial y el diámetro de la cabeza del fémur resultaron especialmente útiles en este sentido.

En uno de los cráneos, los huesos frontales eran muy densos y las rugosidades supraorbitales, masivas. Una gran mandíbula con hueso denso que encontramos por separado, probablemente correspondía a este cráneo. Un meticuloso examen osteológico mostró una nueva formación ordenada del hueso. En otro de los cráneos descubrimos una lesión erosiva en la región frontal. Teníamos conocimiento de que este tipo de lesión había sido detectada también en ejemplares de Egipto y Nubia. Probablemente representaba la reabsorción del hueso, como consecuencia de una irritación crónica de una úlcera del tejido blando que lo recubría.

Se observó asimismo criba orbitalis en la mayoría de los cráneos de los niños, con osteoporosis en los huesos parietales y occipitales. Posiblemente se debía a una deficiencia de hierro y proteínas o quizá a una infección de la madre. Esta hipótesis se vio apoyada por los hallazgos de cráneos de adultos con una fuerte diploe y stenae hyperplastica, condiciones que se registran como consecuencia de la destrucción de eritrocitos por malaria. (N. del m.)<<

[54] En los análisis osteológicos se utilizaron las medidas de Martin-Saller. La edad y el sexo fueron determinados usando, entre otros, el criterio de Krogman. Con el fin de establecer afinidades raciales, los hallazgos fueron comparados por «Santa Claus» con los de Arensberg (para los restos del período romano-bizantino de Jerusalén y En Gedi) y con los de Haas y Nathan (para los restos de Acre). Los fémures eran platiméricos y las tibias, por el contrario, mesocnémicas, con señales de agarrotamiento. Esta circunstancia pudo estar provocada por una continua flexión de las piernas, debido quizá a lo accidentado del terreno en aquella región del país. (N. del m.)<<

[55] El sensor del micromarcapasos fue ubicado en la entresuela: en la zona correspondiente a los dedos. Los datos registrados por la sandalia eran almacenados en un minúsculo disco magnético, alojado a la altura del talón. Posteriormente podía ser «leído» y decodificado por el computador central. En cuanto a la célula térmica, se hallaba programada para regular la temperatura de los pies entre 5 y 7 o C por encima de la media ambiental. (N. del m.)<<

[56] Aquella calzada —la famosa vía Maris—, como la mayoría de las trazadas por los romanos, obedecía a unos patrones que fueron descritos en una de las obras de Estacio (las Silvas, IV, 3 v. 40-55), en la que se relata la construcción de la vía Domitiana (año 95 d. J.C.), que, partiendo de Roma, se adentraba en las arenas y salinas de la costa. «El primer trabajo —dice Estacio— fue trazar los surcos, abrir la red de pistas y, mediante una profunda roturación, excavar a fondo el terreno. El siguiente trabajo consistió en rellenar los huecos de las zanjas y disponer un fundamento para la parte inferior del revestimiento, con el fin de evitar que el suelo se hundiese, que la base no estuviese bien asegurada y el lecho vacilara bajo el enlosado.

»Después venía la tarea de cerrar el camino mediante bordillos dispuestos a ambos lados y mediante cantoneras. ¡Cuántos equipos trabajando a la vez! Unos talaban el arbolado y desbrozaban los montes, otros alisaban con el hierro las piezas de piedra y las vigas de madera. Éstos unían las piedras y acababan la contextura de la obra con polvo de cal y toba desmenuzada. Aquéllos desecaban los manantiales y desviaban los riachuelos». Entre los surcos que habían delimitado la anchura de la calzada se hacía necesario excavar una zanja, cuya profundidad llegara hasta la roca o, al menos, hasta una capa lo bastante sólida como para soportar el peso de la vía. Se procedía mediante la construcción de tramos sucesivos —así continúa describiéndolo Jeannine Siat en su estudio sobre El Imperio: sus caminos— que iban uniéndose entre sí. Después se rellenaba la zanja. Los materiales de relleno se disponían en capas sucesivas, siendo la base de piedra, grava apisonada y de arena. Una cubierta de losas daba el acabado al summum dorsum. A ambos lados había un bordillo o umbo, formado por losas dispuestas verticalmente en posición de paramento y cerradas por la parte exterior mediante pequeños contrafuertes o, a veces, por una acera. Unos calces de piedra, en forma de ángulo o gomphi, aparecen distanciados en la calzada, uniendo así el bordillo con el enlosado, que queda fijo. (N. del m.)<<

[57] El nombre de Cafarnaum se ha visto sometido a una larga y antigua polémica. Orígenes, por ejemplo, interpretó Kefar Nahum como la «aldea de la consolación», a causa del significado etimológico de la raíz hebrea nhm (consolación). San Jerónimo, en cambio, la tradujo como «ciudad hermosa» (de la raíz hebrea nʼm, hermosura). El nombre de Kefar Nahum, sin embargo, siempre se da como una sola palabra en los idiomas no semíticos, eliminando la h gutural. En los evangelios griegos aparece en dos modalidades: Capharnaum y Capernaum. La primera, adoptada por Flavio Josefo, está más en consonancia con la pronunciación hebrea. Se supone la más correcta, mientras la segunda se considera entre los especialistas como un término ideomático del distrito de Antioquía. Hasta bastante después de su destrucción, el lugar fue conocido por el antiguo nombre semita de Kefar Nahum. En 1333, el escritor judío Ishak Chelo escribía: «… de Arbel fuimos a Kefar Nahum, que es la Kefar Nahum mencionada en los escritos de nuestros sabios». (N. del m.)<<

[58] Los judíos ortodoxos terminaron por dar este calificativo a todos los grupos humanos que, según ellos, habían usurpado las tierras de Israel, en especial, a partir del exilio a Babilonia. Durante esta deportación, muchas de las tierras de Palestina fueron ocupadas por pueblos de origen pagano e impuro: samaritanos, filisteos, arameos, etc. A su regreso, los judíos no les perdonaron esta usurpación, y el odio y desprecio hacia los am-ha-arez llegaron al extremo de ser definidos en el Talmud (Berakhoth, XLVII, b) como «aquellos que no comen su pan en estado de pureza ritual». (N. del m.)<<

[59] Según los manuscritos descubiertos en Qumran, al noroeste del mar Muerto, y los escritos de Flavio Josefo, Filón y Plinio el Viejo, los esenios, eseos o essenoi, como los denominan estos autores indistintamente, formaban una de las tres grandes sectas judías de entonces. Los fariseos y saduceos conformaban las otras dos. Aunque su origen no ha sido esclarecido totalmente, parece ser que florecieron a partir del siglo II antes de Cristo, extinguiéndose al final de la primera centuria de nuestra era. Posiblemente surgieron como consecuencia del agitado período que siguió a la revolución Hasmonea. Según Josefo y Filón, su número osciló alrededor de los cuatro mil, esparcidos por la Judea y Galilea. Vivieron en comunidades rurales, evitando las ciudades y siguiendo «una forma de vida que ya fue enseñada a los griegos por Pitágoras» (Antigüedades judías, XV, 371). Ciertamente, estos curiosos hombres tuvieron mucho en común con los «pitagóricos»: se organizaban en «comunas», compartían la tierra y las propiedades y practicaban virtudes como la abstinencia, la modestia, la autodisciplina, la discreción y una estricta pureza espiritual y corporal. Eran excelentes sanadores y dominaban las virtudes curativas de infinidad de plantas y raíces. Vestían siempre de blanco y, gracias a mi amistad con Assi, tuve oportunidad de profundizar en el conocimiento de su filosofía y de sus fascinantes costumbres. Unas costumbres que, por supuesto, fueron conocidas por el Hijo del Hombre. (N. del m.)<<

