15

Estaba esperando que el chico gritara: «¡inocentes!» y se fuera corriendo al parque más cercano. Sin embargo, a medida que transcurrían los segundos, tuve que aceptar que nuestro mesías de la información apenas era un adolescente.

Luc sonrió como si supiera lo que estaba pensando.

—¿Sorprendidos? Pues no deberíais. Sorprenderos por nada, quiero decir.

Se levantó y me asombró comprobar que era casi tan alto como Daemon.

—Tenía seis años cuando decidí jugar a ver quién era más gallito con un taxi que iba a toda velocidad. Ganó el taxi. Perdí una bici chulísima y un montón de sangre; pero, por suerte, mi amiga de la infancia era una extraterrestre.

—¿Cómo… cómo escapaste de Dédalo? —Y tan joven, quise añadir.

Luc se acercó a la mesa con pasos suaves y fluidos.

—Yo era su alumno estrella. —Sonrió de forma siniestra, casi inquietante—. Nunca hay que confiar en el que sobresale. ¿No es verdad, Blake?

Blake, que estaba apoyado contra la pared, encogió un hombro.

—Supongo.

—¿Por qué? —Luc se sentó en el borde de la mesa—. Porque, con el tiempo, el alumno se vuelve más listo que el maestro, y yo tuve unos maestros muy inteligentes. Bueno… —Dio una palmada—. Tú debes de ser Daemon Black.

Si a Daemon le sorprendió que Luc supiera cómo se llamaba, no lo demostró.

—Así es.

El muchacho bajó aquellas pestañas increíblemente largas.

—He oído hablar de ti. Blake es un gran fan tuyo.

Blake levantó el dedo corazón y Daemon contestó con sequedad:

—Me alegra saber que mi club de fans ha llegado lejos.

Luc ladeó la cabeza.

—Y menudo club de fans… Ay, qué torpeza la mía, no te he presentado a tu compañero Luxen. Se hace llamar Paris. ¿Por qué? Pues ni idea.

Paris esbozó una sonrisa forzada mientras extendía la mano hacia Daemon.

—Siempre es un placer conocer a otra persona que no está sujeta a viejas creencias y normas innecesarias.

Daemon le estrechó la mano.

—Lo mismo digo. ¿Cómo acabaste juntándote con él?

Luc se rió.

—Esa es una larga historia para otro día… si es que hay otro día. —Aquellos ojazos asombrosos se posaron nuevamente en mí—. ¿Tienes la más remota idea de lo que te harán si se dan cuenta de que eres un híbrido completamente funcional? —Inclinó la cabeza, sonriendo—. Somos algo muy poco común. Coincidir tres de nosotros es una auténtica pasada.

—Tengo mucha imaginación —respondí.

—¿En serio? —Luc enarcó las cejas—. Dudo que Blake haya llegado a contarte la mitad… o lo peor.

Le eché un vistazo a Blake, pero este mantuvo el rostro impasible. Noté un escalofrío por la espalda que no tenía nada que ver con mi falta de ropa.

—Pero eso ya lo sabéis. —Luc se levantó y se estiró como un gato después de una siesta—. Y aun así estáis dispuestos a correr el enorme riesgo de entrar en el avispero.

—No tenemos elección. —Daemon le lanzó una mirada asesina al silencioso Blake—. Así que ¿vas a darnos los códigos o no?

Luc se encogió de hombros mientras pasaba los dedos por los fajos de dinero.

—¿Y qué gano yo?

Exhalé bruscamente.

—Aparte de cabrear a Dédalo, la verdad es que no tenemos mucho que ofrecer.

—Hum, yo no estaría tan seguro.

Cogió un puñado de billetes sujetos con una goma elástica. Un segundo después, los bordes de los billetes se curvaron hacia dentro y el papel se derritió hasta que un olor a quemado llenó el aire y no quedó nada.

Me dio envidia, teniendo en cuenta que todo eso de usar la luz para crear calor y fuego me superaba por completo.

—¿Qué podemos hacer por ti?

—Evidentemente, el dinero no es un problema —añadió Daemon.

A Luc le temblaron los labios.

—No necesito dinero. —Se limpió los dedos en los vaqueros—. Tampoco poder. Sinceramente, lo único que necesito es un favor.

Blake se apartó bruscamente de la pared.

—Luc…

Este entrecerró los ojos.

—Solo quiero un favor… un favor que pueda cobrarme en cualquier momento. Eso es lo que quiero a cambio, y os diré todo lo que necesitáis saber.

Bueno, eso sonaba fácil.

—Va…

—Un momento —me interrumpió Daemon—. ¿Quieres que aceptemos hacerte un favor sin saber de qué se trata?

Luc asintió con la cabeza.

—¿Dónde está el riesgo si lo sabéis todo?

—¿Dónde está la inteligencia si no? —repuso Daemon.

El chico soltó una carcajada.

