ESCENA III

El DUX y los SENADORES sentados alrededor de una mesa; antorchas y guardias.

DUX

Las noticias no concuerdan

y no podemos darles crédito.

SENADOR 1.º

Son contradictorias.

Mi carta dice ciento siete galeras.

DUX

La mía, ciento cuarenta.

SENADOR 2.º

Y la mía, doscientas. Sin embargo,

aunque no haya coincidencia de número

(pues en casos de cálculo suele haber

diferencias), todas ellas hablan

de una escuadra turca con rumbo a Chipre.

DUX

Sí, bien mirado es muy posible.

Las diferencias no me tranquilizan

y lo esencial me parece preocupante.

MARINERO [desde dentro]

¡Eh-eh! ¡Eh-eh! ¡Eh-eh!

Entra.

GUARDIA

Mensajero procedente de las naves.

DUX

¿Hay noticias?

MARINERO

La escuadra turca se dirige a Rodas.

Tal es el mensaje que me dio para el Senado

el signor Angelo.

DUX

¿Qué opináis de este cambio?

SENADOR 1.º

No es posible; carece de sentido.

Es un señuelo para burlar nuestra atención.

Consideremos la importancia de Chipre

para el turco y entendamos que le importa

más que Rodas, pues el turco

puede conquistarla en fácil combate:

ni está en condiciones de luchar,

ni tiene las defensas que protegen

a Rodas. Reparando en todo esto

no vayamos a pensar que el turco

sea tan torpe que aplace hasta el final

lo que desea al principio, abandonando

una conquista realizable y ventajosa

por el riesgo de un ataque sin provecho.

DUX

No, seguro que a Rodas no van.

GUARDIA

Aquí hay más noticias.

Entra un MENSAJERO.

MENSAJERO

Ilustres y honorables señores,

la escuadra turca que navegaba hacia Rodas

se ha unido a otra escuadra.

SENADOR 1.º

Me lo temía. ¿Cuántas naves hay?

MENSAJERO

Unas treinta, pero ahora han invertido

el rumbo, y abiertamente se encaminan

hacia Chipre. El signor Montano,

vuestro fiel y valiente servidor,

solícito os transmite la noticia

y os ruega que le deis crédito.

DUX

A Chipre, no hay duda.

¿Está en la ciudad Marcos Luccicos?

SENADOR 1.º

Está en Florencia.

DUX

Escribidle de mi parte, y que venga

a toda prisa.

SENADOR 1.º

Aquí vienen Brabancio y el valiente moro.

Entran BRABANCIO, OTELO, CASIO, YAGO, RODRIGO y guardias.

DUX

Valiente Otelo, debéis disponeros sin demora

a luchar contra nuestro enemigo el otomano.

[A BRABANCIO] No os había visto. Bienvenido, señor.

Echaba de menos vuestro consejo y apoyo.

BRABANCIO

Y yo el vuestro. Alteza, perdonadme:

no me he levantado por mi cargo

ni por ninguna ocupación, y no es el bien común

lo que me inquieta, pues mi dolor personal

es tan desbordante y tan violento

que absorbe y devora otros pesares

y, sin embargo, sigue igual.

DUX

Pues, ¿qué ocurre?

BRABANCIO

¡Mi hija! ¡Ay, mi hija!

SENADORES

¿Ha muerto?

BRABANCIO

Para mí, sí.

La han seducido, raptado y corrompido

con hechizos y pócimas de charlatán,

pues sin brujería la naturaleza,

que no es torpe, ciega, ni insensata,

no podría torcerse de modo tan absurdo.

DUX

Quienquiera que por medios tan infames

haya hecho que se pierda vuestra hija

y que vos la hayáis perdido, será reo

de la pena más grave que vos mismo

leáis en el libro inexorable de la ley,

aunque fuera hijo mío el acusado.