[60] En aquel tiempo, tanto en las culturas egipcia, mesopotámica, griega y hebrea, la inmensa mayoría de las enfermedades era atribuida a la acción de espíritus o agentes maléficos, a la posesión demoniaca y al castigo de las divinidades. Sólo una parte de las dolencias solía tener un origen natural. El viento, por ejemplo, según el papiro de Edwin Smith (1550 años a. J.C.), era considerado como portador de enfermedades (posiblemente relacionado con los miásmata) y como soplo, pneuma y «viento de los dioses». También la bilis, determinadas combinaciones de alimentos, la flema y el whdw (un factor que podía originarse de la putrefacción intestinal), entre otros, eran causas de múltiples quebrantos. Para muchos de estos pueblos, las enfermedades penetraban en los cuerpos por los orificios naturales, aun cuando tuvieran un origen divino o demoniaco. Una vez dentro se extendían a través de sus plexos. (N. del m.)<<

[61] Los más numerosos se hallaban confeccionados a base de dos «conos» de basalto —de 1 metro de diámetro en las respectivas bases—, unidos por los vértices. En este punto de unión se situaba un casquillo y la piedra superior quedaba suspendida mediante una espiga de hierro, tocando el «cono» inferior, de forma que pudiera triturar el grano. Éste entraba por la boca superior del molino. Ajustando la espiga se obtenían moliendas de diferente granulación: fina, media o gruesa. En la mencionada confluencia de los «conos», una palanca de madera o de metal permitía el giro del molino, bien por tracción humana o animal. A medida que era triturada, la harina escapaba por la base del «cono» inferior, cayendo a un canal de piedra especialmente dispuesto para ello. Los molinos movidos por mulas o asnos —incluso por cabras—, como el que acabo de describir, fueron perdiendo vigencia, siendo sustituidos paulatinamente por los «hidráulicos». En caso de guerra, por ejemplo, la requisa de caballerías terminaba por inutilizarlos, sumiendo a las poblaciones en el hambre. (N. del m.)<<

[62] La casi totalidad de estos molinos hidráulicos era dispuesta en los acueductos, canales o albercas, de forma que las corrientes fueran más fáciles de controlar. Una rueda de madera dentada, o provista de cangilones, era empujada por dicha corriente, transmitiendo la fuerza necesaria al resto de la maquinaria. Ésta, en líneas generales, constaba de una pila circular de piedra con una columna central a la que se fijaban dos palancas que controlaban la piedra de moler. Estas muelas se hallaban una frente a otra, a cada lado de la columna. Por su parte interior eran planas y convexas por el exterior, encajando así en las paredes del recipiente. Se ataban de forma que no tocasen la pila, dejando un espacio para verter el grano o la aceituna. Las piedras eran movidas gracias a una palanca, de lado a lado, situada sobre la zona superior de la pila. (Hasta cierto punto se desplazaban sobre su propio eje, como consecuencia de la presión del cereal, dando lugar a un doble movimiento). (N. del m.)<<

[63] De la corteza del terebinto, sangrándolo, se obtiene la trementina de Quío, conocida en aquel tiempo por los «sanadores» griegos, egipcios y babilónicos con los nombres de terebinthos y terebinthina. Esta oleorresina contiene un 14 por ciento de esencia, formada básicamente por «a-pineno». El resto son resinas, con pequeñas cantidades de ácido benzoico. (N. del m.)<<

[64] Quien haya leído el presente texto, así como los restantes Caballos de Troya, antes de 1998, comprobará que el diario del mayor presenta en la actualidad algunas ligeras modificaciones (Éste es el caso del CO2 o dióxido de carbono). Pues bien, ello obedece a las instrucciones del mayor, que fija dichas modificaciones, una vez transcurridos diez años desde la publicación de estos documentos. Sólo al final de la obra estaré autorizado a revelar el porqué de estas pequeñas y, aparentemente, intrascendentes modificaciones. (N. del a.)<<

[65] El mencionado pasaje de Lucas dice así: «Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla. Los pescadores habían bajado de ellas y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.” Simón le respondió: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.” Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”». (N. de J. J. Benítez.)<<

[66] Boismard, «Le chapitre XXI de saint Jean. Essai de critique littéraire», publicado en Revue Biblique (LIV, pp. 473-501). (N. del m.)<<

[67] Vaganay, «La finale du quatrième évangile», publicado en la misma revista, Revue Biblique (XLV, pp. 512-528). (N. del m.)<<

[68] El versículo en cuestión dice textualmente: «Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo (Juan) no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: “No morirá”, sino: “Si quiero que se quede hasta que yo venga.” Estas últimas palabras, como acabo de referir, no fueron exactamente como las transcribe el evangelista, aunque su sentido viene a ser el mismo. (N. del m.)<<

[69] Es presumible que se produjera una circunstancia favorable para que la materia del cuerpo del Maestro comenzase a vibrar vertiginosamente dentro de sus propios límites espaciales, y que la citada vibración alcanzase una velocidad próxima a la de la propagación de la luz. En tal circunstancia, la masa del cuerpo del Maestro perdería sus propiedades como «masa pesante», aunque adquiriría las correspondientes a una masa inercial de proporciones similares a la que podría haber alcanzado aquel cuerpo, trasladándose por el espacio a una velocidad próxima a la de la luz (justo la velocidad a que hemos supuesto llegaron a vibrar sus moléculas). Los efectos cinéticos de esta masa inercial serían miles de veces superiores a los que podrían producirse, considerando la masa del cuerpo en su estado normal de vibración molecular (el estado que, en líneas generales, calificamos como «de reposo»). La elevadísima velocidad alcanzada en todas y cada una de las moléculas de aquel cuerpo, según las teorías de Fitzgerald, tendería a comprimir la materia hasta hacerla llegar a límites adimensionales, que la sustraerían de nuestro espacio, haciéndola, por tanto, invisible. En ese instante crítico, al desaparecer el cuerpo de Jesús, el volumen que éste ocupaba en el espacio quedaría bruscamente vacío. La aparición de este vacío originaría una formidable implosión, ya que el aire que rodeaba el cuerpo ocuparía rápidamente el vacío producido. El efecto es similar al estampido del trueno, que es producido por el propio aire que rodea al tubo de vacío producido por la trayectoria del rayo cuando, desde todas direcciones, afluye para llenarlo y restablecer el equilibrio atmosférico. (N. del m.)<<

[70] Si la energía hubiera sido similar a la del Sol, su equivalencia en vatios —en el supuesto de que hubiese sido liberada a lo largo de un segundo— habría sido de 81 X 1017 vatios; es decir, 8100 millones de gigavatios. (Un gigavatio son mil millones de vatios). Si la masa del cuerpo de Jesús hubiera aumentado 1,5 su valor original, esta energía habría alcanzado la monstruosa cifra de 12150 millones de gigavatios. Algo difícil de imaginar. Como simple ejemplo comparativo podemos decir que para alcanzar una potencia de 1010 vatios, serían necesarias 100 millones de bombillas de 100 vatios cada una. (Esta potencia es mayor que la suministrada hoy por todas las centrales eléctricas norteamericanas juntas). Incluso los procesos de fusión nuclear se hallan por debajo de esa descomunal cifra de 12150 millones de gigavatios. En la actualidad precisan de una potencia del orden de 1013 vatios… (N. del m.)<<

[71] Hoy, a nivel teórico y experimental, se sabe que, a partir de un «cuanto» de radiación electromagnética, es posible crear un par de partículas (un electrón y un positrón). Para que eso ocurra, el fotón tendría que pasar por las proximidades de un núcleo, de forma que se cumplan los requisitos de conservación de la energía y momento de ese sistema aislado. (N. del m.)<<

