6

Me quedé mirando a Daemon, rogando haber entendido mal, pero la profunda desesperación de su rostro y el destello de ira de sus ojos superbrillantes me indicaron que no era así.

—Lo siento —se disculpó.

—No. Lo entiendo perfectamente. —Me aparté el pelo de la cara—. ¿Qué puedo hacer?

—Tengo que irme —dijo mientras se sacaba las llaves del bolsillo y me las ponía en la mano—. Y quiero decir que tengo que irme a toda pastilla. Deberías irte a casa y quedarte allí. —A continuación, me pasó su móvil—. Déjalo en el coche. Volveré en cuanto pueda.

¿Que me fuera a casa?

—Puedo ayudarte, Daemon. Puedo ir…

—Por favor. —Volvió a agarrarme la cara. Noté sus manos cálidas contra mis mejillas, que ahora estaban frías. Me besó, en parte con anhelo y en parte con enfado. Luego se apartó—. Vete a casa.

Y, entonces, se marchó, moviéndose demasiado rápido para que lo siguieran ojos humanos. Me quedé allí parada un momento. ¿Cuánto habíamos tenido, una hora, puede que dos, antes de que todo se fuera a la mierda? Apreté las llaves con la mano. El metal afilado se me clavó en la carne.

Una cita malograda era el menor de mis problemas.

—Mierda.

Di media vuelta y rodeé rápidamente el todoterreno. Me subí y reajusté el asiento de gigante a normal para poder llegar con los pies a los pedales.

«Vete a casa».

Había dos sitios a los que podría haber ido Dawson. Ayer, Daemon había dicho que Dawson había intentado ir al edificio de oficinas, que era el último lugar en el que lo habían retenido. Lógicamente, ese sería el primer sitio que habría que comprobar.

«Vete a casa y quédate allí».

Salí del aparcamiento, sujetando el volante con fuerza. Si me iba a casa y esperaba como una buena chica, podría acurrucarme en el sofá y leer un libro. Podría escribir una reseña y hacer palomitas. Entonces, cuando Daemon volviera (siempre y cuando no pasara nada horrible), podría echarme a sus brazos de nuevo.

Giré a la derecha en lugar de a la izquierda y solté una carcajada, que sonó ronca y baja gracias a mis cuerdas vocales destrozadas y a la ansiedad.

Irme a casa, y una mierda. No estábamos en los años cincuenta. No era una frágil humana. Y, desde luego, ya no era la Katy que Daemon había conocido al principio. No iba a quedarle más remedio que aceptarlo.

Aceleré esperando que la poli tuviera otras cosas que hacer esa noche en lugar de controlar el tráfico. Nunca conseguiría llegar antes que Daemon; pero, si se encontraban con problemas, podría crear una distracción, por ejemplo. Podría hacer algo.

A medio camino, atisbé un destello de luz blanca con el rabillo del ojo en medio de los densos árboles que bordeaban la carretera. Ahí estaba otra vez: una luz blanca con un matiz rojo.

Pegué un frenazo y di un volantazo a la derecha mientras la parte posterior del todoterreno culeaba hasta detenerse en el arcén. Encendí las luces de emergencia con el pulso desbocado y abrí la puerta. Por poco me resbalo cuando atravesé corriendo la carretera de doble carril; llegué al otro arcén y pude avanzar con más facilidad. Cogí velocidad, recurriendo a la Fuente y a cualquier cosa que hubiera en mi interior, y eché a correr tan rápido que mis pies apenas tocaban el suelo.

El pelo se me enganchó en unas ramas bajas y cayó un montón de nieve cuando rodeé un grueso árbol, removiendo el terreno hasta entonces inmaculado. A la izquierda, vi una mancha marrón que se alejaba veloz de mí. Probablemente fuera un ciervo; aunque, con mi suerte, también podía ser un chupacabras.