BRABANCIO

Os lo agradezco. Este es el culpable,

este moro, a quien al parecer, habéis hecho

venir expresamente por asuntos de Estado.

TODOS [LOS SENADORES]

Es muy lamentable[7].

DUX [a OTELO]

Y, por vuestra parte, ¿qué decís a esto?

BRABANCIO

Nada que pueda desmentirlo.

OTELO

Muy graves, poderosas y honorables Señorías,

mis nobles y estimados superiores:

es verdad que me he llevado a la hija

de este anciano, y verdad que ya es mi esposa.

Tal es la envergadura de mi ofensa;

más no alcanza. Soy tosco de palabra

y no me adorna la elocuencia de la paz,

pues, desde mi vigor de siete años

hasta hace nueve lunas, estos brazos

prestaron sus mayores servicios en campaña,

y lo poco que sé del ancho mundo

concierne a gestas de armas y combates;

así que mal podría engalanar mi causa

si yo la defendiese. Mas, con vuestra venia,

referiré, llanamente y sin ornato,

la historia de mi amor: con qué pócimas,

hechizos, encantamientos o magia poderosa

(pues de tales acciones se me acusa)

a su hija he conquistado.

BRABANCIO

Una muchacha comedida, de espíritu

tan plácido y sereno que sus propios

impulsos la turbaban, ¿cómo puede

negar naturaleza, edad[8], cuna, honra, todo,

y enamorarse de un semblante que temía?

Solo un juicio enfermo e imperfecto

admitiría que semejante imperfección

obrara así contra las leyes naturales;

luego hay que buscar la causa del error

en las artes del diablo. Por tanto, afirmo

una vez más que él ha actuado sobre ella

con brebajes que excitan el deseo

o filtros embrujados a propósito.

DUX

Afirmar nada demuestra, si no aportáis

pruebas más sólidas y claras

que los débiles indicios y ropajes

de las simples apariencias.

SENADOR 1.º

Hablad, Otelo. ¿Habéis subyugado

y corrompido el sentimiento de su hija

con astucia o por la fuerza? ¿O han sido

los ruegos y palabras gentiles,

de corazón a corazón?

OTELO

Os lo suplico, que vaya alguno al Sagitario

a recoger a la dama, y que ella hable de mí

ante su padre. Si me acusara en su relato,

privadme del cargo y confianza

que de vos he recibido y, además,

sentenciad mi propia vida.

DUX

Traed a Desdémona.

OTELO

Alférez, guíalos. Tú conoces el lugar.

Salen [YAGO y] dos o tres.

Mientras tanto, con la misma verdad

con que al cielo confieso mis pecados,

expondré a vuestros graves oídos la manera

como alcancé el amor de esta bella dama

y ella el mío.

DUX

Contadla, Otelo.

OTELO

Su padre me quería, y me invitaba,

curioso por saber la historia de mi vida

año por año; las batallas, asedios

y accidentes que he pasado. Yo se la conté,

desde mi infancia hasta el momento

en que quiso conocerla. Le hablé

de grandes infortunios, de lances

peligrosos en mares y en campaña;

de escapes milagrosos en la brecha amenazante,

de cómo me apresó el orgulloso enemigo

y me vendió como esclavo; de mi rescate

y el curso de mi vida de viajero.

Le hablé de áridos desiertos y anchas grutas,

riscos, peñas, montes cuyas cimas tocan cielo;

de los caníbales que se devoran, los antropófagos,

y seres con la cara por debajo de los hombros[9].

Desdémona ponía toda su atención,

mas la reclamaban los quehaceres de la casa;

ella los cumplía presurosa

y, con ávidos oídos, volvía

para sorber mis palabras. Yo lo advertí,

busqué ocasión propicia y hallé el modo

de sacarle un ruego muy sentido:

que yo le refiriese por extenso

mi vida azarosa, que no había podido

oír entera y de continuo. Accedí,

y a veces le arranqué más de una lágrima

hablándole de alguna desventura

que sufrió mi juventud. Contada ya la historia,

me pagó con un mundo de suspiros:

juró que era admirable y portentosa,

y que era muy conmovedora; que ojalá

no la hubiera oído, mas que ojalá

Dios la hubiera hecho un hombre como yo.