[72] El Maestro utilizó la palabra griega aion (eternidad). (N. del m.)<<

[73] Este tipo de radar, de alerta temprana (AT), se caracteriza por sus grandes longitudes de pulso (en nuestro caso, Pw, 2 a 20 usec), baja frecuencia de repetición (PRF, 100 a 400 pps) y una frecuencia de transmisión del orden de 500 a 3000 Mhz (en bandas C a F). La gran longitud de pulso autoriza a la transmisión de potencias muy altas (1 a 10 Mw) que, unido a su baja PRF, nos permitía una detección de hasta 250 millas. El tipo de barrido —circular— giraba 360 grados alrededor de un eje vertical fijo, con un período lento: entre 3 a 8 rpm. Los valores de apertura de este haz eran de 1 a 2 grados en azimut y de 20 a 30 en elevación. Ello nos proporcionaba una excelente resolución en azimut y un buen cubrimiento en altitud. De hecho, en el «incidente» con el extraño objeto en el monte de los Olivos jugó un papel decisivo. (N. del m.)<<

[74] Como ya he detallado en otros momentos, Caballo de Troya seleccionó el mecanismo ultrasónico por su naturaleza inofensiva y por sus especiales características, idóneas para la exploración y posterior conversión en imágenes de órganos internos, así como para el control del torrente sanguíneo, corazón, ojos y tejidos blandos en general. Con intensidades que oscilan entre los 2,5 y los 2,8 miliwatios por centímetro cuadrado y con frecuencias aproximadas a los 2.25 megaciclos, el dispositivo de ultrasonidos transforma las ondas iniciales en otras audibles, mediante una compleja red de amplificadores, controles de sensibilidad, moduladores y filtros de bandas, todos ellos miniaturizados. Con el fin de solventar el arduo problema del aire —enemigo de los ultrasonidos— y ya que las mediciones sólo podían efectuarse a distancia, los especialistas del proyecto idearon un revolucionario sistema, capaz de «encarcelar» y guiar los citados ultrasonidos a través de un finísimo «cilindro» o «tubería» de luz láser de baja energía, cuyo flujo de electrones quedaba «congelado» en el mismísimo instante de su emisión. En el caso que nos ocupa, dado que el «cuerpo» se hallaba a una distancia de 400 metros, las ondas fueron potenciadas por un doble generador de alta frecuencia. (N. del m.)<<

[75] Los músculos presentaban las típicas partes contráctiles y los tendones. Las primeras, formadas por los elementos cilindroides alargados —las fibras musculares propiamente dichas—, provistas de numerosos núcleos. Todo «normal». Incluso la fina y transparente membrana —el «miolema»— que cubre la citada fibra muscular. En cuanto a los tendones, también eran de naturaleza fibrosa, con los correspondientes nervios motores y sensitivos, cuyos filetes se arborizaban dentro de los habituales corpúsculos musculotendinosos de Golgi. (N. del m.)<<

[76] La solución de Ringer, como conocen bien los especialistas, de naturaleza salina, está compuesta de cloruro de sodio, cloruro de potasio, cloruro de calcio, bicarbonato de sosa, fosfato monosódico, dextrosa y agua. Es un medio ideal para la conservación de vísceras, siendo utilizada también en todas las formas de deshidratación, acidosis o alcalosis, así como para mejorar la actividad renal. (N. del m.)<<

[77] El mayor, en páginas precedentes, explica así algunos de los fundamentos del sistema de teletermografía dinámica: «La detección de la temperatura cutánea a distancia se realizó gracias a la propiedad de la piel humana, capaz de comportarse como un emisor natural de radiación infrarroja o IR. Tal y como se sabe por la fórmula de la ley de Stephan-Boltzmann (W = eJT4), la emisión es proporcional a la temperatura cutánea, y debido a que T se halla elevada a la cuarta potencia, pequeñas variaciones en su valor provocan aumentos o disminuciones marcados en la emisión infrarroja (W: energía emitida por unidad de superficie; e: factor de emisión del cuerpo considerado; J: constante de Stephan-Boltzmann, y T: temperatura absoluta). En numerosas experiencias, iniciadas por Hardy en 1934, se había podido comprobar que la piel humana se comporta como un emisor infrarrojo, similar al «cuerpo negro». (Este espectro de radiación infrarroja emitido por la piel humana es amplio, con un pico máximo de intensidad fijado en 9,6m). Nuestro dispositivo de teletermografía consistía, por tanto, en un aparato capaz de detectar a distancia intensidades de radiación infrarroja. Básicamente constaba de un sistema óptico que focalizaba la IR sobre un detector. Éste se hallaba formado por sustancias semiconductoras (principalmente SbIn y Ge-Hg) capaces de emitir una mínima señal eléctrica cada vez que un fotón infrarrojo de un intervalo de longitudes de onda determinado incidía en su superficie. Y aunque el detector era de tipo “puntual” —capaz de detectar la IR procedente de un único punto geométrico—, Caballo de Troya había logrado ampliar su radio de acción mediante un complejo sistema de barrido, formado por miniespejos rotatorios y oscilantes. La alta velocidad del barrido permitía analizar la totalidad del cuerpo en cuestión (en este caso de Jesús), varias veces por segundo. Esto, a su vez, posibilitaba la obtención de imágenes dinámicas. Seguidamente a la emisión, la señal eléctrica correspondiente a la presencia de fotones infrarrojos era amplificada y filtrada, siendo conducida posteriormente a un osciloscopio miniaturizado. En él, gracias al alto voltaje existente y a un barrido sincrónico con el del detector, se obtenía la imagen correspondiente, que quedaba almacenada en la memoria de cristal de titanio del ordenador. Por supuesto, nuestro teletermógrafo disponía de una escala de sensibilidad térmica (0,1, 0,2 o 0,5 grados centígrados, etc.) y de una serie de dispositivos técnicos adicionales que facilitaban la medida de gradientes térmicos diferenciales entre zonas del termograma (isotermas, análisis lineal, etc.). Las imágenes así obtenidas podían ser de dos tipos: en escala de grises (muy adecuadas para el estudio morfológico de los vasos) y en color (entre ocho y dieciséis), muy útil para efectuar mediciones térmicas diferenciales con precisión. Ambos sistemas podían ser utilizados de forma complementaria». (N. de J. J. Benítez.)<<

[78] La técnica RMN (resonancia magnética nuclear) fue establecida por los profesores Bloch y M. Purcell, de la Universidad de Harvard, que fijaron las bases experimentales para la espectroscopia de la RMN. Mucho antes, los científicos ya sabían que los núcleos atómicos gozan de un momento angular derivado de su propiedad intrínseca de rotación: el spín. (No es mi propósito entrar aquí y ahora en polémicas, pero, como ya detallé en su momento, la actual estructura de la mecánica cuántica está viciada de raíz. De ahí que no pueda aceptar del todo la formulación del principio del spín. Por ejemplo: los físicos, incapaces de explicar satisfactoriamente el efecto «Zeeman», han creado el concepto de momento angular del referido spín, construyendo con ello un modelo matemático difícilmente sostenible. Sencillamente —y al hablar de los swivel creo que lo apunté—, lo que los científicos denominan «spín» es algo muy diferente. Si consideramos una red espacial de M dimensiones, la deformación en dos ejes axiales orientados ortogonalmente y que se cortan en un swivel o «punto espacial», dará lugar a un efecto que, en el caso de un campo electrostático o magnético, es representado por los fisicomatemáticos por un vector, asignándole un número cuántico. Grave error, a mi entender). Pues bien, hecha esta aclaración, al estar los núcleos eléctricamente cargados, el spín corresponde a un flujo de corriente en torno al eje de dicho spín, que genera a su vez un pequeño campo magnético. Sólo los núcleos con un número impar de nucleones (protones o neutrones) tienen un spín total o neto y se presentan, por tanto, a la espectroscopia por RMN. Entre estos núcleos se cuenta el protón (H-1), que es el núcleo del 99,98 por ciento de todos los átomos de hidrógeno que existen en la naturaleza, el de carbono-13 (C-13), que es el núcleo del 1,1 por ciento de todos los átomos de carbono, y el del fósforo-31 (P-31), que lo es de todos los átomos de fósforo. (N. del m.)<<

