Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como el huracán empuja
las olas en tropel.
Murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo,
como volcán que sordo
anuncia que va a arder.
Deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como a través de un tul,
colores, que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del iris,
que nadan en la luz,
ideas sin palabras,
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás,
memorias y deseo
de cosas que no existen;
accesos de alegría,
impulsos de llorar,
actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin rienda que lo guíe
caballo volador;
locura que el espíritu
exalta y enardece;
embriaguez divina
del genio creador.
Tal es la inspiración
Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro,
y entre las sombras hace
la luz aparecer,
brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel,
hilo de luz que en haces
los pensamientos ata;
sol que las nubes rompe
y toca en el cenit.
Inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir,
armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás,
cincel que el bloque muerde
la estatua modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal,
atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción,
raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga;
oasis que al espíritu
devuelve su vigor.
Tal es nuestra razón.
Con ambas siempre lucha,
y de ambas vencedor,
tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.