Me dio las gracias y me dijo que si algún

amigo mío la quería, le enseñase

a contar mi historia, que con eso podía

enamorarla. A esta sugerencia respondí

que, si ella me quería por mis peligros,

yo a ella la quería por su lástima.

Esta ha sido mi sola brujería.

Aquí llega la dama; que ella lo atestigüe.

Entran DESDÉMONA, YAGO y acompañamiento.

DUX

Esa historia también conquistaría a mi hija.—

Brabancio, tomad el lado bueno de lo malo.

Más vale tener las armas rotas

que las manos vacías.

BRABANCIO

Escuchadla, os lo suplico. Si confiesa

que ella también le cortejó,

caiga sobre mí la maldición por acusar

a este hombre.— Ven, gentil dama.

¿A quién de esta noble asamblea

debes mayor obediencia?

DESDÉMONA

Noble padre, mi obediencia se halla dividida.

A vos debo mi vida y mi crianza,

y vida y crianza me han enseñado

a respetaros. Sois señor de la obediencia

que os debía como hija. Mas aquí está mi esposo,

y afirmo que debo a Otelo mi señor

el mismo acatamiento que mi madre

os tributó al preferiros a su padre.

BRABANCIO

¡Queda con Dios! He terminado.— Y ahora,

con la venia, a los asuntos de Estado:

antes adoptar que engendrar hijos.—

Ven aquí, moro: de todo corazón

te doy lo que, si no tuvieras ya,

de todo corazón te negaría.—

En cuanto a ti, mi alma, me alegra

no tener más hijos, pues tu fuga

me enseñaría a ser tirano y sujetarlos

con cadenas.— He dicho, señor.

DUX

Dejad que hable por vos y emita un juicio

que, cual peldaño, permita a estos amantes

ascender [[en vuestra estima]][10]:

No habiendo remedio, las penas acaban

al vernos ya libres de todas las ansias.

Llorar la desdicha que no tiene cura

agrava sin falta la mala fortuna.

Si quiso el destino que algo perdieses,

quedar resignado el golpe devuelve.

Si al robo sonríes, robas al ladrón:

te robas si lloras un vano dolor.

BRABANCIO

Dejad que los turcos sin Chipre nos dejen:

mientras sonriamos, ya nada se pierde.

Acoge ese juicio quien solo se lleva

el grato consejo que se le dispensa;

mas lleva ese juicio y también el dolor

quien ha de añadirle la resignación.

Pues estas sentencias, al ser tantas veces

dulces como amargas, son ambivalentes.

Solo son palabras, y nunca se oyó

que por el oído sane el corazón.

Os lo ruego, tratemos los asuntos de Estado.

DUX

OTELO

Ilustres senadores, la tirana costumbre

ha cambiado mi cama guerrera de piedra y acero

en lecho de finísimo plumón. Declaro

una viva y natural prontitud

para toda aspereza y asumo esta guerra

contra el otomano. Por tanto, solicito,

con humilde inclinación ante el Senado,

disposiciones adecuadas a mi esposa

y asignación de fondos, aposento

y servicio y compañía

propios de su cuna y condición.

DUX

Si os parece, la casa de su padre.

BRABANCIO

No lo permitiré.

OTELO

Ni yo.

DESDÉMONA

Tampoco quiero yo vivir con él

si mi presencia encona su ánimo.—

Clementísimo Dux, prestad benigna atención

a lo que exponga y dado consentimiento

a lo que os pide mi ignorancia.

DUX

¿Qué deseáis, Desdémona?

DESDÉMONA

Que quiero a Otelo y con él quiero vivir

mi osadía y riesgos de fortuna

al mundo lo proclaman.