[79] Como es bien sabido por los especialistas en RMN, este tipo de espectroscopia exige que el cuerpo a explorar sea previamente sometido a un campo magnético, con el fin de «ordenar» sus átomos. Sólo entonces pueden enviarse las ondas propiamente dichas. En general, en la resonancia magnética nuclear se aplican dos campos a las células o tejidos. El primero, más intenso, provoca, como digo, la orientación de los dipolos nucleares (hidrógeno-1, carbono-13 y fósforo-31). Entonces, el dipolo de cada núcleo se alinea en el sentido del campo o contra él. Al dirigir el segundo campo —una radiación electromagnética en la zona de radiofrecuencia del espectro— llega un momento en que dicho tipo de núcleos «resuenan»; es decir, absorben los radiofotones. Por ejemplo: en un campo magnético de una intensidad de 84000 gauss, el núcleo de hidrógeno-1 resonará a una frecuencia de unos 360 megahertzios (360 millones de ciclos por segundo). El del fósforo-31 lo hará a unos 146 megahertzios y el del carbono-13 resonará a razón de 90 megahertzios. A partir de estas señales es posible reconstruir, en imágenes, cualquier parte del cuerpo, con la ayuda de un computador. Nuestros sistemas de RMN, diseñados por los expertos de la Technicare Corporation, de Ohio, habían sido dotados de un imán de 0,15 tesla (1500 gauss) y habían sido «reforzados» por un complejo dispositivo —basado en los squid—, destinado a la medición de interferencias cuánticas superconductoras, capaz de registrar ínfimas variaciones de naturaleza magnética. (El campo normal terrestre —entre 0,2 y 0,5 gauss— fue «borrado» por «Santa Claus», que apantalló el squid a razón de 10-7 gauss). Estas mediciones alcanzaban hasta la cienmilésima de gauss. Uno de estos squid, instalado en la zona inferior de la «vara de Moisés», constaba, básicamente, de una bobina de medida, una sonda criogénica, la necesaria unión de Josephson y el circuito resonante o detector final. En las primeras apariciones de Jesús resucitado, como ya mencioné, resultaron de extrema utilidad. (N. del m.)<<

[80] Aunque, como he dicho, no creo ya en la casualidad, lo cierto es que la localización de estas 86 parejas de átomos de kriptón fue estimada como fruto del azar. Baste decir que, por ejemplo, en un milímetro cúbico de gas kriptón enrarecido pueden contabilizarse del orden de 10000 millones de átomos libres. (N. del m.)<<

[81] Este problema podría ser planteado en otros muchos terrenos de la Ciencia. Por ejemplo, en astronomía. Una persona no informada puede argumentar: ¿cómo es posible averiguar la distancia de estrellas situadas a millones de años-luz? Un astrónomo sonreiría comprensivo y le haría ver que ciertas estrellas —las «cefeidas»— emiten un flujo de luz intermitente, de modo que, en el intervalo entre dos máximos, su logaritmo varía proporcionalmente a su brillo. La comparación del brillo aparente y real es la base de estimación para esas distancias estelares. (N. del m.)<<

[82] Todas las imágenes ópticas, acústicas, olfativas, etc., recibidas a través de las neuronas conectadas con los órganos de los sentidos, procedentes de los estímulos del mundo exterior, todas las imágenes almacenadas en la memoria, todo el desarrollo de los procesos mentales, son remitidos por ciertas vías nerviosas hasta unos órganos, ignorados aún por la neurología, donde se produce una reacción química exotérmica que, al liberar calor, excita el estado cuántico de una red de átomos libres de helio. (N. del m.)<<

[83] Las normas de Caballo de Troya, en este capítulo, eran rígidas e inflexibles. Además de una rigurosa quimioprofilaxis, las reglas higiénicas a seguir mientras nos encontrásemos en contacto directo con aquella civilización eran sagradas. El agua, por ejemplo, vehículo de importantes enfermedades transmisibles, tales como la disentería bacilar, fiebres tifoides, paludismo (en Egipto era conocida por el nombre de aat), amebiasis y una larga lista de poliparasitismos, estaba prohibida. En teoría sólo podía consumirse aquella que hubiera sido previamente potabilizada por nosotros. En este sentido, los exploradores se hallaban obligados a rechazar cualquier oferta de líquido elemento que, como digo, no hubiera sido tratado convenientemente y en nuestra presencia. Por supuesto, no siempre fue así… En la «cuna», tanto el agua de lluvia como la suministrada desde el exterior, era filtrada y sometida a ebullición, al menos por espacio de diez minutos. Con el fin de evitar los posibles quistes de Entamoeba histolytica y Giardia lamblia —parásitos frecuentes en aquellos climas y resistentes a la cloración—, el agua recibía las correspondientes dosis de tintura de yodo: de cinco a diez gotas al 2 por 100 por cada litro. (N. del m.)<<

[84] Aunque, gracias a Dios, no fueron utilizados con profusión, cada vez que uno de los expedicionarios emprendía un viaje de cierta duración, en su bagaje debía figurar una mínima colección de fármacos, imprescindibles en caso de emergencia. Este «botiquín» habitual —siempre camuflado en recipientes de la época— reunía diferentes analgésicos antitérmicos (paracetamol y ácido acetilsalicílico, preferentemente), analgésicos más potentes (a base de codeína), antibióticos de amplio espectro (tetraciclina, cotrimoxazol y amoxicilina, entre otros), antidiarreicos (loperamida), antiácidos (trisilicato de magnesio e hidróxido de aluminio), antihistamínicos, antibióticos para uso tópico (neomicina y bacitracina, generalmente), la cloroquina (importantísima como antipalúdico), un amebicida (tinidazol o metronidazol), una mezcla especial para rehidratación por vía oral e, incluso, según los viajes y expediciones, sueros antiponzoñosos polivalentes y soluciones antifúngidos (clotrimazol o miconazol, indistintamente).

El inevitable capítulo de los alimentos fue otra constante preocupación. Muchas de aquellas enfermedades podían contraerse también a causa de víveres contaminados por moscas o, como en el caso de las verduras y vegetales, a raíz del contacto con aguas residuales. Nuestros cuidados fueron extremos en lo referente al consumo de carnes. Sabido es que, por ejemplo, la de vaca puede transmitir la Taenia saginata y la de cerdo —impuro para los judíos—, la T. solium o Trichinella spiralis. En cuanto a determinados peces de agua dulce —huéspedes intermediarios de Diphillobothrium latum— o de mar (transmisores de la clonorquiasis), las reservas debían ser igualmente minuciosas. Asimismo estaba prohibida la ingestión de serpiente, capaz de originar una porocefalosis, y algunas muy específicas familias de cangrejos, portadoras de la paragonimiasis. En todo caso, los alimentos consumidos en el exterior de la nave debían hallarse inexcusablemente bien cocidos o en frituras que alcanzasen una temperatura base de 50 grados. (A dicha temperatura la mayoría de los agentes patógenos resulta destruida). La fruta cruda, obviamente, sólo podía ser comida una vez pelada. Con los huevos y dulces en general, los cuidados eran mucho más severos. Entre nosotros utilizábamos un dicho que podría sintetizar este riguroso y necesario control higiénico-sanitario: «En el trópico (aunque nuestra situación geográfica no obedeciera exactamente a la de los países tropicales), o hervido o cocido o pelado…, u olvidado».

Con la ropa, en cambio, no tuvimos problemas. La «piel de serpiente» constituyó una magnífica e irreemplazable protección durante una buena parte de la operación. Respecto a las túnicas y ropones, eran lavados en el módulo, destruyendo así cualquier depósito de huevos de moscas e insectos, cuyas larvas podrían haber constituido un peligro (miasis).

