El encuentro con Denis me dejó aún más confundida que antes. Había sido una impactante imagen de la advertencia de Mark, un augurio de lo que podría pasarme si no tenía cuidado. Yo no era igual que Denis, ¿verdad? Yo no buscaba el peligro sin motivación. Buscaba el peligro, sí… pero por una razón. Tenía que cumplir la promesa que había hecho de encontrar a Dimitri. Tal vez era algo suicida y solo me estaba engañando al pensar que era una causa noble.
Viktoria no me dejó oportunidad de cavilar más. Un poco más tarde, por la noche, cuando la familia se había acomodado en el salón después de comer demasiado, le preguntó a Olena:
—¿Puedo ir a casa de Marina? Va a hacer una fiesta antes de que volvamos al instituto.
Caray. Parecía que Abe y los alquimistas no eran los únicos de por allí que tenían secretos. Miré alternativamente las caras de Olena y de Viktoria, curiosa por saber cómo se iba a desarrollar la situación. Olena y Yeva estaban tejiendo, pero Yeva no levantó la vista. Viktoria había hablado en inglés. Olena se quedó pensativa.
—Tienes que salir pronto mañana para volver al instituto.
—Lo sé. Pero puedo dormir en el autobús. Todos van a estar allí esta noche.
—Que vaya todo el mundo no es un argumento convincente —se burló Olena.
—Todos estarán cansados también —respondió Viktoria sonriendo.
—Te vas a perder tu última noche con Rose.
—Saldré con ella cuando vuelva.
—Genial. Así que te vas a quedar levantada hasta más tarde todavía.
—No será tan tarde. Volveré para las dos.
—Ni hablar. Volverás a las doce —Olena volvió a su labor. Pero, si no había oído mal, le había dado permiso.
Viktoria miró el reloj. Eran casi las ocho y media. Su cara me dejó claro que no estaba de acuerdo con la hora de regreso, pero aparentemente decidió aprovechar lo que podía. Karolina nos dedicó una mirada extraña cuando salimos de la habitación, pero no dijo nada. Sonya y Paul, enfrascados en un programa de la televisión, apenas notaron que nos íbamos. Tenía que averiguar qué estaba sucediendo.
—Vale —le dije cuando ya estábamos subiendo las escaleras—, ¿qué está pasando? Creía que no ibas a ir a casa de Marina.
Viktoria sonrió y me hizo señas para que entrase en su habitación. Me acababa de enterar de que su dormitorio antes era el de Dimitri y cada vez que entraba allí tenía que resistir la necesidad de lanzarme sobre la cama, por más que supiese que las sábanas se habían lavado muchísimas veces desde aquellos tiempos. Pero yo me imaginaba que olían a Dimitri y sentía su calor como si los dos estuviéramos allí tumbados.
—Y no voy a ir —Viktoria empezó a rebuscar en su armario y sacó un vestido rojo corto y sin mangas, con encaje en los tirantes. La tela era elástica, de esa que parece que va a marcarlo todo. Me quedé helada cuando empezó a ponérselo. Era bastante provocativo.
—¿Es broma?
No. Viktoria se quitó la camisa y los vaqueros y se lo puso. No le costó, pero era tan ajustado como aparentaba. Ella no tenía tanto pecho como yo, pero con un vestido como ese no importaba.
—Vale —dije, comprendiéndolo por fin—. ¿Cómo se llama?
—Rolan —confesó—. Ay, Rose. Es increíble. Y es la última noche que voy a poder verlo antes de empezar las clases.
No sabía si alegrarme por ella o lamentarlo por Nikolai. Este Rolan debía de ser la razón por la que no le daba ni una oportunidad a Nikolai. Estaba perdidamente enamorada de otro. Pero ese vestido…
—Te debe de gustar mucho —observé con sequedad.
Abrió mucho los ojos.
—¿Quieres conocerlo?
—Eh… bueno, no quiero entrometerme en tu cita…
—Tranquila. Solo pasa por allí a saludar, ¿vale?
Sentía que me estaba entrometiendo, pero a la vez… tenía curiosidad por conocer al chico que podía hacer que saliera de casa con esa pinta, sobre todo cuando empezó a ponerse el maquillaje de guerra: perfilador de ojos extraoscuro y pintalabios rojo intenso. Así que accedí a conocer a Rolan y salimos de la casa tan silenciosamente como pudimos; aunque llevaba un abrigo encima del vestido, Viktoria no quería encontrarse con su madre.
