19

Después de eso, Dawson se cerró. Se puso a hablar de cualquier cosa (el tiempo, fútbol americano, los Pitufos…), salvo de nada relacionado con Dédalo o lo que le hicieron a él y a Beth. Una parte de mí se sintió aliviada. No estaba segura de si podría soportar saber más, por muy egoísta que sonara.

Pero lo malo fue que, en cuanto dejamos de hablar de cosas serias, mi cerebro volvió a preguntarse dónde estaría Daemon y qué estaría haciendo. Cuando se acercó la medianoche y todavía no había regresado a casa, no pude quedarme allí sentada ni un minuto más.

No podía quedarme sentada en ningún sitio.

Me despedí de Dawson y crucé rápidamente el césped, tiritando. Lo primero que hice fue comprobar el móvil. Tenía un mensaje nuevo y el corazón se me aceleró.

«Prdn x st nch. Hblms mñn».

Había llegado hacía como una hora. Lo que quería decir que todavía estaba con Ash… esto, con Andrew, Dee y Ash.

Le eché un vistazo al reloj, como si eso cambiara de alguna forma la hora que era. El corazón me retumbaba en el pecho, como si hubiera venido corriendo de la casa de al lado. Bajé la mirada hacia el móvil y contuve el impulso de arrojarlo contra la pared. Sabía que estaba comportándome como una tonta. Eran sus amigos, incluida Ash. Podía quedar con ellos sin mí. Y, con el distanciamiento entre Dee y yo, Daemon no había podido pasar mucho tiempo con su hermana.

Fuera una tontería o no, estaba dolida. Y lo odiaba… odiaba haberme disgustado por semejante estupidez.

Llevé el móvil al piso de arriba, me lavé la cara y los dientes y me puse el pijama, dándole vueltas todo el rato a si debía responder al mensaje. Deseaba poseer la fuerza de voluntad necesaria para no hacerlo, para mandarlo a freír espárragos, pero eso era una gilipollez teniendo en cuenta todo lo que estaba pasando.

Además, me estaba tomando aquello demasiado a pecho. Así que dejé el teléfono en la mesita de noche, me metí bajo las mantas y me las subí hasta la barbilla. Permanecí así, castigándome por no devolverle el mensaje, por salir con Blake la primera vez, por besarlo y por quedarme despierta castigándome. Por fin, mi cerebro tuvo suficiente y cerró el chiringuito.

Un rato después, no estuve segura de si estaba soñando o no. Me encontraba en esa etapa confusa en la que la realidad se mezcla con el subconsciente. Parte de todo aquello era un sueño, de eso estaba segura, porque pude ver a Daemon en un edificio. Avisté su pelo oscuro y luego se alejó. Estaba en una habitación y, antes de que pudiera llegar a él, pasaba a otra. Era un laberinto interminable y él no dejaba de moverse ni me respondía cuando gritaba su nombre.

La frustración me invadió y sentí una opresión en el pecho. Lo perseguía, nunca lo alcanzaba a tiempo, lo perdía… No acababa nunca.

Y, entonces, la cama se movió y el edificio desapareció, se evaporó en medio de volutas de humo y oscuridad. Algo pesado se tendió a mi lado. Una mano me apartó el pelo de la cara y creo que sonreí, porque él estaba allí y eso me calmaba. Volví a sumirme en un profundo sueño en el que no perseguía a Daemon en mi mente.

Cuando se hizo de día, me di la vuelta esperando encontrar a Daemon. Mamá trabajaba hasta tarde los sábados por la mañana y Daemon solía quedarse todo el tiempo posible, pero mi cama estaba vacía.

Pasé una mano por la otra almohada e inhalé esperando notar aquel olor fresco y a aire libre que lo caracterizaba, pero lo único que percibí fue un débil rastro a cítricos. ¿Había soñado la presencia de Daemon?

Dios, si había sido así, era patética.

Me senté frunciendo el ceño y cogí el móvil. Tenía un mensaje sin leer de Daemon que había llegado a eso de las dos de la madrugada.

«Huevs + beicn d dsyno. Vn cndo dspierts».

—¿A las dos de la madrugada?

Me quedé mirando el teléfono. ¿Había estado con ellos hasta entonces?