Por último, siempre que fuera posible, evitábamos caminar descalzos. De esta forma se soslayaba el siempre latente riesgo de las infestaciones por helmintos (fundamentalmente anquilostomas, estrongiloides y larva migrans cutánea). Ni que decir tiene que, durante buena parte del tercer «salto», estas medidas se acentuaron al límite. (N. del m.)<<

[85] Como creo haber apuntado en ocasiones precedentes, la medición del tiempo en aquella época no era como hoy. Incluso entre las culturas de Oriente y Occidente existían sustanciales diferencias. Los judíos, por ejemplo, consideraban la puesta de sol como el inicio de un nuevo día. El Génesis así lo proclamaba: «La noche y la mañana eran un solo día». Los romanos, en cambio, empezaban la cuenta a partir de la aurora. Las horas, por supuesto, existían para unos y otros. Pero no con la interpretación que hoy conocemos. El cómputo de minutos y segundos era conocido desde los tiempos del exilio en Babilonia, aunque raramente hacían uso de él. Quedar citado con alguien a las 09 horas y 15 minutos, por ejemplo, habría sido un absurdo. La gente se citaba «al atardecer», «al alba» o entre las diferentes y principales «horas» del día o las «vigilias» de la noche. Sólo las familias adineradas disponían del lujo de un reloj. Quizá más adelante hable de estos curiosos artilugios. El tiempo, en definitiva, era concebido de otra forma: sin premuras, sin el actual y lamentable sentido de «esclavitud». (N. del m.)<<

[86] A pesar de la eficacia de las medidas higiénico-sanitarias de la lactancia artificial —más que dudosas en el siglo I—, los expertos en puericultura y nutrición saben que una parte de las responsabilidades de los fracasos de esta clase de alimentación recae justamente en las deficiencias higiénicas de la leche no humana. Los gérmenes patógenos y saprofitos son incontables y peligrosos en dicha fórmula de lactancia artificial. Baste un simple ejemplo: según los estudios de Freudenreich y Miquel, si en el momento del ordeñado existen en un centímetro cúbico de leche 9300 unidades bacterianas, a las tres horas esta cifra se ha duplicado. A las seis horas, esa colonia es veinte veces mayor, alcanzando el millón de unidades bacterianas en nueve horas (N. del m.)<<

[87] Especialistas del prestigio de Bacialli, Brusa y Lucca, entre otros, han estudiado muy a fondo los peligros de la alimentación infantil a base de leche animal. El número de gérmenes que puede desarrollarse en ella es ilimitado. Kufferath, por ejemplo, estableció las siguientes contaminaciones bacterianas en la leche de origen animal: el 8.% de las leches examinadas contenía de una a cien mil unidades por c.c. El 26.% alcanzaba un porcentaje que oscilaba entre las cien mil y un millón de unidades bacterianas por c.c. Y el 66.% de esas leches reunía más de un millón de unidades, también por c.c. Algunos de estos gérmenes aparecen de manera ocasional, por contaminaciones fortuitas. Otros, por el contrario, son propios del hábitat de estos animales domésticos. En aquel tiempo, en que la pasteurización estaba aún muy lejana, los gérmenes patógenos —tanto los termolábiles como los termorresistentes— hacían verdaderos estragos. El bacilo de la tuberculosis, por ejemplo, del tipo bovino o humano, era particularmente agresivo. Y lo mismo sucedía con la llamada bacteria melitense (Brucella melitensis), patógena para la vaca y la cabra. La bacteria de «Bang», muy común en aquellos establos, podía ocasionar en el hombre un síndrome similar al de la fiebre melitense. Las vacas infectadas por esta bacteria pueden no presentar síntomas, sin perjuicio de que vayan eliminando gérmenes a través de la secreción láctea, contaminando así al consumidor de leche cruda. El bacilo del tifus podía llegar también a la leche, con el uso de agua contaminada no potable o por parte de individuos que hayan sufrido esta enfermedad y que continúen eliminando gérmenes por la orina, heces y, sobre todo, a través de una deficiente higiene en el ordeñado. Otro tanto sucedía —y aún sucede— con los diferentes tipos de bacilo disentérico. La importancia de las afecciones locales de la mama está igualmente demostrada por todos los procesos supurativos de ésta, debidos a los piógenos comunes, en especial a algunos estreptococos (Streptococcus mastiditis), muy temibles por la gravedad con que pueden evolucionar las afecciones del aparato digestivo que provocan. Rosenau describió una epidemia de angina estreptocócica que originó once casos de muerte en una población de 1200 habitantes. Dicha epidemia se desarrolló a las cuarenta y ocho horas de haber consumido leche procedente de vacas afectadas de mastitis supurada con presencia del estreptococo. A este lamentable cuadro había que añadir los gérmenes saprofitos, «habituales» de la leche animal, incluso en la recién ordeñada. Ni aun los mismos conductos galactóforos se mantienen estériles en los intervalos entre los ordeñados, ya que algunos gérmenes —huéspedes habituales de la superficie cutánea de los animales— encuentran en ellos las condiciones más apropiadas para su fijación y proliferación. Entre la numerosa flora saprofítica de la leche se encuentran los estreptococos, enterococos, las lactobacterias, así como la del colon y el B. lactis aerógenes. Estos gérmenes, al fermentar la lactosa, precipitan por acidificación la caseína, pero sin proferir a la leche propiedades dañinas. (Son los llamados «gérmenes de acción fermentante», normalmente no esporógenos). Los de «acción proteolítica» —a menudo esporógenos— abarcan bacterias del grupo proteus y bacilos subtilis y mesentericus. Estos últimos, esporógenos, no son destruidos por la pasteurización, aunque su desarrollo se ve dificultado por la simultánea presencia de los gérmenes fermentantes de la lactosa, que acidifican el medio. La acción de estos gérmenes se desarrolla cuando la leche es conservada largo tiempo. Como son activos productores de enzimas proteolíticos, puede tener lugar la peptonización de la caseína e, incluso, la putrefacción. Ésta es sostenida las más de las veces por el B. putrificus, que se encuentra a menudo en los forrajes mal conservados. Además de estos gérmenes termorresistentes y esporógenos se han de tener en cuenta otros igualmente termorresistentes, pero no esporógenos. Por ejemplo: el S. thermophilus y el B. bulgaricum, ya mencionados, y los llamados «mammococos» de Gorini, que proceden de las ubres de los bovinos. Estos cocos se consideran como parte del grupo de los enterococos. (N. del m.)<<