Nos dirigimos al centro, después hicimos unos cuantos giros y dimos algunas vueltas, hasta que acabamos detrás de un almacén, sin nada de particular, en una zona abandonada del pueblo. Todo estaba tranquilo, pero un dhampir alto y con pinta de duro se hallaba de pie y con los brazos cruzados junto a la puerta de entrada del edificio. Viktoria se detuvo cerca y me dijo que teníamos que esperar ahí. Un minuto después, un grupo de moroi de diferentes edades apareció por allí charlando y riendo. El dhampir los miró de arriba abajo y, a continuación, les abrió la puerta. Por el ángulo salieron luces y música, luego cerró de nuevo y todo volvió a quedar en silencio.
—Así que este es el mundo secreto de los dhampir de Baia —murmuré. Ella no me oyó porque de repente su cara se iluminó.
—¡Ahí está!
Me señaló a dos hombres que se acercaban. Ambos eran moroi. Quién lo hubiese dicho… El novio secreto de Viktoria no era un dhampir. Supongo que eso no me sorprendió demasiado, pero la forma en que iba vestida todavía me chocaba. Le dio un fuerte abrazo y nos presentó. Su amigo se llamaba Sergey y me sonrió educadamente antes de entrar corriendo en el local, donde al parecer también le esperaba una chica.
Tuve que reconocer que Viktoria tenía buen gusto: Rolan estaba muy bueno. Su pelo, de color caoba oscuro, era suave y ondulado. Sus ojos verdes me recordaron, con una punzada de dolor, a los de Adrian. La sonrisa que le dedicó a Viktoria me resultó impresionante. Y la expresión de su cara era igual que la de Nikolai cuando estaba cerca de ella.
Rolan le tomó las manos a Viktoria, se las llevó a los labios y le dio un beso a cada una. Esos ojos tan verdes no se separaban de los de ella y le murmuró algo que no pude oír. Ella se ruborizó y le contestó en ruso. No necesité traducción para saber que el contenido era picante y coqueto. Sin dejar de sonreír, me miró y, aunque acababan de presentarnos, pareció que era la primera vez que me veía… Pero su mirada demostró interés.
—Eres nueva por aquí, ¿verdad? —preguntó.
Viktoria le abrazó y apoyó la cabeza contra su pecho.
—Rose está de visita. Es una amiga de la familia.
—Ah —dijo él—. Ahora recuerdo que he oído hablar de ti. No tenía ni idea de que una asesina de strigoi tan feroz pudiera ser tan guapa.
—Es parte del trabajo —le contesté cortante.
—¿Vas a volver al instituto con Viktoria? —siguió preguntando.
—No. Me quedaré por aquí un poco más —seguía sin tener ni idea de lo que iba a hacer, pero «un poco más» podía significar una hora o un año.
—Hum… —se quedó pensativo. Volvió a mirar a Viktoria, le dio un beso en el pelo y le acarició el cuello. Sus siguientes palabras fueron para ella—: Me alegro de que hayas podido venir antes de irte. No sé cómo voy a poder seguir, estando tú tan lejos.
Ella le dedicó una sonrisa radiante.
—No podía irme sin verte una vez más… —dejó la frase sin terminar, abrumada por la emoción, y él se inclinó con la mano todavía en su cuello y durante un horrible momento creí que se iban a enrollar allí mismo.
Por suerte, la aparición de una dhampir que se acercaba los interrumpió. Viktoria soltó a Rolan y abrazó a la otra chica. Parecía que hacía tiempo que no se veían, porque se pusieron rápidamente a hablar en ruso y pasaron de Rolan y de mí. Momentáneamente libre, él se me acercó.
—Cuando Viktoria vuelva al instituto, te vas a quedar aquí sola… Si quieres te puedo enseñar un poco el lugar.
—Gracias, ya he visto todo lo que hay que ver.
Él no dejó de sonreír.
—Claro. Bueno, entonces quizá simplemente podríamos quedar y… ¿hablar?
No me lo podía creer. Treinta segundos antes, ese tío no le quitaba las manos de encima a Viktoria y ahora estaba intentando quedar conmigo en cuanto ella saliese del pueblo. Me dio asco y tuve que reprimirme para no hacer una tontería.
—Lo siento, pero no creo que vaya a estar aquí el tiempo suficiente.
