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El sol del atardecer, bajo la burbuja, era cálido y agradable. Era tarde, pero me fui derecho al club: ducha, zambullida, diez minutos en la sauna. Y cuando salí, estaba preparado para mi cita con S. Ya. Más que listo. Estaba ansioso. No sólo por la misma S. Ya., bonita, inteligente y amable como era. Deseaba mucho más hacer el amor con ella, pero también quería hablar.

Todo ese material que Sigfrid me daba… ¿se trataba de su alocada fantasía electrónica? ¿O era auténtico? S. Ya. lo sabría, o, al menos, podría hablar delicadamente sobre la posibilidad de extender emociones de máquina hasta inteligencia de máquina.

¡Oh, no me había olvidado de Klara! Seguía estando en mi corazón, tanto como siempre. Más que nunca, porque bajo el dolor y la culpa estaban la ternura y el amor, que yo conservaría para siempre, donde quiera que estuviese la Klara real.

Vuelvo a tener todas mis partes. Estoy entero y tan bien como cualquier cosa viviente pueda estar nunca… lo que, decido, es más que suficiente para mí. ¡Hasta hay algo que deseo hacer! Le debo un favor a Sigfrid. El me curó…

Tal vez, con una ayudita de S. Ya., la Gracia de Dios y Buena Suerte pueda, al final, empezar a curarle.