¿A qué saben los zapatos?

El alivio que experimenté con las tarjetas me agudizó la imaginación para seguir buscando cosas de comer. Si hubiera tenido una navaja habría despedazado los zapatos y hubiera masticado tiras de caucho. Era lo más provocativo que tenía al alcance de la mano. Traté de separar con las llaves la suela blanca y limpia. Pero los esfuerzos fueron inútiles. Era imposible arrancar una tira de ese caucho sólidamente fundido a la tela.

Desesperadamente, mordí el cinturón hasta cuando me dolieron los dientes. No pude arrancar ni un bocado. En ese momento debí parecer una fiera, tratando de arrancar con los dientes pedazos de zapatos, del cinturón y la camisa. Ya al anochecer, me quité la ropa, completamente empapada. Quedé en pantaloncillos. No sé sí atribuírselo a las tarjetas, pero casi inmediatamente después estaba durmiendo. En mi séptima noche, acaso porque ya estaba acostumbrado a la incomodidad de la balsa, acaso porque estaba agotado después de siete noches de vigilia, dormí profundamente durante largas horas. A veces me despertaba la ola; daba un salto, alarmado, sintiendo que la fuerza del golpe me arrastraba al agua. Pero inmediatamente después recobraba el sueño.

Por fin amaneció mi séptimo día en el mar. No sé por qué estaba seguro de que no sería el último. El mar estaba tranquilo y nublado, y cuando el sol salió, como a las ocho de la mañana, me sentía reconfortado por el buen sueño de la noche reciente. Contra el cielo plomizo y bajo pasaron sobre la balsa las siete gaviotas.

Dos días antes había sentido una gran alegría con la presencia de las siete gaviotas. Pero cuando las vi por tercera vez, después de haberlas visto durante dos días consecutivos, sentí renacer el terror. «Son siete gaviotas perdidas», pensé. Lo pensé con desesperación. Todo marino sabe que a veces una bandada de gaviotas se pierde en el mar y vuela sin dirección durante varios días, hasta cuando siguen un barco que les indica la dirección del puerto. Tal vez aquellas gaviotas que había visto durante tres días eran las mismas todos los días, perdidas en el mar. Eso significaba que cada vez mi balsa se encontraba a mayor distancia de la tierra.