El corazón se me había vuelto a acelerar y me dejé caer de espaldas con un gemido. Al parecer, yo era patética y Daemon había trasnochado sin mí.

Salí de mala gana de la cama, me duché y me puse unos vaqueros y un jersey. Una sensación de entumecimiento se había apoderado de mí mientras me secaba un poco el pelo y me lo recogía en un moño descuidado. Me dirigí a la casa de al lado y descubrí que la puerta estaba cerrada con llave.

Coloqué la mano en el picaporte y esperé hasta que oí girar la cerradura. Una idea inquietante se me ocurrió mientras abría la puerta: era demasiado fácil entrar y salir de las casas de la gente, incluida la mía.

Negué con la cabeza, cerré la puerta despacio y respiré hondo. La casa estaba silenciosa como una tumba. Todo el mundo seguía durmiendo. Subí las escaleras pisando con cuidado en los dos últimos escalones, que crujían. Las puertas de los cuartos de Dawson y Dee estaban cerradas, pero podía oír un suave murmullo de música que salía del de Daemon.

Entreabrí la puerta de su habitación y entré con sigilo. Mi mirada fue directamente a la cama y no podría haber controlado el frenético aleteo de mi corazón ni aunque hubiese querido.

Daemon estaba tendido de espaldas, con un brazo estirado a su lado y el otro apoyado sobre el vientre desnudo. Las sábanas se le habían enredado alrededor de las estrechas caderas. Su rostro dormido casi parecía angelical; las facciones cinceladas se habían suavizado y los labios se habían relajado. Las espesas pestañas le acariciaban la parte superior de las mejillas.

Parecía mucho más joven así en reposo; aunque, de una manera extraña, estaba aún más fuera de mi alcance. Poseía un tipo de belleza masculina intimidante y de otro mundo. Algo que solo existía entre las páginas de los libros que leía.

A veces me costaba convencerme de que Daemon era real.

Me acerqué a él de puntillas y me senté en el borde de la cama, incapaz de apartar la mirada. No quería despertarlo, así que me quedé allí sentada como una auténtica acosadora observando el constante subir y bajar de su pecho. Me pregunté si habría soñado que estaba en mi cuarto anoche o si se habría pasado para comprobar cómo estaba. Volví a notar aquel aleteo y casi conseguí olvidar el ataque de ansiedad de la noche anterior. Casi, pero no…

Daemon se giró de pronto, me rodeó la cintura con un brazo y me tumbó a su lado. Siguió moviéndose hasta hundir la cara en mi cuello.

—Buenos días —murmuró.

Se me dibujó una sonrisa en el rostro mientras apoyaba una mano en su hombro. Tenía la piel caliente.

—Buenos días.

Pasó una pierna sobre la mía y se acurrucó más cerca.

—¿Dónde están mis huevos con beicon?

—Pensé que te estabas ofreciendo a hacerlos tú.

—Me malinterpretaste. Vete a la cocina, mujer.

—Lo que tú digas.

Me coloqué de costado, mirándolo. Daemon levantó la cabeza, me dio un beso en la nariz y luego enterró la cara en la almohada. Solté una carcajada.

—Es demasiado temprano —refunfuñó.

—Son casi las diez.

—Demasiado temprano.

Se me hizo un nudo en el estómago. Me mordí el labio, sin saber qué decir.

Daemon me pasó un brazo perezosamente por encima de la cadera y volvió la cabeza para poder mirarme a la cara.

—No me respondiste anoche.

Así que íbamos a hablar del tema.

—Me quedé dormida y… supuse que estarías ocupado.

Enarcó una ceja.

—No estaba ocupado.

—Pasé a verte anoche y estuve esperando un rato. —Jugueteé con el borde de la sábana, retorciéndolo alrededor de los dedos—. Volviste tarde.

Daemon abrió un ojo.

—Así que recibiste mi mensaje y tuviste tiempo de responder.

Se lo había puesto en bandeja.

Daemon suspiró.

—¿Por qué me ignoraste, gatita? Heriste mis sentimientos.

—Estoy segura de que Ash te consoló.

En cuanto aquellas palabras salieron de mi boca, quise darme una bofetada.

