¿Mató a su propio hermano? —Antimodes repitió la información que Par-Salian acababa de darle, y lo hizo con incredulidad.
Antimodes no había tomado parte en la Prueba de Raistlin; tanto el maestro como el mentor de un iniciado tenían prohibido participar en ella. Antimodes se había encargado de las de otros jóvenes magos; la mayoría lo había hecho bastante bien y todos la habían superado, mas ninguna había sido tan dramática como la de Raistlin. El archimago había lamentado no poder presenciarla; hasta que oyó esto.
Ahora estaba conmocionado y profundamente afectado.
—¿Y se le dio la Túnica Roja? Amigo mío, ¿estás en tu sano juicio? ¡No concibo un acto más perverso!
—Mató una imagen ilusoria de su gemelo —hizo hincapié Par-Salian—. Tú también tienes un hermano, ¿me equivoco? —preguntó con una sonrisa significativa.
—Sé a lo que te refieres y, sí, ha habido veces en que me habría gustada ver a mi hermano envuelto en llamas, pero hay un largo trecho entre pensar una cosa y llevarla a cabo.
¿Sabía Raistlin que era una ilusión?
—Cuando le hice esa pregunta —contestó el jefe del Cónclave—, me miró a los ojos y dijo en un tono que jamás olvidaré: «¿Acaso importa?».
—Pobre joven —suspiró Antimodes—. Pobres jóvenes, debería decir, ya que el otro gemelo presenció su propio fratricidio.
¿Realmente era necesario hacer eso?
—Así lo consideré. Aunque parezca extraño y a pesar de ser el más fuerte físicamente de los dos, Caramon depende mucho más de su hermano que Raistlin de él. Tenía la esperanza de que con esta demostración se cortara ese malsano vínculo, que Caramon se convenciera de que necesita construir su propia vida. Pero me temo que mi plan no ha tenido éxito. El joven ha exonerado completamente a su hermano aduciendo que Raistlin estaba herido, que no estaba en su sano juicio en ese momento y que, por lo tanto, no era responsable de sus actos. Y ahora, para complicar más las cosas, Raistlin es más dependiente que nunca de su gemelo.
—¿Cómo está de salud?
—Nada bien. Vivirá, pero sólo porque su espíritu es fuerte, mucho más que su cuerpo.
—Así que finalmente hubo un encuentro entre Raistlin y Fistandantilus, y el joven accedió al trato. ¡Ha entregado su energía vital a ese horrendo parásito!
—Hubo un encuentro y un trato —reiteró cautelosamente Par-Salian—. Pero creo que esta vez Fistandantilus no consiguió lo que esperaba.
—¿Y Raistlin no recuerda nada?
—Nada en absoluto. Fistandantilus debe de haberse ocupado de que sea así. No creo que quiera que el joven lo recuerde.
Puede que Raistlin accediera al trato, pero él no murió como les ocurrió a los otros. Algo lo mantuvo vivo y desafiante. Si alguna vez lo ocurrido vuelve a su memoria, creo que será Fistandantilus quien estará en grave peligro.
—¿Y qué cree el muchacho que le ocurrió?
—La propia Prueba destrozó su salud, le dejó unas secuelas en el corazón y los pulmones que lo atormentarán durante el resto de su vida. Lo achaca al combate contra el elfo oscuro, y yo no consideré oportuno sacarlo de su error. Si le hubiera dicho la verdad, no me habría creído.
—¿Consideras factible que alguna vez descubra la verdad?
—Sólo cuando llegue a conocer la verdad sobre sí mismo, si es que llega a hacerlo. Tiene que afrontar y admitir la oscuridad que lleva dentro de sí. Le he proporcionado los ojos indicados para hacerlo, si es que quiere: las pupilas en forma de reloj de arena de la hechicera Raelana. De ese modo, contemplará el paso del tiempo en todo aquello que mire. Ante esos ojos, la juventud se marchita, la belleza se aja, las montañas se deshacen en polvo.
—¿Y qué esperas conseguir con esa tortura? —demandó Antimodes, furioso, pensando que realmente el Cónclave se había excedido.
—Resquebrajar su arrogancia, enseñarle a tener paciencia.
Como ya he dicho, darle la habilidad de ver dentro de sí en caso de que mire hacia su interior. Habrá poca felicidad en su vida —admitió Par-Salian, que agregó—, pero presagio que tampoco la habrá para nadie en Ansalon. Sin embargo, lo compensé por lo que consideras mi crueldad.
—No he dicho que…
—Ni necesitas hacerlo, amigo mío. Sé lo que opinas. Le he entregado a Raistlin el Bastón de Mago, uno de nuestros artefactos más poderosos. Aunque pasará bastante tiempo antes de que el joven descubra su verdadero poder.
—De modo que ahora ya tienes tu espada. —La acritud de Antimodes era evidente: no quería que lo apaciguaran.
—El metal aguantó el fuego —repuso gravemente Par-Salian, —y salió templado y válido, con un excelente filo.
Ahora el joven tendrá que practicar, deberá aguzar las aptitudes que necesitará en el futuro y aprender otras nuevas.
—Ningún miembro de Cónclave lo tomará de aprendiz si piensa que está vinculado de algún modo con Fistandantilus.
Ni siquiera los Túnicas Negras. No se fiarían de él.
¿Cómo va, pues, a aprender?
—Sospecho que encontrará un maestro. Una dama ha puesto su atención en él, con un enorme y profundo interés.
—No será Ladonna, ¿verdad? —inquirió Antimodes, ceñudo.
—No, no. Otra dama mucho más importante y mucho más poderosa. —Par-Salian miró hacia la ventana, donde la luna roja brillaba con la intensidad de un rubí.
—¿De veras? —El archimago estaba impresionado—.
Bien, en tal caso, supongo que no tengo que preocuparme por él. Aun así, es muy joven y muy débil, y no disponemos de mucho tiempo.
—Como tú mismo dijiste, pasarán varios años antes de que la Reina de la Oscuridad reúna sus fuerzas, antes de que esté preparada para lanzar el ataque.
—Empero, ya empiezan a formar cúmulos las nubes de la guerra —comentó Antimodes con aire ominoso—. Nos encontramos solos bajo los últimos rayos del sol poniente, y vuelvo a preguntar: ¿dónde están los verdaderos dioses, ahora que los necesitamos?
—Donde siempre han estado —repuso Par-Salian con complacencia.