[88] Herodes el Grande, fallecido a los setenta años, dejó una numerosa y confusa prole, fruto de sus diez esposas e incontables concubinas. Uno de estos hijos fue Arquelao, nacido de su unión con Maltace. El cadáver de Herodes el Grande fue trasladado con gran pompa desde Jericó a la fortaleza Herodium, al sur de Jerusalén, y allí, según parece, fue sepultado en un féretro dorado. Ese mismo día, el canciller del tesoro y conservador del gran sello, Ptolomeo, hizo público el testamento del tirano. Los sucesores eran tres de sus hijos más jóvenes: Arquelao heredaba la Judea, Herodes Antipas —el «viejo zorro» que años más tarde trataría de interrogar a Jesús— fue designado tetrarca de la Galilea y de la región de la Perea, al este del Jordán, y, por último, Filipo se llevó los territorios del este y noreste del lago de Tiberíades. Arquelao, finalizados los funerales por su padre, se dirigió a Jerusalén, donde ofreció sacrificios en el templo. Y allí se encontraría con un pueblo excitado, ansioso de justicia por los asesinatos del fallecido Herodes el Grande y exigiendo una reducción de los impuestos y demás cargas tributarias. Arquelao, temiendo una revuelta, envió a sus leales tropas de mercenarios al templo, cargando contra la multitud. En la refriega fueron acuchillados tres mil peregrinos y vecinos de la Ciudad Santa. La fiesta de la Pascua fue suspendida, y a partir de aquella carnicería, el sucesor de Herodes fue tan odiado como su antecesor. Arquelao debía viajar a Roma para confirmar su título de rey, y al llegar a la presencia de Augusto, se encontró con que su hermano Antipas, su tía Salomé y otros miembros de la familia le disputaban el trono. El pueblo aprovechó la ausencia del también «odiado edomita» y se alzó contra la tiranía de la familia herodiana. El legado romano en Siria, Publio Quintilio Varo, responsable de la paz en Judea, envió una legión a Jerusalén, al tiempo que, por mandato del emperador, Sabino era designado gobernador y comisionado a la Judea para velar por los intereses romanos, en ausencia de Arquelao. El tal Sabino se instaló en la fortaleza Antonia, al noroeste del templo, pero, nada más llegar, robó la cámara del tesoro, organizando un régimen de terror. Coincidiendo con la fiesta judía de Schawuot —de la cosecha—, los peregrinos se amotinaron y los mercenarios romanos irrumpieron en el santuario (el peor delito que podía cometerse contra los judíos), incendiando los pórticos que rodeaban el templo y, como digo, saqueando el tesoro. El nuevo gobernador recibiría la bonita suma de 400 talentos (el talento hebreo —posterior al cautiverio de Babilonia— equivalía entonces a algo más de 1200 dólares. Cuatrocientos talentos en oro, por tanto, venían a suponer alrededor de medio millón de dólares de 1973). Pero la ira del pueblo era incontenible y los romanos retrocedieron hasta Antonia, donde quedaron aislados. La revuelta se extendió pronto a todo el país. En el norte, en la Galilea, la patria de los zelotes, uno de los más populares rebeldes —Judas el Galileo— reuniría una serie de guerrillas, acosando sin tregua a los romanos. En el este se levantaría Simón, un antiguo esclavo de Herodes, autonombrándose rey. La sangre y el fuego asolaron pronto Israel. Athronges, un pastor de fuerza casi mitológica, revestido también de la diadema real y acompañado de sus cuatro hermanos, se lanzó contra los romanos, consiguiendo destrozar toda una cohorte romana en Emmaüs. Varo envió dos nuevas legiones y la Galilea fue arrasada, incendiando Séforis, la capital. La mayoría de sus habitantes, partidarios del patriota Judas ben Ezequías, fue vendida como esclavos. Las legiones de Varo pasarían a cuchillo a la población de Emmaüs, incendiando la aldea. Por fin consiguen entrar en Jerusalén, poniendo fin al asedio a la fortaleza Antonia. La venganza de Roma sería cruel. Decenas de pueblos fueron calcinados y más de dos mil guerrilleros, crucificados y expuestos en los cruces de los caminos. Sólo cuando la rebelión quedó sofocada, Augusto se decide a resolver el espinoso asunto de la sucesión de Herodes el Grande. Una embajada judía llega entonces a Roma y el emperador convoca una asamblea en el nuevo templo de Apolo, en el Palatino, dejando que hablen todas las partes en litigio. Los representantes del pueblo judío piden la autodeterminación para Judea, con una constitución republicana y siempre bajo la tutela de un gobernador romano. Pero Augusto termina por confirmar el testamento de Herodes: Arquelao recibiría la Judea, aunque no con el título de rey, sino como etnarca. También Samaria e Idumea, al sur, serían para el nuevo tirano. Las prudentes recomendaciones del emperador, sugiriendo a Arquelao que gobernase con moderación, serían olvidadas nada más pisar Jerusalén. Digno hijo de su padre, el etnarca hace y deshace, creando un clima de terror. Años más tarde, otra embajada judía viaja de nuevo a Roma, presentando sus quejas a Augusto. Y éste decide destituir a Arquelao, desterrándolo a las Galias, tal y como sucedería años después con su hermano Antipas, bajo el mandato de Calígula. Era el año 6 después de Cristo. José, a la vista de este «historial policial» de Arquelao, estuvo muy acertado al elegir la Galilea como sede definitiva para su familia. (N. del m.)<<

[89] Como asegura Rops en sus acertados estudios sobre el pueblo judío, el rito de la circuncisión fue, y sigue siendo, sagrado para la raza judía. Un ejemplo bien palpable de esta creencia la encontramos en las madres que prefirieron morir antes que renunciar a la circuncisión de sus hijos, en plena época de los macabeos (I Mac. I, 63 y II, 46). Veían en ello la gran señal de su alianza con Dios. Tratar a alguien de «incircunciso» era una de las injurias más despreciables. Por supuesto, los antiguos hebreos sabían muy bien que aquel rito —de clara finalidad higiénico-sanitaria— no era exclusivo de su pueblo. Antes del mandato de Yavé, otros muchos lo conocían y practicaban. Las modernas investigaciones etnológicas han descubierto que dicha práctica alcanzaba al Antiguo Imperio egipcio, a infinidad de tribus del África oriental y occidental, Australia, Polinesia y América meridional, entre otros continentes. Los fenicios, por ejemplo, según Heródoto, lo aprendieron de los egipcios y éstos, posiblemente, lo recogieron de los etíopes. (N. del m.)<<

[90] El suelo, por las deyecciones que en él se depositan, se convierte en un agente de contagio de enorme importancia. Widal refiere la historia de una epidemia, ocasionada en París por unos tapices persas. Como es sabido, éstos son envejecidos artificialmente, enterrándolos en hoyos, donde son apilados y espolvoreados con mantillo de estiércol muy seco, del que los excrementos humanos no están excluidos. (N. del m.)<<

[91] Los hebreos —en especial a raíz de su exilio en Babilonia— creían firmemente en la intervención, ora benéfica, ora malévola, de una legión de espíritus. Los «buenos» quedaban supeditados a Yavé, convirtiéndose en sus sirvientes o mensajeros (los ángeles). Le seguían en la brisa o en el fuego. Por ello decían que «convierte al viento en su mensajero y a las llamas en sus ministros». (Salmos 104, 4). Según el Libro de los Jubileos, Dios creó los espíritus del viento y de las nubes, de la blanca escarcha, de la nieve y del granizo, de los truenos y de los rayos, del frío y del calor y de las cuatro estaciones. Según la creencia popular, estos espíritus buenos protegían al moribundo, alimentaban al hambriento, guiaban a los caminantes y, en ocasiones, se ocupaban también de los castigos y calamidades. Después del mencionado exilio entre los persas —auténticos «inventores» de la «angelología»—, los judíos empezaron a dar nombres a muchos de estos mensajeros de Yavé. Cuatro de estos espíritus ocupaban las cuatro esquinas del trono de Dios, dominando desde allí los cuatro costados de la Tierra. Setenta ángeles gobernaban los destinos de las setenta naciones que, según se creía, formaban el mundo. Los judíos se hallaban bajo la tutela de Miguel y Gabriel. Cada ser humano —a excepción de los esclavos, claro— tenía su particular ángel guardián. A veces, incluso, hasta dos. El vacío entre Dios y los hombres se veía cubierto de esta forma por una miríada de espíritus de diferentes órdenes y rangos.