—Me gustas. Me gustas mucho. Pero mi ayuda implica su propio peligro a cambio.

—Dios, eres como un mafioso preadolescente —murmuré.

—Algo parecido. —Me dedicó una sonrisa angelical—. Lo que ninguno de vosotros entiende es que hay cosas mucho más importantes que la novia de un hermano o un amigo… o incluso acabar bajo el dominio de los hombres. Los vientos traen cambios, y esos vientos van a ser huracanados. —Miró a Daemon—. El Gobierno teme a los Luxen, porque representan la caída del género humano de la cima de la cadena alimenticia. Para solucionarlo, han creado algo mucho más fuerte que un Luxen. Y no me refiero a bebés híbridos normales y corrientes.

Me estremecí.

—¿De qué hablas?

Me miró con sus ojos violáceos, pero no dijo nada.

Paris se cruzó de brazos.

—No pretendo ser grosero, pero, si no estáis dispuestos a hacer un trato, ahí está la puerta.

Daemon y yo nos miramos. La verdad era que no sabía qué decir. Sí que era como hacer un trato con la mafia… con un repulsivo niño-jefe de la mafia.

—Chicos —dijo Blake—, Luc es nuestra única oportunidad.

—Por el amor de Dios —murmuró Daemon—. Vale. Te debemos un favor.

Los ojos de Luc relucieron.

—¿Y tú?

Suspiré.

—Claro. ¿Por qué no?

—¡Genial! ¿Paris? —Extendió una mano. Paris se agachó, cogió un pequeño MacBook Air y se lo entregó—. Dadme un segundo.

Lo observamos ponerse a teclear con el ceño fruncido en un gesto de concentración. Mientras esperábamos, una puerta situada al fondo de la habitación se abrió y la jovencita del escenario se asomó.

Luc levantó la cabeza de repente.

—Ahora no.

La cara de disgusto de la muchacha fue monumental, pero cerró la puerta.

—Esa es la chica de…

—No termines esa frase si quieres que continúe. Ni siquiera habléis de ella. En realidad, nunca la habéis visto —dijo Luc con la mirada clavada de nuevo en la pantalla—. O ya no hay trato.

Cerré el pico a pesar de que tenía un millar de preguntas sobre cómo habían escapado y cómo sobrevivían prácticamente sin protección.

Por fin, Luc dejó el portátil en el escritorio. La pantalla estaba dividida en cuatro secciones, en blanco y negro, con mucho grano, como si fueran vídeos de seguridad. Una imagen era de un bosque. Otra, de una valla alta y un portón; la siguiente, de una garita de seguridad, y la última mostraba a un hombre uniformado patrullando otra sección de la valla.

—Os presento Mount Weather, propiedad de la FEMA, la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias, y protegido por el Departamento de Seguridad Nacional. Ubicado en la majestuosa cordillera Azul, se utiliza como centro de formación y como escondite para todos nuestros queridos funcionarios en caso de que nos bombardeen —explicó Luc con una risita burlona—. También conocido como la tapadera para el Departamento de Defensa y Dédalo porque, bajo tierra, hay más de ciento ochenta mil jodidos metros cuadrados para entrenar y torturar.

Blake se quedó mirando fijamente la pantalla.

—¿Has hackeado sus sistemas de seguridad?

Luc se encogió de hombros.

—Como dije, era el alumno estrella. Mirad esta sección de aquí. —Señaló la pantalla en la que un guarda patrullaba la valla, casi mezclándose con el fondo borroso—. Esta es la entrada «secreta» que no existe. Muy pocas personas la conocen: nuestro amigo Blake entre ellas.

Luc presionó la tecla de espacio y la cámara se desplazó a la derecha. Un portón quedó a la vista.

—Así está el tema: el domingo a las nueve de la noche tendréis vuestra mejor oportunidad. Hay cambio de turno y el personal estará bajo mínimos, solo habrá dos guardias patrullando este portón. Porque el domingo es un día de poco movimiento, ya sabéis.

Paris sacó una libreta y un bolígrafo.

—Este portón es el primer obstáculo. Tendréis que deshaceros de los guardias, pero eso está chupado. Yo me aseguraré de que las cámaras estén apagadas entre las nueve y las nueve y cuarto. Ya sabéis, como en Parque Jurásico. Dispondréis de quince minutos para entrar, rescatar a vuestros amigos y salir cagando leches. Así que no dejéis que un dragón escupe-fuego os pille.

Daemon ahogó una carcajada.

—Quince minutos —murmuró Blake, asintiendo con la cabeza—. Es factible. Una vez dentro del recinto, la entrada conduce a los ascensores. Podemos usarlos para bajar hasta la décima planta e ir directamente a la celda.

—Genial. —Luc dio un golpecito con el dedo sobre la pantalla—. El código de este portón es «Ícaro». ¿Veis una pauta? —dijo riéndose—. Una vez dentro del recinto, veréis tres puertas, una al lado de otra.