Vi un fogonazo azul blanquecino más adelante, como un relámpago horizontal. Sin duda era el poder de un Luxen, pero no el de Daemon: el suyo era rojizo. Tenía que ser Dawson o…

Rodeé corriendo un grupo de rocas grandes, levantando la nieve con los pies mientras de los olmos caían mortíferos carámbanos que se hacían pedazos contra el suelo a mi alrededor. Atravesé el laberinto de árboles a toda velocidad, giré bruscamente a la derecha y…

Allí estaban: dos Luxen en pleno modo luciérnaga que… Pero ¿qué narices…? Derrapé hasta detenerme jadeando.

Uno era más alto, una figura de pura luz blanca con los bordes teñidos de rojo. El otro era una forma más delgada y lenta con un brillo azulado. El más grande, que yo sabía que era Daemon, parecía estar haciéndole al otro una llave de cabeza. Una llave reluciente y con forma humana que me sonaba haber visto por la tele en los combates de lucha libre.

Ya podía decir que lo había visto todo.

Suponiendo que el otro fuera Dawson, el hermano de Daemon sabía defenderse bastante bien. Consiguió soltarse e hizo retroceder a Daemon un paso de un empujón. Pero, entonces, Daemon rodeó el centro de la luz con los brazos, la levantó en el aire y la estrelló contra el suelo con tanta fuerza que cayeron más carámbanos de los árboles que nos rodeaban.

La luz de Dawson parpadeó y unos rayos azules rebotaron contra los árboles, para luego regresar hacia ellos, esquivándolos por los pelos. Dawson intentó hacer rodar a su hermano (o, al menos, eso pareció), pero Daemon llevaba las de ganar.

Me crucé de brazos, tiritando.

—Tenéis que estar de coña.

Los impulsivos extraterrestres se quedaron inmóviles, y me dieron ganas de acercarme y darle una buena patada a cada uno. Un segundo después, sus luces se apagaron. Los ojos aún incandescentes de Daemon se encontraron con los míos.

—¿No te he dicho que te fueras a casa y te quedaras allí? —me preguntó con tono de advertencia.

—Que yo sepa, tú no tienes ningún derecho a decirme que me vaya a casa y me quede allí. —Di un paso al frente, haciendo caso omiso del modo en que se le iluminaron los ojos—. Estaba preocupada, ¿vale? Así que se me ocurrió venir a ayudar.

Daemon hizo una mueca.

—¿Y cómo pensabas ayudar?

—Me parece que ya lo he hecho. He conseguido que dejarais de pelearos como dos idiotas.

Se quedó mirándome un momento más; su expresión auguraba que ya nos las veríamos más tarde. Puede que incluso me cayera un castigo. Aunque, pensándolo bien, por su expresión no parecía que fuera un castigo de los divertidos.

—Déjame levantar, hermano.

Daemon bajó la mirada.

—No sé yo… Es probable que salgas huyendo y tenga que volver a perseguirte.

—No puedes detenerme —repuso Dawson con una voz escalofriantemente apática.

A Daemon se le tensaron los músculos bajo el jersey.

—Puedo y lo haré. No pienso permitir que te hagas esto. Ella no…

—¿Ella no qué? ¿No vale la pena?

—Ella no querría que hicieras esto —le espetó Daemon—. Si la situación fuera a la inversa, tú no querrías que ella lo hiciera.

Dawson se incorporó y consiguió poner el suficiente espacio entre ambos para levantarse. Una vez de pie, ambos adoptaron la misma postura cautelosa.

—Si tuvieran a Katy…

—No sigas por ahí.

Daemon apretó los puños con fuerza, pero su hermano no se inmutó.

—Si la tuvieran, tú harías lo mismo. No mientas.

Daemon abrió la boca, pero no dijo nada. Todos sabíamos lo que haría él en esa situación y que nadie podría impedírselo. Y, sabiendo eso, ¿cómo podíamos detener a Dawson? No podíamos.

Supe el momento exacto en el que Daemon lo comprendió, porque dio un paso atrás y se pasó las manos por el pelo revuelto por el viento. Se debatía entre hacer lo correcto y cumplir con su deber.