Me rendí a la condición de mi señor.

He visto el rostro de Otelo en su alma,

y a sus honores y virtudes marciales

consagré mi ser y mi suerte.

Queridos señores, si me quedo

en la holganza de la paz y él se va a la guerra,

seré privada de los ritos amorosos

y en su ausencia habré de soportar

un intervalo de tristeza. Dejadme ir con él.

OTELO

Dad consentimiento. Pongo al cielo

por testigo de que no lo demando

por saciar el paladar de mi apetito,

ni entregarme a pasiones juveniles

a que tengo derecho libremente,

sino por complacerla en sus deseos.

Y no penséis (no lo quiera el cielo)

que voy a descuidar vuestra magna empresa

cuando ella esté conmigo. No: si las niñerías

del alado Cupido ciegan de placer

mis órganos activos y mentales

y el deleite corrompe y empaña mi deber,

¡que mi yelmo se vuelva una cazuela

y todas las vilezas y ruindades

se armen contra mi dignidad!

DUX

Sea lo que ambos decidáis: puede irse

o quedarse. Mas la situación es apremiante

y exige urgencia.

SENADOR 1.º [a OTELO]

Saldréis esta noche.

[[DESDÉMONA

¿Esta noche?

DUX

Esta noche.]]

OTELO

Con toda el alma.

DUX

A las nueve volvemos a reunirnos.

Otelo, dejad aquí un encargado:

él os llevará nuestras órdenes

y todo lo esencial y pertinente

que os competa.

OTELO

Mi alférez, si place a Vuestra Alteza:

es hombre de bien y de plena confianza.

La conducción de mi esposa le encomiendo

y cuanto Vuestra Alteza

estime necesario remitirme.

DUX

Así sea. Buenas noches a todos.

[A BRABANCIO] Mi noble señor,

si clara es la virtud, vuestro yerno

no puede ser más blanco, siendo negro.

SENADOR 1.º

Adiós, valiente Otelo; portaos bien con ella.

BRABANCIO

Con ella, moro, siempre vigilante:

si a su padre engañó, puede engañarte.

Salen [el DUX, BRABANCIO, CASIO, SENADORES y acompañamiento].

OTELO

¡Mi vida por su fidelidad! — Honrado Yago,

he de confiarte a mi Desdémona.

Te ruego que tu esposa la acompañe;

luego llévalas en la mejor ocasión.

Vamos, Desdémona, solo nos queda una hora

para amores, asuntos e instrucciones.

El tiempo manda.

Salen OTELO y DESDÉMONA.

RODRIGO

YAGO

RODRIGO

YAGO

RODRIGO

YAGO

RODRIGO

YAGO

RODRIGO

YAGO

RODRIGO

YAGO

RODRIGO

YAGO

RODRIGO

YAGO

RODRIGO

YAGO

[[RODRIGO

YAGO

RODRIGO

YAGO

RODRIGO

Sale.

YAGO

Así es como el pagano me sirve de bolsa,

pues deshonraría todo mi saber

pasando el tiempo con memo semejante

sin placer ni provecho. Odio al moro,

y dicen por ahí que en la cama

me ha robado el sitio. No sé si es verdad,

mas para mí una sospecha de este orden

vale por un hecho. Él me aprecia:

mejor resultará el plan que le preparo.

Casio es gallardo. A ver…

Quitarle el puesto y coronar mi voluntad

con doble trampa. A ver cómo… A ver…

Después de un tiempo, susurrando a Otelo

que Casio se toma confianzas con su esposa:

presencia no le falta, ni modales;

se presta a la sospecha, invita al adulterio.

El moro es de carácter noble y franco;

cree que es honrado todo aquel que lo parece,

y buenamente dejará

que le lleven del hocico como a un burro.

Ya está, lo concebí. La noche y el infierno

asistirán al parto de mi engendro.

Sale.