ESCENA II

Entran OTELO, YAGO y criados con antorchas.

YAGO

Aunque he matado hombres en la guerra,

por principio de conciencia no puedo

matar con premeditación. Los escrúpulos

suelen estorbarme. No sé cuántas veces

he estado por hincárselo aquí, bajo las costillas.

OTELO

Más vale que no.

YAGO

Sí, pero él parloteaba y decía

palabras tan groseras e insultantes

contra vos que mi escasa caridad

apenas me servía para sufrirlo.

Mas decidme, señor, ¿estáis ya casado?

Tened por cierto que el senador

es muy estimado, y la fuerza de su voto

puede doblar a la del Dux. Si no os descasa,

os impondrá cortapisas y castigos

con todo el campo libre que la ley

deje a un hombre de su mando.

OTELO

Que haga lo imposible.

Mis servicios a la Serenísima

acallarán sus protestas. Se ignora

(y pienso proclamarlo cuando sepa

que la jactancia es virtud)

que soy de regia cuna y que mis méritos

están a la par de la espléndida fortuna

que he alcanzado. Te aseguro, Yago,

que, si yo no quisiera a la noble Desdémona,

no expondría mi libre y exenta condición

a reclusiones ni límites por todos

los tesoros de la mar. ¿Qué luces son esas?

YAGO

Es el padre con sus hombres.

Más vale que entréis.

OTELO

No. Que me encuentren. Mis prendas,

mi rango y la paz de mi conciencia

darán fe de mi persona. ¿Son ellos?

YAGO

Por Jano[6], creo que no.

Entran CASIO y guardias con antorchas.

OTELO

¡Servidores del Dux y mi teniente!

La noche os sea propicia, amigos.

¿Alguna novedad?

CASIO

El Dux os saluda, general,

y requiere vuestra pronta presencia;

inmediata si es posible.

OTELO

¿Conocéis el motivo?

CASIO

Parece ser que noticias de Chipre.

Algo apremiante: esta noche las galeras

enviaron a doce mensajeros, uno tras otro,

todos muy seguidos, y los cónsules

ya están levantados y reunidos con el Dux.

Os han convocado urgentemente.

Al no haberos hallado en vuestra casa,

el Senado envió en vuestra busca

a tres cuadrillas.

OTELO

Mejor si me habéis hallado vos.

Hablaré con alguien en la casa

y voy con vos.

[Sale.]

CASIO

Alférez, ¿qué hace él aquí?

YAGO

Es que tomó al abordaje una nave de tierra;

si la presa es legal, ¡menuda fortuna!

CASIO

No entiendo.

YAGO

Se ha casado.

CASIO

¿Con quién?

[Entra OTELO.]

YAGO

Pues con…— ¿Vamos, general?

OTELO

Vamos.

CASIO

Aquí viene otro grupo en vuestra busca.

Entran BRABANCIO, RODRIGO y guardias con antorchas y armas.

YAGO

Es Brabancio. En guardia, general,

que viene con malas intenciones.

OTELO

¡Alto!

RODRIGO

Señor, es el moro.

BRABANCIO

¡Ladrón! ¡Abajo con él!

YAGO

¿Tú, Rodrigo? Vamos, aquí me tienes.

OTELO

Envainad las espadas brillantes, que el rocío

va a oxidarlas.— Señor, dominaréis mucho más

con la edad que con las armas.

BRABANCIO

Infame ladrón, ¿dónde tienes a mi hija?

Estabas condenado y tenías que embrujarla.

Lo someto al dictamen de los cuerdos:

si no la encadena la magia, no se entiende

que muchacha tan dulce, gentil y dichosa,

tan adversa al matrimonio que rehusó

a nuestros favoritos más ricos y galanos,

se exponga a la pública irrisión, abandonando

su tutela para caer en el pecho tiznado

de un ser como tú que asusta y repugna.

Que el mundo me juzgue si no es manifiesto

que lanzaste contra ella tus viles hechizos,

corrompiendo su tierna juventud

con pócimas y filtros que embotan los sentidos.

Haré que lo examinen: se puede probar,

es verosímil. Así que te detengo

por ser un corruptor, un oficiante

de artes clandestinas y proscritas.—

¡Prendedle! Si se resiste,

reducidle por la fuerza.

OTELO

¡Quietos todos, los de mi bando y el resto!

Si mi papel me exigiese pelear,

no habría necesitado apuntador.—

¿Dónde queréis que responda a vuestros cargos?

BRABANCIO

En la cárcel, hasta que seas llamado

cuando lo disponga la ley y la justicia.

OTELO

Y, si obedezco, ¿cómo voy

a complacer al Dux, que me manda

llamar por medio de estos mensajeros

para un asunto perentorio del Estado?

GUARDIA

Es cierto, Excelencia. El Dux

convocó al consejo, y me consta

que os mandó llamar.

BRABANCIO

¡Cómo! ¿Qué convocó al consejo?

¿A estas horas de la noche? — Llevadle allá.

Mi asunto no es vano. El Dux mismo

y cualquiera de los otros senadores

sentirán este ultraje como suyo.

Si actos semejantes tienen paso franco,

pronto mandarán los infieles y esclavos.

Salen.