Di un paso al frente. Podía sentir la carga que Daemon soportaba como si fuera mía.

—Tienes razón. No podemos detenerte.

Dawson se volvió hacia mí, con los ojos de un verde brillante.

—Entonces, dejadme ir.

—Pero tampoco podemos hacer eso. —Me atreví a echarle un vistazo a Daemon. Su expresión no dejaba entrever nada—. Dee y tu hermano se han pasado el último año creyendo que estabas muerto. No tienes ni idea de lo que sufrieron.

—Vosotros no tenéis ni idea de por lo que yo he pasado. —Bajó la mirada—. Bueno, puede que en parte tú sí. Lo que te hicieron a ti se lo están haciendo mil veces a Beth. No puedo olvidarme de ella sin más, por mucho que quiera a mis hermanos.

Oí cómo Daemon inhalaba bruscamente. Desde que Dawson había regresado, era la primera vez que admitía sentir algo por su familia. No dejé pasar la oportunidad.

—Ellos lo entienden. Y yo también. Nadie espera que te olvides de Beth; pero, largándote y haciendo que te capturen, no ayudas a nadie.

Caramba. ¿Cuándo me había convertido en la voz de la razón?

—¿Y qué alternativa hay? —preguntó Dawson ladeando la cabeza exactamente igual que hacía su hermano.

Ese era el problema. Dawson no se rendiría. En el fondo, Daemon lo sabía y lo comprendía, y él haría lo mismo. Sería una soberana hipocresía exigirle a otro que hiciera lo contrario. Había que llegar a un acuerdo.

Y había una forma.

—Déjanos ayudarte.

—¿Qué? —soltó Daemon, pero lo ignoré.

—Sabes perfectamente que asaltar las instalaciones de Defensa no va a funcionar. Tenemos que averiguar dónde está Beth, si la tienen allí siquiera, y debemos trazar un plan para liberarla. Un plan bien pensado que minimice el riesgo de fracaso.

Los dos hermanos se quedaron mirándome y contuve el aliento. Eso era lo mejor. Daemon no podía vigilar a su hermano eternamente. Y no era justo asumir lo contrario.

Dawson se volvió, con la espalda recta. Transcurrieron varios segundos mientras el viento soplaba entre los árboles, haciendo girar la nieve.

—No puedo soportar saber que la tienen. Me cuesta respirar solo con pensarlo.

—Ya lo sé —musité.

La luz de la luna se filtró entre las ramas, esculpiendo el rostro de Daemon con su crudo resplandor. Se había quedado callado, pero de él brotaban ondas de furia. ¿De verdad pensaba que podía seguir persiguiendo a Dawson? Si ese era el caso, estaba mal de la azotea.

Al final, Dawson asintió con la cabeza.

—Vale.

Me invadió una agradable sensación de alivio que hizo que me flaquearan las piernas.

—Pero tienes que prometernos que nos darás tiempo. —Todo se reducía a un tiempo que no teníamos—. No puedes impacientarte y largarte. Tienes que jurarlo.

Se volvió hacia mí y lo recorrió un estremecimiento que se llevó su actitud belicosa. Se quedó allí de pie mientras su cuerpo se relajaba y los brazos le colgaban sin fuerzas a los costados.

—Lo juro. Si me ayudáis, lo juro.

—Trato hecho.

Se produjo un momento de silencio, como si la naturaleza absorbiera su promesa y mi compromiso y los memorizara. Y, a continuación, los tres regresamos al todoterreno en medio de un tenso silencio. Tenía los dedos helados cuando le pasé las llaves a Daemon.

Dawson subió detrás, apoyó la cabeza en el asiento y cerró los ojos. Yo no dejaba de mirar a Daemon, esperando que dijera algo, lo que fuera, pero él se mantuvo concentrado en la carretera. Su silencio era como el tictac de una bomba.

Me asomé por encima del respaldo del asiento. Dawson observaba a su hermano con los ojos entrecerrados.

—Oye, Dawson…

—¿Sí? —contestó mirándome.

