El original del que proceden las ediciones modernas de ROMEO Y JULIETA es una edición en cuarto de 1599, basada seguramente en el manuscrito original de Shakespeare. Como en su portada se dice que el texto ha sido corregido, aumentado y enmendado, cabe suponer que se publicó para sustituir a la «edición pirata» que le precedió y presentar la obra en su integridad, tal como ocurrió unos años después con Hamlet. En efecto, en 1597 apareció una edición no autorizada de la obra, que suele explicarse como una reconstrucción mnemotécnica del original, realizada posiblemente con la ayuda de los actores que intervinieron en las representaciones. Este texto contiene numerosos errores y corrupciones y no pasa de 2.200 líneas (verso y prosa), lo que representa unas tres cuartas partes del texto de 1599. Según Hosley, el texto de la «edición pirata» de 1597 (conocida como Q1) es, paradójicamente, posterior al de la de 1599 (conocida como Q2) y no al revés, ya que presenta la obra después de la puesta en escena: pese a sus imperfecciones textuales, las acotaciones de Q1 son más largas y explícitas de lo habitual en Shakespeare y reflejan el juego escénico mejor que la de 1599 (que, por tanto, ofrece el texto escrito antes de cualquier representación).
Todas las ediciones del siglo XVII proceden de Q2 (y la recogida en el infolio de 1623 es una reimpresión del texto de la tercera edición en cuarto, de 1609). Sin embargo, Q2 no es un texto perfecto y plantea diversos problemas que requieren tener en cuenta variantes posteriores o efectuar enmiendas. En ciertos casos y, una vez más, pese a sus muchas corrupciones, el texto de Q1 puede aportar alguna solución a estos problemas.
Para mi traducción me atengo básicamente al texto de Q2y, como en algunas ediciones modernas, acepto alguna lectura de Q1 en puntos concretos, así como enmiendas posteriores. En especial, he incorporado casi todas las acotaciones escénicas de Q1 en razón de su autoridad e interés histórico y escénico. Por lo demás, las pocas acotaciones que añado, puestas entre corchetes, proceden de ediciones modernas y suelen estar avaladas por el contexto o la tradición escénica. El punto y raya que a veces aparece en el diálogo intenta aclarar, sin necesidad de agregar más acotaciones, lo que generalmente es un cambio de interlocutor. Como en las primeras ediciones, en esta traducción se omite la localización escénica y, aunque no se prescinde de la división en actos y escenas, tampoco se la destaca tipográficamente ni se dejan grandes huecos entre escenas: el espacio escénico del teatro isabelino era abierto, carecía de telón y decorado y de la escenografía realista de épocas posteriores. El «lugar» de la acción venía indicado en el diálogo y, al parecer, la obra se representaba sin interrupción.
Por lo demás, y como mis otras traducciones de Shakespeare, esta nueva versión de ROMEO Y JULIETA aspira a ser fiel a la naturaleza dramática de la obra, a la lengua del autor y al idioma del lector[4]. Como queda explicado en la Introducción, la lengua de ROMEO Y JULIETA es tan rica en juegos de palabras, recursos retóricos, rimas y registros que sería prolijo dar cuenta de todos ellos en las notas a pie de página de esta edición. Baste decir que, sin esclavizarme, he intentado reproducirlos en la traducción con el fin de ofrecer un efecto equivalente. También he querido traducir como tal la canción de la obra, de modo que la letra en castellano se ajuste a la partitura (melodía, ritmo y compases; véase en el Apéndice). En cuanto al texto original en verso suelto no rimado, que es el que predomina, lo pongo en verso libre por parecerme el medio más idóneo, ya que permite trasladar el sentido sin desatender los recursos estilísticos ni prescindir de la andadura rítmica.
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Una vez más, quisiera expresar mi agradecimiento a quienes me ayudan, de una u otra forma, a preparar mis traducciones de Shakespeare: Veronica Maher, Eloy Sánchez Rosillo, Pedro García Montalvo, Mariano de Paco y Miguel Ángel Centenero. A todos ellos, mi gratitud más sincera.
A.-L. P.