Blake asintió de nuevo.

—La del centro… ya lo sé. ¿Cuál es el código?

—Un momento. ¿Adónde llevan las otras puertas? —pregunté.

—Al maravilloso mundo de Oz —contestó Luc mientras presionaba la tecla de espacio hasta que la cámara enfocó las puertas—. En realidad, a ningún sitio interesante. Ahí solo hay oficinas y cosas de la FEMA. ¿Alguien quiere adivinar cuál es el código de esta puerta?

—¿Dédalo? —propuse.

Luc sonrió.

—Casi. El código de esta puerta es «Laberinto». Ya sé que no es una palabra demasiado difícil de deletrear, pero aseguraos de hacerlo correctamente. Solo tendréis una oportunidad. Si introducís el código incorrecto, se pondrá feo. Id en ascensor hasta la sexta planta como dijo Blake y luego introducid el código «DÉDALO», todo en mayúsculas. ¡Tachán!

Daemon negó con la cabeza, receloso.

—¿Solo hay que introducir códigos? ¿Esa es toda la seguridad que tienen?

—¡Ja! —Luc presionó un par de teclas y la pantalla se quedó negra—. Voy a hacer algo más que proporcionaros los códigos y desconectar las cámaras, mi nuevo amigo. Desactivaré su software de reconocimiento ocular. Puede dejar de funcionar unos diez o quince minutos al día sin que nadie se inmute.

—¿Qué pasa si seguimos dentro y vuelve a conectarse? —pregunté.

Luc levantó las manos.

—Pues… será como estar en un avión a punto de estrellarse. Pegad la cabeza a las rodillas y despedíos.

—Vaya, eso suena estupendo —comenté—. ¿Así que también eres una especie de hacker mutante?

Me guiñó un ojo.

—Pero tened cuidado. No voy a desconectar ninguna otra medida de seguridad que hayan decidido montar. Eso levantaría sospechas.

—Alto ahí. —Daemon frunció el ceño—. ¿Qué otras medidas de seguridad podrían tener?

—Por lo que he descubierto, cambian los códigos de vez en cuando. Aparte de eso, solo hay guardias; pero es un cambio de turno. —Blake sonrió de oreja a oreja—. No nos pasará nada. Lo tenemos controlado.

Paris tendió una hoja en la que había garabateado los códigos. Daemon la cogió antes de que pudiera hacerlo Blake y se la guardó en el bolsillo.

—Gracias —dijo.

Luc regresó al sofá, donde se dejó caer junto a la DS. Se le borró la sonrisa.

—No me deis las gracias todavía. En realidad, no hace falta que lo hagáis. No existo, ¿sabéis?, por lo menos hasta que necesite ese favor. —Abrió la DS—. Recordad, este domingo a las nueve de la noche. Tenéis quince minutos y ya está.

—Vale… —Alargué la palabra, mirando a Blake. Me moría por saber cómo se habrían conocido esos dos—. Bueno, supongo…

—Que nos vamos —añadió Daemon, cogiéndome de la mano—. Ha sido un placer conoceros, más o menos.

—Lo que tú digas —respondió Luc moviendo los pulgares a toda velocidad sobre los controles. Su voz nos hizo detenernos junto a la puerta—. No tenéis ni idea de lo que os espera. Id con cuidado. No soportaría que el trato fuera unilateral si conseguís que os maten… o algo peor.

Me estremecí. Qué forma tan agradable de dar por terminada la conversación con una buena dosis de miedo.

Daemon se despidió del otro Luxen con un gesto de la cabeza y salimos. Blake cerró la puerta detrás de él. Fue entonces cuando me di cuenta de que la habitación estaba insonorizada.

—Bueno —dijo Blake, sonriendo—, no ha estado tan mal, ¿no?

Puse los ojos en blanco.

—Tengo la sensación de que acabamos de hacer un pacto con el diablo y que volverá para exigirnos a nuestro primogénito o algo por el estilo.

Daemon levantó las cejas.

—¿Quieres tener niños? Porque ya sabes que la práctica hace…

—Cierra la boca. —Negué con la cabeza y empecé a caminar.

Atravesamos el club a toda prisa, rodeando la zona de baile, que todavía estaba abarrotada. Creo que todos estábamos listos para largarnos de allí. Mientras nos acercábamos a la salida, volví la cabeza y miré más allá de Daemon y Blake, hacia la pista de baile.

Una parte de mí se preguntó cuántas de aquellas personas serían híbridos, si es que alguna lo era. Éramos poco comunes, pero desde el principio había presentido que ese sitio tenía algo diferente. Igual que también lo tenía aquel chico llamado Luc.

El tipo con pinta de luchador profesional nos recibió en la puerta. Se hizo a un lado y cruzó los enormes brazos sobre el pecho.

—Recordad —nos dijo—: nunca habéis estado aquí.