—¿Quieres volver al instituto?

Eso lo mantendría entretenido mientras averiguábamos cómo diablos rescatar a Beth. Y, además, encajaba con el plan de Daemon de fingir que se la habíamos jugado al Departamento de Defensa al mismo tiempo que nos permitía tener vigilado a Dawson por si rompía su promesa.

—No creo que haya ningún problema. Puedes decirles a todos que huiste de casa. Esas cosas pasan.

—La gente cree que está muerto —intervino Daemon.

—Seguro que a algunas de las personas que huyen en este país se las da por muertas y no lo están —razoné.

Dawson pareció meditarlo.

—¿Y qué les digo de Beth?

—Buena pregunta. —El tono de Daemon estaba cargado de desafío.

Dejé de mordisquearme el dedo.

—Que los dos huisteis y que tú decidiste volver a casa, pero ella no.

Dawson se inclinó hacia delante y apoyó el mentón en las palmas de las manos.

—Es mejor que quedarme sentado dándole vueltas a la cabeza.

Vaya que sí. Se volvería loco si lo hiciera.

—Habrá que matricularlo en las clases —dijo Daemon dando golpecitos en el volante con los dedos—. Hablaré con Matthew. Veremos qué se puede hacer.

Volví a sentarme con una sonrisa, encantada de que Daemon por fin apoyara el plan. Crisis evitada. Ojalá se me diera igual de bien arreglar todo lo demás.

Dee estaba esperando en el porche cuando aparcamos en la entrada, con Andrew haciendo guardia a su lado. Dawson bajó del coche y se acercó a su hermana. Se dijeron algo, en voz demasiado baja para que pudiera oírlos, y luego se abrazaron.

Esa clase de amor era asombroso. Era diferente del que había entre mis padres, pero aun así era fuerte e irrompible, por muy canutas que se las hicieran pasar unos a otros.

—¿No te dije que te fueras a casa?

No me había dado cuenta de que estaba sonriendo hasta que se me borró la sonrisa al oír la voz de Daemon. Lo miré y se me cayó el alma a los pies. Sí, allí estaba la regañina que me esperaba.

—Tenía que ayudar.

Daemon miró por el parabrisas.

—¿Qué habrías hecho si, en lugar de con Dawson, hubiera estado peleando con el Departamento de Defensa o con ese otro grupo, como rayos se llame?

—Dédalo —contesté—. Y, si hubieran sido ellos, aun así te habría ayudado.

—Ya, y eso es lo que me cabrea.

Salió del todoterreno y me dejó allí mirándolo.

Solté un suspiro de frustración y bajé del vehículo. Daemon estaba apoyado contra el parachoques, con los brazos cruzados sobre el pecho. No me miró cuando me detuve a su lado.

—Ya sé que estás disgustado porque te preocupas por mí, pero no soy de esas chicas que se quedan sentadas en casa esperando a que el héroe acabe con los malos.

—Esto no es un libro —me espetó.

—Pues claro que…

—No. No lo entiendes, joder. —Se volvió hacia mí, furioso—. Esto no es una fantasía paranormal o lo que quiera que sea que leas. No hay un argumento establecido ni una idea clara de lo que va a pasar. Los enemigos no son evidentes. No hay un final feliz garantizado y tú… —Bajó la cabeza para que nuestros ojos quedaran a la mima altura—. Tú no eres una superheroína, por muchas cosas que puedas hacer.

Vaya. Sí que había estado revisando mi blog. Pero ese era otro tema.

—Ya sé que esto no es un libro, Daemon. No soy idiota.

—¿En serio? —Soltó una carcajada carente de humor—. Porque si fueras lista no habrías salido corriendo detrás de mí.

—¡Lo mismo se podría decir de ti! —Ahora estaba tan enfadada como él—. Saliste pitando detrás de Dawson sin saber dónde te estabas metiendo.

—No me digas. Pero yo puedo controlar la Fuente sin proponérmelo. Sé de lo que soy capaz. Y tú no.