Me dio la impresión de que las mujeres no lo rechazaban muy a menudo. Frunció el ceño e intentó protestar, pero Viktoria volvió y lo abrazó de nuevo. Me estudió desconcertado durante unos segundos más y después centró su atención en ella, sonriéndole y desplegando su encanto. Ella se lo tragó y, aunque los dos intentaron incluirme en la conversación, estaban totalmente absortos el uno en el otro. Puede que Rolan estuviese interesado por mí, pero por ahora ella era un objetivo más fácil que no iba a estar disponible durante mucho tiempo. Sentí otra oleada de asco. Cuanto más estuviera allí, más cuenta me daría de lo que se estaba cociendo. Toda la gente que entraba eran chicos moroi o chicas dhampir. Y las chicas iban todas vestidas como Viktoria. Aquel era un antro de prostitutas de sangre. De repente, el mundo secreto de los dhampir de Baia dejó de interesarme.
De hecho, no lo soportaba. Solo quería salir de allí. No, un momento. Lo que quería era salir de allí y llevarme a Viktoria a rastras, aunque fuese pataleando y chillando. Rolan sin duda era una persona sórdida y no quería que estuviera ni un minuto más con él. Enseguida quedó claro que no iban a permanecer toda la noche de pie en el callejón. Querían entrar allí y hacer Dios sabe qué.
—Viktoria —le dije, intentando ser razonable—, ¿no quieres volver a casa y que salgamos por ahí? Ya sabes, mañana ya no voy a poder verte.
Ella dudó, pero negó con la cabeza.
—Tampoco voy a poder ver a Rolan. Pero te prometo que iré a verte luego, en cuanto llegue a casa. Nos quedaremos despiertas toda la noche. A mamá no le importará.
No sabía qué otra excusa ponerle. La impaciencia de Rolan empezaba a resultar patente ahora que yo lo había rechazado. Quería entrar. Me pregunté qué habría allí… ¿una pista de baile? ¿Dormitorios? Probablemente podría haber entrado con ellos y verlo por mí misma, aunque no iba vestida para la ocasión… o más bien no iba suficientemente desvestida… Toda mi vida me habían hablado de las prostitutas de sangre y de por qué su forma de vida no estaba bien. No sabía si Viktoria se estaba convirtiendo en una —aunque esperaba que no—, pero no era capaz de poner un pie en ese sitio. Era una cuestión de principios.
Los miré angustiada, preguntándome si podría dejar que mi amiga se metiera allí. Verla con ese vestido superajustado, pegada como una lapa a él, me hizo volver a evaluar la situación. ¿Qué parte de la pacífica vida de Baia era solo una farsa? Viktoria, esa chica que me llamaba hermana, ¿no era la persona que yo creía que era? Confusa, me giré para volver a casa… Y a punto estuve de darme de bruces con Abe. Otra vez.
—¿Pero qué demonios…? —exclamé. Esa noche llevaba un frac y un pañuelo de seda plateado—. ¿Es que me estás siguiendo? —qué pregunta más tonta. Claro que sí. Esperé que su atuendo formal significara que no iba a sacarme a rastras de allí esa noche. Sus guardianes también iban bien vestidos. Sin darme cuenta, me encontré preguntándome si un lugar como aquel tendría algo que ver con sus negocios ilegales. ¿Estaría traficando con prostitutas de sangre, como una especie de proxeneta? No era probable, teniendo en cuenta que la mayoría de aquellas chicas no necesitaban ninguna coacción.
Abe me mostró su irritante sonrisa de suficiencia.
—Veo que tu amiga está a punto de embarcarse en una noche interesante. No tenía ni idea de que Viktoria tuviera unas piernas tan bonitas. Ahora todo el mundo lo sabe, gracias a ese vestido.
Cerré los puños y me acerqué a él.
—No te atrevas a hablar de ella así, viejo.
—No estoy diciendo nada que no le resulte evidente a todo el mundo. Y seguro que muy pronto Rolan también lo verá igual de claro.
—¡No sabes nada de ellos! —ni yo misma me creía mis palabras después de verlos alejarse juntos. Abe sabía lo que estaba pensando, era obvio.
—Todas esas chicas dicen que no les va a pasar a ellas. Pero siempre les pasa. Y también te pasará a ti si te quedas.
—Ah, otra vez —dije con tono de burla—. Sabía que iba a aparecer la amenaza. Ahora viene la parte en la que me ordenas otra vez que me vaya del país o pasarán cosas muy, muy malas.
Señaló la puerta por la que estaban entrando más moroi y dhampir.
—Ni siquiera necesito hacer que pase nada malo. Lo harás tú misma si te quedas aquí. Malgastarás tu vida haciendo recados para Olena Belikova. Las cenas con invitados serán los momentos más emocionantes de tu vida en este mundo.
—Son buena gente —gruñí—. No te burles de ellos.