Los demonios eran un capítulo aparte. Durante nuestras exploraciones tuvimos muchas ocasiones de comprobar hasta qué punto se hallaban influidos por estas creencias y supersticiones, incluyendo, naturalmente, a los discípulos del Maestro. Estos espíritus perniciosos eran tan abundantes y poderosos como los buenos. Su única ocupación —decían— era el mal. Así, la mayor parte de las enfermedades corporales o del espíritu tenía su origen en los malignos. Se les atribuía, incluso, toda suerte de calamidades: malas cosechas, incendios, granizo, rayos, inundaciones, nevadas, etc. Y para conjurar o contrarrestar su poder fueron apareciendo los hechizos y fórmulas mágicas, de dominio público entre los judíos. A pesar de las críticas de los profetas y del rigor de la Ley, jamás se extinguieron. Eminentes doctores llegaron a formular varias hipótesis sobre el origen de estos demonios. ¿Habían salido del alma de Adán, después de su primera desobediencia? ¿O eran fruto de la relación entre los «hijos de Dios» (así llamaban también a los ángeles buenos) y las hijas de los hombres? ¿Se trataba de las almas de los impíos que sobrevivieron al diluvio o las de los que edificaron la torre de Babel? Lo cierto es que, según el pueblo, deambulaban por todo el mundo y a todas horas, a la «caza» de algún durmiente. Otros «trabajan» durante la noche, provocando falsos y malos sueños (pesadillas), por lo cual era preferible no saludar a nadie en la oscuridad, dormir con alguna luz y evitar las casas en ruinas o vacías. El hombre tenía mil demonios a su izquierda y diez mil a su derecha. Y un viejo dicho aseguraba que «de abrir sus ojos y poder verlos, el ser humano se preguntaría cómo era posible existir». Estos malignos habitaban en las alcantarillas, en los lugares desolados, a la sombra de los barcos, en las ruinas, en los matorrales… (Incluso hoy, en pleno siglo XX, cuando un árabe del desierto lanza una piedra o deja caer un objeto al suelo se disculpa con aquellos espíritus a los que pudiera haber lastimado). Para los hebreos, estos espíritus malignos se hallaban divididos —cómo no— en múltiples categorías. Los más notables eran los «destructores» y «lastimadores». Como ya mencioné, se les hacía responsables de casi todas las dolencias. Desde una simple jaqueca hasta la muerte, pasando por la lepra, la locura, etc. La fe en estos demonios se hallaba tan arraigada en los tiempos de Jesús que llegamos a conocer una especie de sociedad destinada a la vigilancia y tratamientos de los «poseídos» y «endemoniados». Portaban los más asombrosos talismanes y dominaban mil conjuros y brebajes «mágicos». Los jefes de estos espíritus del Mal eran Azazel, Asmadeo (Ashmedai en hebreo) y Belcebú (también conocido como Satán), entre otros. El día de la solemne fiesta de la Expiación, los judíos soltaban una cabra del templo, en honor a Azazel. Constituía un símbolo: todos los pecados del pueblo pasaban de golpe al infeliz animal. Ashmedai era el rey de los demonios. En cuanto a Belcebú —citado por Jesús—, parece ser que tenía su origen en Baalzebûb, antiguo dios filisteo de las moscas, en la ciudad de Ekron (2 Reyes 1, 2). Con el tiempo recibiría el sobrenombre de Satán, que significaba «adversario». (El término «diablo» se derivó en realidad de la palabra griega diabolos [«calumniador»], porque se suponía que estos seres pasaban el día y la noche acusando a los hombres ante Dios). (N. del m.)<<

[92] De hecho —los kabalistas lo saben bien—, el nombre YHVH, que nunca debía ser pronunciado por los profanos, era reemplazado por la palabra Tetragrammaton o por Adonai (Señor). Según la antigua tradición oral de los hebreos, esta palabra sagrada y secreta confería al mortal que conseguía desvelar su verdadera pronunciación todas las claves de las ciencias divinas y humanas. Según la Kábala, YHVH es la cima de toda iniciación; una palabra que irradia en el centro del triángulo flambeante en el emblema del grado XXXIII de la masonería escocesa. En el Sepher Bereshit o Génesis de Moisés, este vocablo designa la divinidad. Su construcción gramatical es tan insólita y peculiar que, en su misma estructura, aparecen los atributos que el hombre ha tenido a bien otorgar a Dios. Su más aproximada significación podría ser ésta: «El Ser que es, que fue y que será». (N. del m.)<<

[93] Hoy se ha comprobado científicamente que la orina de los varones —y de las hembras no embarazadas— impide ese crecimiento en un ciento por ciento de los casos. La de las embarazadas, en cambio, lo permite en un 40 por ciento. En aquel tiempo, estas «pruebas de embarazo» eran de lo más fantástico y peregrino. Los egipcios fueron los pioneros. Si la paciente vomitaba después de estar sentada sobre harina de dátiles mezclada con cerveza, tenía posibilidades de concebir. El número de vómitos señalaba los hijos que podía procrear. Si después de una fumigación genital aparecían borborigmos o evacuaba orina con heces, concebiría. Otra «prueba», recomendada incluso por el célebre Hipócrates (Afor. 5, LIX), se basaba en la introducción de ajo por la vagina, comprobando el aliento de la mujer. (Esto recuerda, en cierta forma, la prueba de Speck: inyectar fenolftaleína en el útero e investigarla en la orina). Otra de las obsesiones de entonces —y de todos los tiempos— era tratar de averiguar el sexo del niño antes del nacimiento, posiblemente como reflejo del perenne interés machista por una descendencia masculina. Los egipcios creían que las propiedades de la orina de una embarazada diferían de acuerdo con el sexo del feto. Si la cebada «crecía más de prisa» —reza el papiro de Berlín (vs. 2, 2-5)—, estábamos ante un varón. Si era el trigo el que así se comportaba al ser regado con la orina de la embarazada, el feto era una niña. En realidad, como afirma Grapow, la asociación tenía un carácter lingüístico: siendo la cebada una palabra del género masculino, «prefería» la orina de la mujer que hubiera concebido a un varón. Por el contrario, siendo el trigo del género femenino, «prefería» una niña… Los textos populares egipcios relacionan también la cebada y los hombres y el trigo y las hembras, creando así curiosos juegos de palabras: «it» («padre») e «it» (cebada) y «mwt» (madre) y «mtwt» («germen»). A pesar del carácter fantástico y supersticioso de estas «pruebas», muchos otros pueblos —griegos, árabes, judíos, etc.— las han conservado durante miles de años. Ebers encontró vestigios de todo ello hasta Constantino el Africano. Por su parte, Iversen, al hallarlas en las obras del florentino Petrus Bayrus, pensó que le habían llegado a través del Codex Paulinae Lipsiensis, similar al Peri europeista que se atribuye a Galeno, o bien por traducciones tardías de Sorano, ya que ambas obras mencionan pruebas similares. (N. del m.)<<

[94] Esta forma de enseñanza y de transmisión es antiquísima. Obras como los Salmos, los Proverbios, los cánticos nupciales del Cantar de los Cantares fueron piezas habladas o cantadas. Sólo más tarde serían puestas por escrito. Otro tanto sucedió con los poemas de Homero. En Atenas, Pisístrato se hizo célebre al fijar los textos por escrito. ¿Y qué decir del Corán, cuyo nombre incluye la idea de «palabra recitada»? La enseñanza de los rabíes judíos era oral. El tratado talmúdico Gittin (LX, a) habla, incluso, de la prohibición de fijar esas enseñanzas por escrito. La propia palabra Talmud significa «aprendido de memoria». Hacia el año 1000, Sherira Gaón afirmaba que «los sabios estiman que es deber suyo recitar de memoria». Todo esto debe conducirnos a una premisa vital para poder comprender mejor al pueblo judío de aquel tiempo: la palabra era todo un instrumento, todo un arte, todo un medio de expresión y de transmisión de ideas, sentimientos y tradiciones. «Algo» que, desgraciadamente, el hombre occidental de hoy está perdiendo. (N. del m.)<<