Daemon abrió ambos ojos y luego hizo algo que me sorprendió y me cabreó: sonrió de oreja a oreja.

—Estás celosa.

La forma en la que lo dijo lo hizo parecer algo bueno. Quise sentarme, pero su brazo me lo impidió.

—No estoy celosa.

—Gatita…

Puse los ojos en blanco y, acto seguido, sufrí un grave brote de incontinencia verbal.

—Me preocupaba la visita del mayor, y se suponía que íbamos a hablar anoche. Pero no apareciste. En cambio, saliste con Andrew, Dee y Ash. Sí, tu exnovia Ash. ¿Y cómo me enteré? Por tu hermano. ¿Y, por cierto, cómo os sentasteis? ¿Dee y Andrew se sentaron en un lado y tú y Ash en el otro? Seguro que estabais muy cómodos.

—Gatita…

—No me vengas con esas. —Lo miré con cara de pocos amigos. Había cogido carrerilla y no podía parar—. Te fuiste a eso de las cinco ¿y cuándo volviste? ¿Después de las dos de la madrugada? ¿Qué estuvisteis haciendo? Y borra esa estúpida sonrisa de la cara. Esto no tiene gracia.

Daemon intentó deshacerse de la sonrisa, pero no lo consiguió.

—Me encanta que saques las garras.

—Cierra el pico. —Indignada, intenté apartarle el brazo de un empujón—. Suéltame. Puedes llamar a Ash para ver si te prepara unos huevos con beicon. Yo me largo.

En lugar de soltarme, se colocó encima de mí sosteniéndose con las manos, que había apoyado a ambos lados de mis hombros. Ahora tenía en la cara esa exasperante sonrisilla suya de chulito.

—Solo quiero oírte decirlo: estoy celosa.

—Ya lo he dicho, idiota. Estoy celosa. ¿Por qué no iba a estarlo?

Daemon ladeó la cabeza.

—Ah, pues no sé. Tal vez porque nunca quise estar con Ash, y a ti te deseé desde el primer momento en que te vi. Y, antes de que empieces, ya sé que lo demostré de pena, pero tú sabes que te deseaba. Solo a ti. Es una locura que estés celosa.

—¿En serio? —Luché por contener unas lágrimas de rabia—. Estuvisteis saliendo.

—Estuvimos. En pasado.

—Seguramente ella quiere volver contigo.

—Pero yo no, así que no importa.

A mí me importaba.

—Es guapísima, como una modelo.

—Tú eres más guapa.

—No intentes engatusarme.

—Claro que no —repuso.

Me mordí el labio con la mirada clavada por encima de su hombro.

—¿Sabes una cosa? Al principio, pensé que me merecía lo de anoche. Ahora sé cómo te sentiste cuando salí con Blake. Es como si el karma me diera una lección, pero no es lo mismo. Tú y yo no estábamos juntos entonces y Blake y yo no teníamos ese tipo de pasado en común.

Daemon respiró hondo.

—Es verdad: no es lo mismo. Yo no tuve una cita con Ash. Andrew se pasó y nos pusimos a hablar de Ethan. Le entró hambre, así que decidimos ir a tomar algo. Dee se apuntó y Ash estaba allí porque es su hermana, por si no lo recuerdas.

Encogí un hombro. Vale, en eso tenía razón.

—Y no salimos a comer. Al final, pedimos pizza, volvimos a casa de Andrew y estuvimos hablando de lo del domingo. Ash está muerta de miedo por la posibilidad de perder a Andrew también y Dee todavía quiere matar a Blake. Me pasé horas explicándoles el plan al detalle. No fue una fiesta a la que no te invitáramos.

«Pero es que no me invitasteis», quise protestar, pero sabía que era una estupidez.

—¿Por qué no me lo contaste por lo menos? Podrías haberme dicho algo. Así no se me habría desbocado la imaginación.

Se quedó mirándome un momento, luego se incorporó y se sentó a mi lado.

—Tenía pensado pasarme cuando llegara a casa, pero ya era tarde.

Así que lo de anoche sí fue un sueño. Quedaba confirmado oficialmente: era patética.

—Mira, no lo pensé.

—Eso parece —musité.

Daemon se frotó un punto situado encima del corazón.

