ACTO QUINTO

ESCENA I

Entran YAGO y RODRIGO.

YAGO

Ponte aquí, detrás del puesto. Viene en seguida.

Desnuda el estoque y clávalo bien.

De prisa, no temas. Yo estaré a tu lado.

A la cima o a la ruina: piénsalo

y afianza el propósito.

RODRIGO

Quédate cerca, no sea que falle.

YAGO

Aquí al lado. Valor y a tu puesto.

[Se aparta.]

RODRIGO

No me fascina el designio. Sin embargo,

me ha dado razones convincentes.

Es solo una vida. ¡A él, espada! ¡Muerto!

YAGO [aparte]

A este pollo ya casi lo he dejado

en carne viva, y le irrita. Mate a Casio,

Casio a él o se maten entre sí,

yo salgo ganando. Si Rodrigo sobrevive,

me exigirá cabal restitución

de oro y joyas que yo le afané

y que me dio para Desdémona.

No puede ser. Si Casio prevalece,

su vida siempre tiene una belleza

que me afea. Además, el moro podría

descubrirle mi juego, lo que es peligroso.

No, ha de morir. Pero, alto. Aquí llega.

Entra CASIO.

RODRIGO

Es él; conozco su andar. ¡Muere, infame!

CASIO

Tu golpe habría sido fatal

si la malla no fuese mejor

de lo que piensas. Probemos la tuya.

RODRIGO

¡Ah, me has matado!

[YAGO hiere a CASIO en la pierna y sale.]

CASIO

¡Me han baldado! ¡Socorro! ¡Eh!

¡Al asesino! ¡Al asesino!

Entra OTELO.

OTELO

La voz de Casio. Yago cumple su palabra.

RODRIGO

¡Ah, soy un miserable!

OTELO

Muy cierto.

CASIO

¡Socorro! ¡Eh! ¡Luz! ¡Un médico!

OTELO

Es él. Audaz Yago, honrado y leal;

tan noble ante el agravio de tu amigo.

Eres mi ejemplo. Prenda, tu amado ha muerto

y se acerca tu condenación. ¡Allá voy, ramera!

De mi alma he borrado tus ojos de ensueño;

impúdica sangre manchará tu impuro lecho.

Sale.

Entran LUDOVICO y GRACIANO.

CASIO

¡Eh! ¿No hay nadie? ¿Y la ronda? ¡Al asesino!

GRACIANO

Alguna desgracia. Es un grito terrible.

CASIO

¡Socorro!

LUDOVICO

Escuchad.

RODRIGO

¡Ah, miserable!

LUDOVICO

Gritan dos o tres. Es noche cerrada.

Quizá estén fingiendo. Sería peligroso

acudir sin más ayuda.

RODRIGO

¿No viene nadie? Moriré desangrado.

LUDOVICO

Escuchad.

Entra YAGO con una lámpara.

GRACIANO

Aquí viene alguien recién levantado

con luz y armas.

YAGO

¿Quién vive? ¿Quién grita «Al asesino»?

LUDOVICO

No sabemos.

YAGO

¿No oísteis un grito?

CASIO

¡A mí, a mí! ¡Socorro, por Dios!

YAGO

¿Qué pasa?

GRACIANO

Es el alférez de Otelo, ¿no?

LUDOVICO

El mismo. Un tipo valiente.

YAGO

¿Quién sois, que gritáis tan angustiado?

CASIO

¿Yago? ¡Ah, me han malherido unos infames!

Ayúdame.

YAGO

¡Mi pobre teniente! ¿Qué infames han sido?

CASIO

Creo que uno está por aquí

y no puede huir.

YAGO

¡Infames traidores! —

Vosotros, venid y ayudadme.

RODRIGO

¡Aquí, socorredme!

CASIO

Es uno de ellos.

YAGO

¡Infame asesino! ¡Canalla!

[Apuñala a RODRIGO.]

RODRIGO

¡Maldito Yago! ¡Ah, perro inhumano!

YAGO

¿Matando a oscuras? ¿Dónde están los ladrones?

