Amanda le apartó el pelo de la cara a Kirian y lo besó en los labios. El vestido de novia yacía en el suelo junto a su esmoquin mientras ambos estaban enredados entre las sábanas de seda.
—Estamos siendo muy maleducados, ¿no crees? —le preguntó ella.
Kirian sonrió.
—Sí, y me encanta.
Ella soltó una carcajada. Cuando Kirian la besó, olvidó todo lo demás.
—Dime —le dijo él mientras le mordisqueaba con sus colmillos humanos la piel que había bajo la oreja—. ¿Echas de menos lo de ser contable?
—En absoluto, ¿y tú?
—Yo no he sido contable en la vida.
Ella le pellizcó la nariz.
—Ya sabes a lo que me refiero. ¿Echas de menos ser un Cazador Oscuro?
Él le lamió la oreja haciendo que la piel se le erizara.
—A veces sí. Pero prefiero estar contigo.
—¿Lo dices en serio?
Kirian se incorporó para mirarla a los ojos.
—Desde el fondo de mi alma y mi corazón.
—Me alegro —susurró ella antes de besarlo de nuevo—, porque ahora que eres de nuevo mortal, el bebé y yo queremos que tengas mucho cuidado.
Kirian se quedó helado.
—¿Qué?
Ella le sonrió.
—Estamos embarazados, señor Hunter. De unas seis semanas.
Kirian la besó con ansia y la encerró en un fuerte abrazo.
—Esa, señora Hunter, es la mejor noticia que he recibido en la vida.
Amanda le tomó el rostro entre las manos.
—Te amo, Kirian de Tracia, y no quiero perderte jamás.
—Te amo, Amanda Devereaux Hunter, y te juro que jamás me apartaré de tu lado.
Amanda volvió a besarlo. Por primera vez en su vida, sabía con certeza que sí existía eso de ser felices para siempre.
Aunque para conseguirlo hubiera que casarse con un vampiro.