Agradecimientos

Nuestra comprensión de la Edad Media ha variado de manera espectacular en los últimos cincuenta años. Aunque de vez en cuando todavía oímos a algún científico presuntuoso referirse a ese período con el término «Edad de las Tinieblas», los puntos de vista modernos han desechado hace mucho tiempo esos simplismos. Una época que antiguamente se consideraba estática, brutal y sumida en la ignorancia, se ve ahora como un período dinámico y cambiante: un período en el que se buscaba y valoraba el conocimiento; en el que nacieron las grandes universidades y se fomentó la enseñanza; en el que la tecnología se impulsó con entusiasmo; en el que la relaciones sociales fluctuaron continuamente; en el que el comercio alcanzó una dimensión internacional; en el que el nivel global de violencia era con frecuencia mucho menos catastrófico que en la actualidad. En cuanto a la fama atribuida a la Edad Media como oscura época de provincianismo, prejuicios religiosos y grandes masacres, la historia del siglo XX debería llevar a cualquier observador reflexivo a la conclusión de que nuestro tiempo no es en modo alguno superior.

De hecho, la concepción del medioevo como un período brutal surgió en el Renacimiento, cuando los defensores de la nueva corriente se esforzaron por poner de relieve la aparición de un nuevo espíritu, aun a costa de falsear la realidad. Si la idea de un mundo medieval sumido en la ignorancia se consolidó como error generalizado y duradero, quizá sea porque confirma una extendida creencia contemporánea: que nuestra especie siempre avanza hacia formas de vida mejores y más desarrolladas. Dicha creencia es una simple fantasía, pero está muy arraigada. Especialmente difícil resulta para el hombre moderno concebir que nuestra época, dominada por la ciencia, pudiera no ser un avance respecto a períodos precientíficos.

Ahora una observación en cuanto a los viajes en el tiempo. Si bien es cierto que el teletransporte cuántico se ha demostrado en laboratorios de todo el mundo, la aplicación práctica de tales fenómenos se reserva al futuro. Las ideas expuestas en este libro fueron suscitadas por las estimulantes especulaciones de David Deutsch, Kip Thorne, Paul Nahin y Charles Bennett, entre otros. Lo que aquí aparece quizá les divierta, pero no lo tomarán en serio. Esto es una novela: los viajes en el tiempo se asientan firmemente en el mundo de la fantasía.

En cambio, la representación del mundo medieval parte de una base más sólida, y por ello estoy en deuda con la obra de muchos estudiosos, algunos de los cuales se mencionan en la bibliografía incluida a continuación. Los errores son míos, no de ellos.

Deseo asimismo expresar mi agradecimiento a Catherine Kanner por las ilustraciones, y Brant Gordon por las representaciones arquitectónicas generadas por ordenador.

Por último, deseo agradecer al historiador Bart Vranken sus inestimables percepciones, así como su compañía durante las excursiones por las descuidadas y poco conocidas ruinas del Perigord.