—Yo sé de lo que soy capaz.

—¿Ah, sí? —me preguntó. Las mejillas se le tiñeron de rojo por la rabia—. Si me hubieran rodeado agentes humanos, ¿habrías podido matarlos? ¿Y habrías podido vivir contigo misma después?

La angustia fue creciendo en mi estómago y sus tentáculos invisibles me envolvieron. Cuando estaba sola y reinaba la calma, en lo único en lo que podía pensar era en que había estado dispuesta a quitar una vida humana.

—Estoy preparada para hacerlo —dije en un susurro.

Daemon retrocedió un paso, negando con la cabeza.

—Mierda, Kat. No quiero que tengas que pasar por eso. Matar no es difícil; lo difícil es lo que viene después: la culpa. No quiero que tengas que lidiar con eso. ¿Es que no lo entiendes? No quiero que tengas esa clase de vida.

—Pero ya tengo esa clase de vida. Todos los deseos, esperanzas y buenas intenciones del mundo no van a cambiarlo.

La verdad solo pareció ponerlo más furioso.

—Dejando eso de lado, no me puedo creer que le prometieras eso a Dawson.

—¿Por qué? —Los brazos me cayeron a los costados.

—¿Ayudarlo a encontrar a Beth? ¿Cómo rayos se supone que vamos a hacerlo?

Pasé el peso del cuerpo de un pie al otro.

—No lo sé, pero ya se nos ocurrirá algo.

—Vaya, esa es buena, Kat. No sabemos cómo encontrarla, pero lo ayudaremos. Un plan estupendo.

Me invadió una ola de calor. Aquello era increíble.

—¡Menudo hipócrita estás hecho! Ayer me dijiste que averiguaríamos qué está tramando Will, pero no tienes ni idea de cómo hacerlo. ¡Y lo mismo pasa con Dédalo! —Daemon abrió la boca, pero yo sabía que lo había pillado—. Y no has podido mentirle a Dawson cuando te ha preguntado qué harías si me tuvieran a mí. Tú no eres el único que puede tomar decisiones precipitadas y estúpidas.

Daemon cerró la boca de golpe.

—No se trata de eso.

—Vaya excusa más floja —repuse enarcando una ceja.

Daemon se lanzó hacia delante y dijo con voz dura:

—No tenías derecho a hacerle esa clase de promesas a mi hermano. No es de tu familia.

Me estremecí mientras retrocedía un paso. Me habría dolido menos que me hubiera pegado. A mi modo de ver, por lo menos había conseguido apartar a Dawson del precipicio. Vale que comprometerme a ayudarlo a encontrar a Beth no era lo ideal, pero era mejor que dejar que fuera dando tumbos por ahí como un drogata.

Intenté contener la rabia y la decepción, porque comprendía a qué se debía gran parte de la furia de Daemon. No quería que me hicieran daño y se preocupaba por su hermano, pero su necesidad inherente y casi obsesiva de ser protector no era excusa para comportarse como un cretino.

—Lo que le pase a Dawson me incumbe porque te incumbe a ti —le dije—. Estamos juntos en esto.

Daemon me miró a los ojos.

—No en todo, Kat. Lo siento, pero es así.

Noté un ardor en el fondo de la garganta y parpadeé varias veces, negándome a derramar ni una sola lágrima a pesar del intenso dolor que sentía en el pecho.

—Si no estamos juntos en todo, ¿cómo podemos estar juntos de verdad? —Se me quebró la voz—. Porque yo no veo la forma.

Daemon puso cara de sorpresa.

—Kat…

Negué con la cabeza, pues sabía adónde conducía esa conversación. No había futuro para nosotros a menos que Daemon estuviera dispuesto a verme como algo más que un frágil objeto de porcelana.

Alejarme de él fue lo más duro que había hecho nunca. Y aún peor fue que no intentara detenerme, porque no era su estilo; aunque, en el fondo, no había esperado que lo hiciera. Pero lo deseaba. Lo necesitaba.

Y no lo hizo.