Se produjo un silencio. Nadie se movió, ni siquiera para cambiar de postura. Mudos de asombro, se limitaban a contemplar el pergamino.
Marek, con la mente acelerada, exploraba todas las posibilidades. En virtud de sus conocimientos pormenorizados y enciclopédicos sobre la Edad Media, había desempeñado durante varios años funciones de asesor externo del Museo de Arte Metropolitano de Nueva York en materia de artefactos medievales. Por consiguiente, poseía amplia experiencia con toda clase de falsificaciones. Era cierto que rara vez se había encontrado con documentos falsos —por lo general, las falsificaciones consistían en una armadura que, como se descubría finalmente, había sido fabricada en Brooklyn, o en piedras preciosas engarzadas en un brazalete de diez años de antigüedad—, pero con el tiempo había desarrollado un preciso método de evaluación.
—Bien, vayamos por partes —dijo Marek—. ¿Estás segura de que ésta es su letra?
—Sí —contestó Elsie—. Totalmente segura.
—¿Cómo lo sabes?
—Soy grafóloga, André —replicó Elsie con un mohín de desdén—. Pero aquí puedes verlo con tus propios ojos. —Sacó una nota, escrita en mayúsculas, que Johnston había adjuntado a una factura días atrás: COMPROBAD ESTE COBRO, POR FAVOR. La colocó junto al texto del pergamino—. De hecho, las letras mayúsculas se analizan más fácilmente. En la «A», por ejemplo, la barra central presenta una ligera inclinación descendente. Traza primero las dos líneas oblicuas y retrocede desde la base de la segunda línea para trazar la barra, y de ahí que ésta quede un poco inclinada. O fíjate en la «D». Traza de arriba abajo el palo vertical y luego asciende otra vez al punto de partida para iniciar el semicírculo. O en la «E», que escribe primero como una «L» y luego completa con un trazo en zigzag hacia arriba, añadiendo las dos barras superiores. No hay duda. Es su letra.
—¿No podría haberla falsificado alguien?
—No. En una falsificación, se detectan interrupciones en el trazo y otros detalles. Ésta es su letra.
—¿Podría habernos gastado una broma el profesor? —sugirió Kate.
—Si es así, no tiene ninguna gracia.
—¿Y qué sabemos del pergamino en el que está escrito? —preguntó Marek—. ¿Es tan antiguo como los otros del legajo?
—Sí —contestó David Stern, acercándose—. A falta de la datación por carbono, diría que sí, que es de la misma época que los otros.
¿Cómo es posible?, pensó Marek, y dijo:
—¿Estás seguro? Este pergamino parece distinto. Noto la superficie más rugosa.
—Es más rugosa —confirmó Stern—, porque está mal raspada. En la Edad Media el pergamino era un material muy valioso. Normalmente se utilizaba, se borraba mediante un raspado y volvía a usarse. Pero si examinamos este pergamino bajo una luz ultravioleta… ¿Hay alguien cerca de los interruptores?
Kate apagó las luces, y en la oscuridad Stern enfocó sobre la mesa el haz de una lamparilla violácea.
De inmediato Marek vio más escritura en el pergamino, tenue pero aún claramente perceptible.
—Originalmente esto era una factura de alojamiento —explicó Elsie—. Luego alguien raspó el pergamino, de una manera expeditiva y tosca, como si tuviera prisa.
—¿Insinúas que lo raspó el profesor? —preguntó Chris.
—No sé quién lo raspó. Pero no era un experto.
—Muy bien —terció Marek—. Hay una forma de salir de dudas definitivamente. —Se volvió hacia Stern—. ¿Qué puedes decirnos de la tinta, David? ¿Es auténtica?
Stern vaciló.
—No estoy seguro.
—¿No estás seguro? ¿Por qué?
—En cuanto a la composición química —contestó Stern—, es exactamente como cabría esperar: hierro en forma de óxido ferroso y agalla como aglutinante orgánico, más una pequeña parte de carbón para hacerla más negra y un cinco por ciento de sacarosa. En aquella época añadían azúcar para darle una pátina brillante a las tintas una vez secas. Así que es tinta corriente de hierro y agalla, propia del período. Pero eso en sí mismo no demuestra nada.
—En efecto —convino Marek. En suma, Stern admitía la posibilidad de que fuera una falsificación.