—Oh, no lo niego —se colocó el pañuelo de seda—. Son buena gente. Pero no son tu gente. Todo esto es una fantasía. Te estás engañando —ahora era todo dureza—. Tu dolor es el que te ha traído hasta aquí. Te han arrancado a tu hombre y tú has decidido arrancarte de tu vida con tus viejos amigos. Y estás intentando justificarlo convenciéndote de que esta es tu familia y tu casa. Pues no son ni lo uno ni lo otro.
—Podría convertirlo en mi casa —seguía sin estar segura de nada, pero mi naturaleza testaruda hacía que quisiera contradecirle.
—Tú no estás hecha para Baia —dijo con un brillo en los ojos—. Estás hecha para cosas mejores. Tienes que volver a tu país, a la academia y con la princesa Dragomir.
—¿Cómo sabes eso? ¿Quién eres tú? ¿Cuándo vas a decirme para quién trabajas? ¿Qué quieres de mí? —tenía la sensación de estar al borde de la histeria. Oírle hablar de Lissa me removió algo por dentro.
—Yo solo soy un observador que tiene claro que estás perdiendo el tiempo aquí. Esta no es vida para ti, Rose. Tu vida está en Estados Unidos. He oído que estabas destinada a convertirte en una gran guardiana. ¿Sabes el gran honor que supone que te hayan asignado a la última Dragomir? Podrás pasarte la vida en círculos poderosos de elite. La reputación que ya te has ganado elevará tu estatus y tu consideración. Tienes una carrera brillante por delante y no es demasiado tarde para recuperarla. Todavía no.
—¿Quién eres tú para decirme cómo debo vivir mi vida? He oído que tienes las manos manchadas de sangre… Zmey. No eres exactamente un modelo perfecto de conducta. ¿En qué estás metido?
—En mis asuntos. Y precisamente por la vida que he llevado yo deberías hacerme caso cuando te digo que dejes este camino y vuelvas a casa.
Sus palabras sonaban urgentes y autoritarias y no podía creer que tuviera la audacia de hablarme así.
—Esa ya no es mi vida —respondí gélidamente.
Soltó una risa sin humor y señaló a su alrededor una vez más.
—¿Y esta sí lo es? ¿Quieres ir por ahí y convertirte en una prostituta de sangre como esa amiga tuya?
—¡No la llames así! —le grité—. No me importan tus guardaespaldas. Si vuelves a decir algo de Viktoria, viejo, te voy a hacer daño.
Ni se inmutó por mi arrebato.
—He sido un poco duro, lo admito. No es una prostituta de sangre. Aún no. Pero solo está a un paso. Como he dicho, al final siempre sucede. Si no la usa alguien como Rolan Kislyak… y créeme, la usará, igual que hizo con su hermana… acabará sola con un bebé que todavía es demasiado joven para tener.
—Su… Un momento —me quedé helada—. ¿Me estás diciendo que ese es el tío que dejó embarazada a Sonya? ¿Y por qué iba a tener Viktoria una relación con él después de hacerle eso a su hermana?
—Porque ella no lo sabe. Sonya no habla del tema y el señor Kislyak cree que lo de conseguir acostarse con dos hermanas es un juego. Ha tenido la mala suerte de que Karolina es más lista que las otras. Si no, lo habría conseguido ya. Pero, ¿quién sabe? —me miró con una sonrisa sardónica—. Tal vez te considere ya parte de la familia y vaya a por ti después.
—Y una mierda. Yo nunca tendría nada con alguien como él. No voy a volver a tener ninguna relación con nadie. Y menos después de Dimitri.
La dureza de Abe dio paso a una diversión momentánea.
—Ay, Rose. Eres joven. Apenas has vivido. Todo el mundo piensa que el primer amor es el único que va a tener.
Ese tío me estaba sacando de quicio de verdad, pero mantuve el control lo bastante para decidir no pegarle. Al menos, eso pensaba. Retrocedí unos pasos hacia el edificio.
—No voy a seguirte el juego. Y le puedes decir a quien te haya contratado que tampoco voy a seguírselo a él. Y que no voy a volver —de una forma u otra, tanto si era para cazar a Dimitri como para quedarme con su familia, me iba a quedar en Rusia—. Vas a tener que meterme en una caja para mandarme de vuelta.
No quería darle ideas. Aunque sospechaba que podría hacerlo si quisiera. Maldita sea. ¿Quién estaría detrás de aquello? ¿Quién tendría tantas ganas de encontrarme como para mandar a aquel hombre detrás de mí? Y lo que era aún más raro: quienquiera que fuese, era alguien al que le importaba lo suficiente como para intentar la vía de la razón. Si Abe de verdad hubiese querido secuestrarme, ya lo habría hecho. Podría haberlo hecho la noche que me trajo a Baia. Lo único que tenía que hacer era seguir conduciendo hasta el siguiente aeropuerto. Necesitaba averiguar eso, pero antes tenía que librarme de él.
