Entra JULIETA sola.
JULIETA
Galopad raudos, corceles fogosos,
a la morada de Febo; la fusta
de Faetonte os llevaría al poniente,
trayendo la noche tenebrosa[35].
Corre tu velo tupido, noche de amores;
apáguese la luz fugitiva y que Romeo,
en silencio y oculto, se arroje en mis brazos.
Para el rito amoroso basta a los amantes
la luz de su belleza; o, si ciego es el amor,
congenia con la noche. Ven, noche discreta,
matrona vestida de negro solemne,
y enséñame a perder el juego que gano,
en el que los dos arriesgamos la virginidad.
Con tu negro manto cubre la sangre inexperta
que arde en mi cara, hasta que el pudor
se torne audacia, y simple pudor un acto de amantes.
Ven, noche; ven, Romeo; ven, luz de mi noche,
pues yaces en las alas de la noche
más blanco que la nieve sobre el cuervo.
Ven, noche gentil, noche tierna y sombría,
dame a mi Romeo y, cuando yo muera,
córtalo en mil estrellas menudas:
lucirá tan hermoso el firmamento
que el mundo, enamorado de la noche,
dejará de adorar al sol hiriente.
Ah, compré la morada del amor
y aún no la habito; estoy vendida
y no me han gozado. El día se me hace eterno,
igual que la víspera de fiesta
para la niña que quiere estrenar
un vestido y no puede. Aquí viene el ama.
Entra el AMA retorciéndose las manos, con la escalera de cuerda en el regazo.
Ah, me traes noticias, y todas las bocas
que hablan de Romeo rebosan divina elocuencia.
¿Qué hay de nuevo, ama? ¿Qué llevas ahí?
¿La escalera que Romeo te pidió que trajeses?
AMA
Sí, sí, la escalera.
[La deja en el suelo.]
JULIETA
Pero, ¿qué pasa? ¿Por qué te retuerces las manos?
AMA
¡Ay de mí! Ha muerto, ha muerto!
Estamos perdidas, Julieta, perdidas.
¡Ay de mí! ¡Nos ha dejado, está muerto!
JULIETA
¿Tan malvado es el cielo?
AMA
El cielo, no: Romeo. ¡Ah, Romeo, Romeo!
¿Quién iba a pensarlo? ¡Romeo!
JULIETA
¿Qué demonio eres tú para así atormentarme?
Es una tortura digna del infierno.
¿Se ha matado Romeo? Di que sí,
y tu sílaba será más venenosa
que la mirada mortal del basilisco.
Yo no seré yo si dices que sí, o si están
cerrados los ojos que te lo hacen decir.
Si ha muerto di «sí»; si vive, di «no».
Decirlo resuelve mi dicha o dolor.
AMA
Vi la herida, la vi con mis propios ojos
(¡Dios me perdone!) en su pecho gallardo.
El pobre cadáver, triste y sangriento,
demacrado y manchado de sangre,
de sangre cuajada. Me desmayé al verlo.
JULIETA
¡Estalla, corazón, mi pobre arruinado!
¡Ojos, a prisión, no veáis la libertad!
¡Barro vil, retorna a la tierra, perece
y únete a Romeo en lecho de muerte!
AMA
¡Ay, Tebaldo, Tebaldo! ¡Mi mejor amigo!
¡Tebaldo gentil, caballero honrado,
vivir para verte muerto!
JULIETA
¿Puede haber tormenta más hostil?
¿Romeo sin vida y Tebaldo muerto?
¿Mi querido primo, mi amado señor?
Anuncia, trompeta, el Día del Juicio,
pues, si ellos han muerto, ¿quién queda ya vivo?
AMA
Tebaldo está muerto y Romeo, desterrado.
Romeo le mató y fue desterrado.
JULIETA
¡Dios mío! ¿Romeo derramó sangre de Tebaldo?
AMA
Sí, sí, válgame el cielo, sí.
JULIETA
¡Qué alma de serpiente en su cara florida!
¿Cuándo un dragón guardó tan bella cueva?
¡Hermoso tirano, angélico demonio!
¡Cuervo con plumas de paloma, cordero lobuno!
¡Ser despreciable de divina presencia!
Todo lo contrario de lo que parecías,
un santo maldito, un ruin honorable.
Ah, naturaleza, ¿qué no harías en el infierno
si alojaste un espíritu diabólico
en el cielo mortal de tan grato cuerpo?
¿Hubo libro con tan vil contenido
y tan bien encuadernado? ¡Ah, que el engaño
resida en palacio tan regio!
AMA
En los hombres no hay lealtad, fidelidad,
ni honradez. Todos son perjuros, embusteros,
perversos y falsos. ¿Dónde está mi criado?
Dame un aguardiente: las penas y angustias
me envejecen. ¡Caiga el deshonor sobre Romeo!
JULIETA
¡Que tu lengua se llague por ese deseo!
Él no nació para el deshonor. El deshonor
se avergüenza de posarse en su frente,
que es el trono en que el honor puede reinar
como único monarca de la tierra.
¡Ah, qué monstruo he sido al insultarle!
AMA
¿Vas a hablar bien del que mató a tu primo?
JULIETA
¿Quieres que hable mal del que es mi esposo?
¡Mi pobre señor! ¿Quién repara el daño
que ha hecho a tu nombre tu reciente esposa?
Mas, ¿por qué, infame, mataste a mi primo?
Porque el infame de mi primo te habría matado.
Atrás, necias lágrimas, volved a la fuente;
sed el tributo debido al dolor
y no, por error, una ofrenda a la dicha.
Mi esposo está vivo y Tebaldo iba a matarle;
Tebaldo ha muerto y habría matado a Romeo.
Si esto me consuela, ¿por qué estoy llorando?
Había otra palabra, peor que esa muerte,
que a mí me ha matado. Quisiera olvidarla,
mas, ay, la tengo grabada en la memoria
como el crimen en el alma del culpable.
«Tebaldo está muerto y Romeo, desterrado».
Ese «desterrado», esa palabra
ha matado a diez mil Tebaldos. Su muerte
ya sería un gran dolor si ahí terminase.
Mas si este dolor quiere compañía
y ha de medirse con otros pesares,
¿por qué, cuando dijo «Tebaldo ha muerto»,
no añadió «tu padre», «tu madre», o los dos?
Mi luto hubiera sido natural.
Pero a esa muerte añadir por sorpresa
«Romeo, desterrado», pronunciar tal palabra
es matar a todos, padre, madre, Tebaldo,
Romeo, Julieta, todos. «¡Romeo, desterrado!».
No hay fin, ni límite, linde o medida
para la muerte que da esa palabra, ni palabras
que la expresen. Ama, ¿dónde están mis padres?
AMA
Llorando y penando sobre el cuerpo de Tebaldo.
¿Vas con ellos? Yo te llevo.
JULIETA
Cesará su llanto y seguirán fluyendo
mis lágrimas por la ausencia de Romeo.
Como yo, las pobres cuerdas se engañaron;
recógelas: Romeo está desterrado.
Para subir a mi lecho erais la ruta,
mas yo, virgen, he de morir virgen viuda.
Venid, pues. Ven, ama. Voy al lecho nupcial,
llévese la muerte mi virginidad.
AMA
Tú corre a tu cuarto. Te traeré a Romeo
para que te consuele. Sé bien dónde está.
Óyeme, esta noche tendrás a Romeo:
se esconde en la celda de su confesor.
JULIETA
¡Ah, búscale! Dale este anillo a mi dueño
y dile que quiero su último adiós.
Salen.