—De modo que he aplicado los métodos de análisis volumétrico para la agalla y el hierro —prosiguió Stern—, como suelo hacer en casos dudosos. Sirven para determinar las proporciones exactas presentes en la tinta. Los análisis volumétricos indican que esta tinta en particular es semejante pero no idéntica a la tinta de los otros documentos.
—Semejante pero no idéntica —repitió Marek—. ¿Cuál es el grado de semejanza?
—Como sabes, las tintas medievales se mezclaban a mano antes de usarse, porque se echaban a perder enseguida. La agalla es una sustancia orgánica, obtenida de ciertas excrecencias de los robles, y era la causa de que las tintas se estropearan a corto plazo. A veces se añadía vino a la mezcla a modo de conservante. En todo caso, se observan grandes variaciones en el contenido de agalla y hierro de un documento a otro. Entre distintos documentos, llegan a encontrarse diferencias del veinte o incluso el treinta por ciento. Estos porcentajes nos permiten establecer si dos documentos se escribieron el mismo día, con la misma tinta. Esta tinta en particular presenta una diferencia del veintinueve por ciento respecto a los documentos anterior y posterior del legajo.
—No es significativa —dijo Marek—. Esos datos no corroboran su autenticidad ni su falsedad. ¿Has hecho un análisis espectrográfico?
—Sí. Acabo de terminarlo. Aquí tienes los espectros de los tres documentos; el del profesor está en medio. —Tres líneas con una serie de picos ascendentes y descendentes—. También dan resultados semejantes pero no idénticos.
—No tan semejantes —comentó Marek, observando la sucesión de picos—. En la tinta del profesor, además de la diferencia porcentual en el contenido de hierro, se advierten muchos oligoelementos, incluido… ¿Qué es este pico, por ejemplo?
—Cromo.
Marek dejó escapar un suspiro.
—Lo cual revela que es una tinta moderna.
—No necesariamente.
—En las tintas de los otros dos documentos no se ha detectado cromo —objetó Marek.
—Es cierto, pero sí se encuentra cromo en las tintas de otros manuscritos de la época. Es bastante común.
—¿Hay cromo en este valle?
—No —contestó Stern—, pero en toda Europa se importaba cromo para la elaboración de tintes textiles y tintas.
—Pero ¿y estos otros contaminantes? —Insistió Marek, señalando los picos del espectro. Movió la cabeza en un gesto de negación—. Lo siento, pero no me lo creo.
—Estoy de acuerdo —dijo Stern—. Tiene que ser una broma.
—Pero no lo sabremos con total certeza sin la datación por carbono —añadió Marek. El carbono-14 les permitiría determinar la antigüedad tanto de la tinta como del pergamino con un margen de error de cincuenta años. Eso bastaría para aclarar cualquier duda respecto a la falsedad del documento.
—También me gustaría hacer un análisis de termoluminiscencia y quizá, ya puestos, una activación por láser —propuso Stern.
—Aquí no tienes el equipo necesario.
—No, lo llevaré a Les Eyzles.
En Les Eyzles, el pueblo del valle contiguo convertido en centro de estudios prehistóricos del sur de Francia, había un laboratorio bien equipado que realizaba datación por carbono-14 y potasio-argón, así como mediante activación neutrónica y otros métodos complejos. Los resultados in situ no eran tan precisos como los obtenidos en los laboratorios de París o Toulouse, pero proporcionaban información útil a los científicos en cuestión de horas.
—¿Sería posible solicitarlas esta misma noche? —preguntó Marek.
—Lo intentaré.
Chris volvió a reunirse con el grupo; había ido a telefonear al profesor con un móvil.
—Nada —dijo—. Sale el buzón de voz.
—Muy bien. Por ahora no podemos hacer nada más —concluyó Marek—. Supongo que este mensaje es una broma extravagante. No se me ocurre quién puede habérnosla gastado, pero alguien tiene que haber sido. Mañana someteremos el pergamino a la prueba del carbono y fecharemos el mensaje. Sin duda quedará demostrado que es reciente. Y con el debido respeto a Elsie, sigo pensando que probablemente se ha falsificado la letra.
Elsie empezó a farfullar una airada protesta.
—Pero en cualquier caso —prosiguió Marek, interrumpiéndola—, el profesor ha de ponerse en contacto con nosotros mañana, y se lo preguntaré. Entretanto, os sugiero que os acostéis y descanséis bien.