Entra FRAY LORENZO solo, con una cesta.
FRAY LORENZO
Sonríe a la noche la clara mañana
rayando las nubes con luces rosáceas.
Las sombras se alejan como el que va ebrio,
cediendo al día y al carro de Helio[26].
Antes que el sol abra su ojo de llamas,
que alegra el día y ablanda la escarcha,
tengo que llenar esta cesta de mimbre
de hierbas dañosas y flores que auxilien.
La tierra es madre y tumba de natura,
pues siempre da vida en donde sepulta:
nacen de su vientre muy diversos hijos
que toman sustento del seno nutricio.
Por muchas virtudes muchos sobresalen;
ninguno sin una y todos dispares.
Grande es el poder curativo que guardan
las hierbas y piedras y todas las plantas.
Pues no hay nada tan vil en la tierra
que algún beneficio nunca le devuelva,
ni nada tan bueno que, al verse forzado,
no vicie su ser y se aplique al daño.
La virtud es vicio cuando sufre abuso
y a veces el vicio puede dar buen fruto.
Entra ROMEO.
Bajo la envoltura de esta tierna flor
convive el veneno con la curación,
porque, si la olemos, al cuerpo da alivio,
mas, si la probamos, suspende el sentido.
En el hombre acampan, igual que en las hierbas,
virtud y pasión, dos reyes en guerra;
y, siempre que el malo sea el que aventaja,
muy pronto el gusano devora esa planta.
ROMEO
Buenos días, padre.
FRAY LORENZO
¡Benedicite!
¿Qué voz tan suave saluda tan pronto?
Hijo, despedirse del lecho a estas horas
dice que a tu mente algo la trastorna.
La preocupación desvela a los viejos
y donde se aloja, no reside el sueño;
mas donde la mocedad franca y exenta
extiende sus miembros, el sueño gobierna.
Si hoy madrugas, me inclino a pensar
que te ha levantado alguna ansiedad.
O, si no, y entonces seguro que acierto,
esta noche no se ha acostado Romeo.
ROMEO
Habéis acertado, pero fue una dicha.
FRAY LORENZO
¡Dios borre el pecado! ¿Viste a Rosalina?
ROMEO
¿Cómo Rosalina? No, buen padre, no.
Ya olvidé ese nombre y el pesar que dio.
FRAY LORENZO
Bien hecho, hijo mío. Mas, ¿dónde has estado?
ROMEO
Dejad que os lo diga sin gastar preámbulos.
He ido a la fiesta del que es mi enemigo,
donde alguien de pronto me ha dejado herido,
y yo he herido a alguien. Nuestra curación
está en vuestra mano y santa labor.
No me mueve el odio, padre, pues mi ruego
para mi enemigo también es benéfico.
FRAY LORENZO
Habla claro, hijo: confesión de enigmas
solamente trae absolución ambigua.
ROMEO
Pues oíd: la amada que llena mi pecho
es la bella hija del gran Capuleto.
Le he dado mi alma, y ella a mí la suya;
ya estamos unidos, salvo lo que una
vuestro sacramento. Dónde, cómo y cuándo
la vi, cortejé, y juramos amarnos,
os lo diré de camino; lo que os pido
es que accedáis a casarnos hoy mismo.
FRAY LORENZO
¡Por San Francisco bendito, cómo cambias!
¿Así a Rosalina, amor de tu alma,
ya has abandonado? El joven amor
sólo está en los ojos, no en el corazón.
¡Jesús y María! Por tu Rosalina
bañó un océano tus mustias mejillas.
¡Cuánta agua salada has tirado en vano,
sazonando amor, para no gustarlo!
Aún no ha deshecho el sol tus suspiros,
y aún tus lamentos suenan en mi oído.
Aquí, en la mejilla, te queda la mancha
de una antigua lágrima aún no enjugada.
Si eras tú mismo, y tanto sufrías,
tú y tus penas fueron para Rosalina.
¿Y ahora has cambiado? Pues di la sentencia:
«Que engañe mujer si el hombre flaquea».
ROMEO
Me reñíais por amar a Rosalina.
FRAY LORENZO
Mas no por tu amor: por tu idolatría.
ROMEO
Queríais que enterrase el amor.
FRAY LORENZO
No quieras
meterlo en la tumba y tener otro fuera.
ROMEO
No me censuréis. La que amo ahora
con amor me paga y su favor me otorga.
La otra lo negaba.
FRAY LORENZO
Te oía muy bien
declamar amores sin saber leer[27].
Mas ven, veleidoso, ven ahora conmigo;
para darte ayuda hay un buen motivo:
en vuestras familias servirá la unión
para que ese odio se cambie en amor.
ROMEO
Hay que darse prisa. Vámonos ya, venga.
FRAY LORENZO
Prudente y despacio. Quien corre, tropieza.
Salen.