—No te muevas —dijo Talita—. Parecería que en vez de una compresa fría te estuviera echando vitriolo.
—Tiene como una especie de electricidad —dijo Oliveira.
—No digas pavadas.
—Veo toda clase de fosforescencias, parece una de Norman McLaren[1].
—Levantá un momento la cabeza, la almohada es demasiado baja, te la voy a cambiar.
—Mejor sería que dejaras tranquila la almohada y me cambiaras la cabeza —dijo Oliveira—. La cirugía está en pañales, hay que admitirlo.