¡Qué silencio en la ciudad! ¡Eh, al asesino! —

¿Quiénes sois? ¿Gente de bien o de mal?

LUDOVICO

Conocednos y juzgadnos.

YAGO

¿Signor Ludovico?

LUDOVICO

El mismo.

YAGO

Perdonad. A Casio le han herido unos granujas.

GRACIANO

¿A Casio?

YAGO

¿Cómo estáis, amigo?

CASIO

Me han partido la pierna.

YAGO

¡No lo quiera Dios! Señores, luz.

La vendaré con mi camisa.

Entra BIANCA.

BIANCA

¿Qué pasa? ¿Quién gritaba?

YAGO

¿Quién gritaba?[39]

BIANCA

¡Ah, mi Casio! ¡Querido Casio!

¡Ah, Casio, Casio, Casio!

YAGO

¡Insigne zorra! Casio, ¿tenéis noción

de quién os ha podido malherir?

CASIO

No.

GRACIANO

Me apena veros así. Iba en vuestra busca.

YAGO

Dadme una liga[40]. ¡Eh, una silla!

Así le sacaremos con más facilidad.

BIANCA

¡Ah, se desmaya!

¡Ah, Casio, Casio, Casio!

YAGO

Sospecho, señores, que esta moza

tuvo parte en la agresión.—

Paciencia, buen Casio.— Vamos, luz.

¿Conocemos esta cara? ¡Cómo!

¿Mi amigo y querido paisano Rodrigo?

No. Sí, claro. ¡Dios santo, Rodrigo!

GRACIANO

¿Cómo? ¿El de Venecia?

YAGO

Sí, señor. ¿Le conocíais?

GRACIANO

¿Conocerle? Claro.

YAGO

¡Signor Graciano! Os pido disculpas.

Que estas violencias me excusen

por no haberos conocido.

GRACIANO

Me alegro de verte.

YAGO

¿Cómo estáis, Casio? ¡Una silla, una silla!

GRACIANO

¿Es Rodrigo?

YAGO

Sí, sí. Es él.

[Traen una silla.]

¡Ah, muy bien, la silla!

Sacadle de aquí con cuidado.

Yo buscaré al médico del general.—

Tú, mujer, ahórrate la molestia.— Casio,

el que yace aquí muerto era un buen amigo.

¿Había enemistad entre vosotros?

CASIO

Ninguna. Ni siquiera le conozco.

YAGO

[a BIANCA] ¿Estás pálida? —

Llevadle dentro.

[Sacan a CASIO y a RODRIGO.]

Quedaos, Señorías.— ¿Estás pálida, mujer? —

¿No veis el pavor de su mirada? —

Como nos mires así, pronto nos lo contarás.—

Miradla bien; os lo ruego, miradla.

¿Lo veis, caballeros? La culpa se delata

aunque la lengua enmudezca.

Entra EMILIA.

EMILIA

¿Qué pasa? ¿Qué pasa, Yago?

YAGO

Rodrigo y otros tipos que escaparon

agredieron a Casio en la oscuridad.

Está malherido y Rodrigo, muerto.

EMILIA

¡Ay, pobre señor! ¡Ah, mi buen Casio!

YAGO

Es lo que trae el desenfreno. Anda, Emilia,

pregúntale a Casio dónde ha cenado.—

[A BIANCA] ¿Te hace temblar?

BIANCA

Cenó en mi casa, y no me hace temblar.

YAGO

¿Conque sí? Te ordeno que me acompañes.

EMILIA

¡Ah, maldita seas, zorra!

BIANCA

No soy una zorra y soy tan decente

como tú que me injurias.

EMILIA

¿Cómo yo? ¡Uf! ¡Maldita seas!

YAGO

Señores, veamos cómo curan a Casio.—

Vamos, mujer, y prepara otra historia.—

Emilia, corre a la ciudadela

y cuenta a los señores lo que ha sucedido.—

¿Queréis ir primero? [Aparte] Esta es la noche que me hace

o del todo me deshace.

Salen.