—Sinceramente, no creí que fueras a disgustarte tanto. Supuse que tendrías más sentido común.

Yo seguía tumbada de espaldas, demasiado cansada para moverme.

—¿Más sentido común?

—Sí. Que sabrías que, aunque Ash entrara pavoneándose desnuda en mi cuarto en este instante, la mandaría a hacer puñetas. Que no tenías nada de qué preocuparte.

—Gracias por grabarme esa imagen en la mente para siempre.

Daemon negó con la cabeza soltando una carcajada seca.

—Estas inseguridades me sacan de mis casillas, Kat.

Me quedé boquiabierta. Me levanté bruscamente y me senté sobre las rodillas.

—¿Cómo? ¿Tú eres el único que tiene derecho a sentirse inseguro?

—¿Qué? —Sonrió de forma burlona—. ¿Por qué iba yo a sentirme inseguro?

—Buena pregunta, pero ¿cómo llamarías tú a tu pequeño episodio con Blake ayer en el pasillo? ¿Y esa estúpida pregunta sobre por qué quería ayudarlo?

Daemon no dijo ni pío.

—¡Ajá! Exacto. Es aún más ridículo que tú te sientas inseguro. Permíteme que te lo explique con todo lujo de detalles. —Cuando aumentó mi enfado, también lo hizo la Fuente, recorriéndome la piel—. Detesto a Blake. Me utilizó y estaba dispuesto a entregarme a Dédalo. Mató a Adam. Solo hay una parte microscópica de mí que logra soportar su presencia. ¿Cómo puedes tener los más mínimos celos de él?

—Te desea —dijo apretando la mandíbula.

—Oh, por el amor de Dios, claro que no.

—Lo que tú digas. Pero soy un tío. Sé lo que piensan los otros tíos.

Levanté las manos en un gesto de frustración.

—Aunque fuera verdad, da igual. Yo lo odio, ¿está claro?

Apartó la mirada.

—Vale.

—Pero tú no odias a Ash. Una parte de ti la quiere. Sé que es así, y puede que no sea lo mismo que sientes por mí, pero hay afecto entre vosotros… hay una historia. Perdóname si eso me intimida un poco.

Me levanté de la cama y me dieron ganas de atravesar el cuarto dando unos buenos pisotones como una niña emberrinchada. Puede que incluso patalear en el suelo. Así por lo menos liberaría un poco de energía.

Daemon apareció delante de mí y dio un paso al frente para acunarme las mejillas.

—Vale. Lo entiendo. Debería haberte dicho algo. Y el tema con Blake… Sí, también es una estupidez.

—Bien —contesté cruzándome de brazos.

Le temblaron los labios.

—Pero tienes que entender que es a ti a quien deseo. Ni a Ash ni a nadie más.

—¿Aunque los mayores quieran que estés con alguien como ella?

Bajó la cabeza y me acarició el pómulo con los labios.

—Me importa un pito lo que ellos quieran. Soy así de egoísta. —Me besó la sien—. ¿Vale?

—Vale. —Se me cerraron los ojos.

—¿Todo arreglado, entonces?

—Si me prometes no darme el coñazo sobre lo de ir con vosotros mañana.

Apoyó su frente contra la mía.

—Sabes negociar.

—Así es.

—No quiero que vayas, gatita. —Suspiró mientras me rodeaba con los brazos—. Pero no puedo impedírtelo. Prométeme que no te separarás de mí.

Mi sonrisa quedó oculta contra su pecho.

—Te lo prometo.

Me dio un beso en la coronilla.

—Siempre te sales con la tuya, ¿verdad?

—No siempre.

Apoyé las manos contra sus costados, absorbiendo su calor. Si por mí fuera, nada de eso estaría ocurriendo. Me pregunté si alguno de nosotros conseguiría lo que quería.

Me apretó con más fuerza y sentí que lo recorría un suspiro.

—Venga. Vamos a preparar esos huevos con beicon. Hoy necesito estar en plena forma.

—¿Por qué…? —Me interrumpí cuando comprendí a qué se refería—. Ah, ya… por Blake.

—Exacto. —Me besó con suavidad—. Va a costarme Dios y ayuda no partirle la cara. Ya lo sabes, ¿no? Así que doble ración de beicon para mí.