[95] El legalismo judío en materia religiosa resultaba asfixiante. El tratado del Shabbat, por ejemplo, con sus 24 capítulos y 139 disposiciones, es una viva muestra de este rigorismo contra el que Jesús luchó desde el principio. Resultaría agotador recordar aquí esa pléyade de normas —la mayoría absurdas— que, según la Ley, debía respetarse cada sábado. Basten algunos ejemplos para entender mejor esa decidida oposición del Maestro a la esclavitud que representaba dicha festividad: algunas formas de dar limosna estaban prohibidas. («En el caso de que un pobre esté fuera de una casa —dice la Misná— y el dueño de dicha casa esté dentro, si el pobre introduce la mano y deposita algo en la mano del dueño o si recoge algo de aquél y lo saca, entonces el pobre es culpable y el dueño de la casa queda exento de culpa»). No se podía acudir al peluquero ni al baño. El sastre debía tener sumo cuidado con la aguja que llevaba prendida en la ropa: si salía de su casa o taller en sábado y la transportaba, incurría en pecado. Lo mismo sucedía con el escriba y su pluma. Nadie debía despulgar vestidos o cabellos en sábado ni tampoco leer a la luz de una lámpara. (Esto podría llevarle a reavivar la candela, quebrantando así el reposo sabático). No se podía comer junto a una mujer que estuviera menstruando. Estaba igualmente prohibido vender esclavos en sábado, cargar bestias y freír carne, cebollas o huevos. (En la operación de cocinar se corría el peligro de atizar el fuego, cayendo así en culpa). Nadie podía agujerear la cáscara de un huevo, llenarla de aceite y colocarla sobre la lámpara para que gotee. Si uno apagaba una vela, lámpara o mecha, por el simple hecho de ahorrar, era culpable. Esta serie de demenciales prohibiciones llegaba al punto de poder trasladar en sábado una lámpara nueva, pero no una vieja. El rigor de la Ley alcanzaba incluso a determinados adornos femeninos. Una mujer no podía salir a la calle con hilos de lana, ni con ovillo de lino, ni con lazos en la cabeza. El hombre corría peor suerte: no podía salir en sábado con sandalias cosidas a aguja, ni con una sola sandalia, ni con un amuleto (si no es de un entendido), ni con coraza, ni con yelmo, ni con botas. «El que transporte algo con la mano derecha o con la izquierda —dictaba la Ley—, en su seno o sobre sus espaldas, es culpable, porque así acostumbran a acarrear los hijos de Coat (responsables del transporte de los objetos del tabernáculo. Núm. 7, 9). El que transporta en el reverso de la mano, en el pie, en la boca, en el dedo, en la oreja, en el pelo, en la bolsa con la apertura hacia abajo, entre la bolsa y la camisa o en el volante de la camisa, en el zapato, en la sandalia, está eximido, ya que no transporta del modo que es habitual en los porteadores». Para qué seguir… (N. del m.)<<

[96] En general, a partir de los doce años, los varones entraban a formar parte, de pleno derecho, en la asamblea del pueblo judío. «El hijo rebelde y contumaz —especificaba la Ley— podía ser castigado, incluso, a la pena capital». ¿Y a partir de qué momento se le consideraba «hijo rebelde y contumaz»? El capítulo VIII del tratado Sanhedrinmakkot dice textualmente: «Desde que le hayan salido dos pelos (la pubertad), hasta que le haya crecido en torno la barba, la inferior, no la superior…». ¿Y a partir de qué momento era culpable? «Si ha comido un tritemor (la tercera parte de un peso) de carne y bebido medio log de vino italiano». (N. del m.)<<

[97] El Tabor era famoso desde tiempos remotos. Concretamente, desde la derrota de Jabín por Débora y Barac (Jueces IV). Bajo el mando de Débora, Barac reunió un ejército de diez mil hombres, pertenecientes a las tribus de Zabulón y Neftalí, acampando en lo alto del Tabor. Por su parte, el capitán Sísara apostó sus «nueve mil carros de hierro» en la llanura de Esdrelón, a los pies del Tabor. Y allí sufrió una ignominiosa derrota. A través de la historia, la cima del Tabor fue utilizada siempre como fortaleza. En el año 218 a. de J.C., Antíoco el Grande, antes de llevar su campaña hasta el Jordán, tomó el Tabor y estableció en él una guarnición. Gabino, cincuenta y tres años antes de Cristo, libró también una batalla en sus proximidades, venciendo a los judíos que mandaba Alejandro. Éste, según Josefo (Guerras I, 8-7), perdió diez mil guerreros. Cuando se registró la guerra judía, Flavio Josefo reforzó las defensas del Tabor, situando allí un cuartel. Según Plácido, general de Vespasiano, enviado a atacar el Tabor, «era imposible ascender hasta allí». Sólo mediante una estratagema consiguió la conquista de la cima y de su fortaleza. (N. del m.)<<

[98] La única de las diez ciudades griegas (la Decápolis) situada al oeste del Jordán era Scythópolis, la antigua Beth-Sean o ciudad de los escitas, fundada por los belicosos nómadas en sus correrías en el siglo VII a. de J.C. La mayoría de estas poblaciones helénicas se constituyó cuando los descendientes de los generales de Alejandro, lágidas de Egipto y seléucidas de Siria conquistaron la Palestina. Las más notables eran Gerasa, Pella, Hipos, Gadara, Filadelfia y, más al norte, Damasco. Pompeyo les había concedido la autonomía municipal, siempre bajo el gobierno y la soberanía de Roma. Los macabeos lucharon por devolver a estas ciudades al judaísmo. Pero su éxito fue relativo. El propio Alejandro Janeo tuvo que rendirse a la evidencia: la Decápolis, a pesar de hallarse incrustada en los territorios de Israel, era un «mundo aparte», claramente helenizado, bajo el comercio, la cultura y los dioses griegos. El caso de Pella, por ejemplo, fue dramático. Prefirió que la destruyeran a caer bajo la órbita de Jerusalén. Herodes el Grande, más astuto que los macabeos, llegó a un pacto con la Decápolis, beneficiándose de su indudable progreso. Con el tiempo surgieron también en Palestina otras ciudades griegas o claramente helenizadas, tales como Tolemaida (la antigua Acca o Acre), Gaza y Cesarea (el gran puerto de Israel). Siquem fue reconstruida igualmente por Herodes, recibiendo el nombre de Sebasta y alojando a una importante población griega. Lo mismo sucedería con Tiberíades y con Séforis, la capital de la Galilea. Los romanos, al hacerse con el poder en Palestina tras la muerte de Herodes, contribuyeron al distanciamiento y al recelo entre los judíos y los habitantes de estas ciudades, estableciendo en las mismas sendas guarniciones, con importantes tropas auxiliares de origen samaritano. (N. del m.)<<

[99] El puerperio, básicamente, es un proceso de regresión fisiológica, excepto en la glándula mamaria. Clínicamente se caracteriza por una serie de síntomas genitales, mamarios y generales. Entre los primeros figuran los conocidos «entuertos» y los «loquios». En general son más frecuentes en las multíparas. La abundancia en las secreciones —sudoral, urinaria y loquial— provoca una pérdida de peso durante los primeros ocho días. (Alrededor de 4 kilos). Estas fiebres pueden complicarse fácilmente, a causa de los microbios patógenos (estrepto, estafilococo y colibacilo), pudiendo provocar la muerte. En realidad debería hablarse de «infecciones puerperales», no de infección, ya que responden a un conjunto múltiple de factores o accidentes toxiinfecciosos. Cuando la mujer se encuentra sana —como era el caso de María—, lo más probable es que la infección tenga su origen en el microbismo latente vaginal o perineal, exaltado en su virulencia por el traumatismo obstétrico o por las deficientes condiciones higiénicas de la partera. Quizá fuera éste el caso de la madre de Jesús. De haberse complicado hacia una infección generalizada, la suerte de María habría resultado muy comprometida. (N. del m.)<<

[100] Tan destacada fecha es celebrada incluso en la actualidad en la sociedad judía, con un carácter profundamente religioso. El joven es conducido con gran solemnidad del kibbutz a la frontera, donde deberá hacer una simbólica guardia armada, en defensa de la sagrada tierra de Yavé. En ocasiones se le extrae sangre, destinada a transfusiones. Hoy, como hace dos mil años, al llegar a su mayoría de edad, el muchacho judío se integra plenamente en la comunidad. (N. del m.)<<

[101] En el capítulo 2 (versículos 41 al 50) del evangelio de Lucas se lee textualmente: «Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero, creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

»Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.” Él les dijo: “Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio». Como vemos, el evangelista, a pesar de haber recogido este suceso por terceras personas, no habla de «pérdida» o «extravío» de Jesús. Sencillamente, «se quedó en Jerusalén». (N. del m.) <<