Seguí caminando hacia atrás.
—Me voy y no puedes detenerme. Y deja de espiarme. Esto acaba aquí.
Abe me observó durante varios segundos con los ojos entornados mientras pensaba. Casi podía ver la sucesión de tramas y de planes de dominación mundial dando vueltas en su cabeza. Por fin dijo en una voz tan baja que apenas pude oírle:
—Pero no para ellos.
—¿Para quiénes?
—Para Viktoria y Rolan.
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes a qué me refiero. Ella cree que está enamorada de él. Él sabe que ella vuelve al instituto mañana. Hoy es su última oportunidad con ella y no la va a desaprovechar. Hay muchas habitaciones ahí dentro. Seguramente ya estarán en una.
Intenté controlar mi respiración.
—Entonces, se lo diré a su madre.
—Será demasiado tarde. No podrá encontrarla a tiempo y mañana Viktoria estará camino del instituto… y él habrá perdido todo interés en ella. ¿Qué va a hacer su madre? ¿Castigarla?
Me estaba enfadando, principalmente porque tenía la sensación de que Abe tenía razón.
—Bien. La sacaré a rastras yo misma.
—No podrás. Ella quiere hacerlo. No se irá contigo. Y aunque lo hiciera, volverá a buscarlo de nuevo.
Lo miré fijamente.
—Basta. Obviamente quieres llegar a alguna parte, así que suéltalo ya.
Él sonrió, aparentemente satisfecho por su astucia… o tal vez por mi brusquedad.
—Si quieres salvarla, tienes que hacerlo a través de él. De Rolan.
Fruncí el ceño.
—No es probable. Solo la dejaría en paz si yo me ofrezco a ocupar su lugar —y, vamos a ver, la amistad tenía sus límites.
—No si yo hablo con él.
—¿Y qué vas a hacer, darle una charla sobre moralidad y hacer que entre en razón?
—Le haré entrar en razón, no lo dudes. Pero, créeme, no tengo que razonar con él… Bueno, al menos no como tú estás pensando. Si le digo que la deje en paz, lo hará. Por su bien.
Di un paso atrás sin darme cuenta y choqué con la pared. Abe daba muchísimo miedo. Zmey. No dudé de lo que acababa de decir ni un momento. Él podía hacer que Rolan dejara a Viktoria en paz. De hecho, probablemente usara a sus dhampir. Abe podía asustarlo —o probablemente darle los puñetazos necesarios— para conseguirlo.
—¿Y por qué ibas a hacer eso por mí? —le pregunté.
—Como muestra de buena voluntad. Prométeme que te irás de Baia y yo me ocuparé del tema —sus ojos brillaron. Ambos sentimos que la red se cerraba sobre mí.
—¿Esa es tu táctica ahora? ¿Ofrecerme un trato? Que yo me vaya vale más que el hecho de que tú asustes a un moroi gilipollas.
La red se cerró un poco más.
—¿Acaso crees que no, Rose?
Medité apresuradamente qué podía hacer. Una parte de mí pensaba que Viktoria era libre de tomar sus propias decisiones, de querer a quien le apeteciese… pero sabía que Rolan no la quería. Ella solo era una conquista para él, como había demostrado con su disposición a ir detrás de mí… y de Sonya antes, al parecer. ¿Qué iba a pasar con Viktoria? ¿Sería igual que el resto de las mujeres de allí? ¿Sería la siguiente Belikov en tener un bebé? Aunque no tuviera intención de convertirse en guardiana, ese no era el camino correcto para ella. Karolina no se había unido a los guardianes y ahora vivía una vida respetable con sus hijos y un trabajo que, aunque no era emocionante, sí era estable y le permitía mantener su dignidad. No podía dejar que Viktoria tomara un camino que iba a arruinar el resto de su vida. No podía dejar que le ocurriera eso a la hermana de Dimitri.
Dimitri…
Lo conocía. Sabía de su naturaleza protectora. Nunca habría dejado que le pasase nada a aquellos que le importaban. No soportaba saber de la existencia de ese antro de prostitutas de sangre, pero entraría a buscarla porque eso era lo que Dimitri habría hecho. No sabía si la encontraría a tiempo. Pero sabía que Abe sí podía… y que mantendría a Rolan lejos de ella para siempre. Y por eso hablé sin comprender del todo las consecuencias de mis palabras.
—Me iré de Baia.