13

Lesa vino a casa después de clase el martes para ayudarme a estudiar para el examen de Biología que teníamos al día siguiente, lo que era un asco porque en lo que menos podía concentrarme ahora mismo era en los deberes. Una parte de mí esperaba que Matthew lo cambiara de fecha, puesto que él sabía lo que tenía que hacer mañana por la noche. Incluso se lo sugerí el lunes después de clase, pero no hubo manera.

Me mecí hacia atrás en la silla del escritorio con el libro de Biología, al que apenas le había echado un vistazo, en el regazo. Lesa estaba leyendo sus apuntes y se suponía que yo debía estar escuchando, pero entreabrí la copia adelantada de una nueva novela juvenil de la que iba a escribir en la sección de «Teaser Tuesday» de mi blog.

Redacté rápido la entrada y escogí un par de frases con una sonrisa malévola. «Yo era su power-up, el as que se guardaba en la manga. Yo era el principio y él, el fin. Y juntos lo éramos todo». Apreté el botón de publicar y luego cerré la bonita cubierta de color ámbar del libro.

—No estás prestándome atención —se quejó Lesa, enderezándose.

—Claro que sí. —Me di la vuelta intentando contener una sonrisa—. Decías algo sobre células y organismos.

Mi amiga enarcó una ceja.

—Caramba. Lo tienes en el bote.

—Voy a suspender. —Eché la cabeza hacia atrás, cerré los ojos y dejé escapar un largo suspiro de sufrimiento—. Es que no puedo concentrarme. Preferiría leer algo interesante… como esto. —Hice un gesto con la mano hacia el libro sobre el que acababa de escribir y luego hacia donde sabía que aguardaba otra montaña de libros—. Y además está lo que tengo que hacer mañana por la noche.

—¡Ah! ¿El qué? ¿Algo con Daemon? Y, si la respuesta es sí, por favor, dime que eso que vais a hacer empieza con «s» y acaba con «o».

Abrí los ojos y fruncí el ceño.

—Por el amor de Dios, eres peor que un tío.

Los rizos le rebotaron cuando asintió con la cabeza.

—Ni que lo digas.

Le lancé el boli y ella se rió y cerró su cuaderno.

—Bueno, ¿y qué vas a hacer mañana que te tiene tan distraída?

No podía contarle mucho, pero me sentía nerviosa y llena de energía y la necesidad de hablar de ello escapó de mis labios.

—Daemon y yo vamos a ir a un… club o algo así en Martinsburgo para ver a unos amigos suyos.

—Bien, eso parece divertido.

Me encogí de hombros. Ya le había dicho a mi madre que iba a ir al cine y, puesto que trabajaba mañana por la noche, el toque de queda no sería un problema. Lo que sí era un problema era el hecho de que no tenía ni idea de qué ponerme, y además estaba de bajón desde la charla con Dee.

Me levanté de la silla y me acerqué al armario.

—Se supone que tengo que ponerme algo sexy. No tengo nada sexy.

Lesa me siguió.

—Seguro que tienes algo por aquí.

Solo había un montón de vaqueros y jerséis, nada parecido a lo que había insinuado Blake. La ira me subió por la garganta. Era una locura que Blake hubiera regresado al instituto. Era un asesino… mi compañero de laboratorio era un asesino.

Aparté una pila de vaqueros, llena de inquietud.

—Ya, no sé yo.

Lesa me hizo a un lado.

—Déjame echar un vistazo. Yo soy la reina del sex-appeal. Al menos eso piensa Chad, y la verdad es que tengo que darle la razón. —Me dedicó una sonrisa pícara—. Mi chico tiene buen gusto.

Me apoyé contra la pared.

—Haz tu magia.

Cinco minutos después, Lesa y yo estábamos observando las prendas colocadas sobre mi cama como si las llevara puestas una prostituta invisible. Yo ya estaba como un tomate.

—Eh…

Lesa soltó una risita.

—Tendrías que verte la cara.

Negué con la cabeza en un gesto de impotencia.

—¿Tú te has fijado en lo que me pongo normalmente? Esto… esto no me pega.

—Eso es lo divertido de ir a los clubes, sobre todo a los que están a las afueras. —Arrugó la nariz—. Bueno, aquí no hay ningún club, así que todos están a las afueras. Bueno, en fin, que puedes ser otra persona. Deja que tu stripper interior salga a jugar.

Solté una carcajada.

—¿Mi stripper interior?

Lesa asintió.

—¿Nunca te has colado en un bar o en un club?

—Sí, pero estaban en la playa y todo el mundo llevaba ropa de verano. Ahora no estamos en verano.

—¿Y qué?

Puse los ojos en blanco y me volví de nuevo hacia la cama. Lesa había encontrado una falda vaquera que compré por Internet el año pasado para el verano y que resultó que me quedaba demasiado corta. Era tan corta que apenas me cubría el culo, pero me dio demasiada pereza devolverla. Un poco más arriba del trozo de tela vaquera había un jersey negro corto que solía ponerme encima de una camiseta o una blusa de tirantes. Tenía las mangas largas, así que me cubriría las cicatrices de las muñecas, pero apenas me taparía nada más. En el suelo había unas botas hasta las rodillas que me había comprado el invierno pasado en las rebajas.

Y eso era todo.

Sí, ya estaba.

—Se me van a ver las tetas y el culo.

Lesa resopló.

—Tendrás las tetas tapadas.

—Pero ¡no toda la barriga!

—Tienes la barriga bonita, enséñala. —Cogió la falda y se la llevó a la cintura—. Cuando acabes con esto, tienes que prestármela.

—Claro. —Y luego fruncí el ceño—. ¿Para qué la quieres?

—Para ir a clase. —Se rió al ver la expresión de mi cara—. No seas remilgada, que voy a ponerme unas mallas debajo.

Entonces se me ocurrió algo.

—¡Mallas! —Fui corriendo a la cómoda, empecé a hurgar entre los calcetines y saqué unas mallas negras opacas—. ¡Ajá! Puedo ponerme esto. —Y una chaqueta… puede que hasta una máscara.

Lesa me arrebató las mallas de las manos y las tiró al otro extremo de la habitación.

—No puedes ponerte mallas.

Puse cara larga.

—¿No?

—No. —Echó un vistazo por encima de mi hombro y luego sonrió mientras me rodeaba y sacaba otra cosa del cajón—. Pero puedes usar esto.

Me quedé boquiabierta. Unas medias desgarradas le colgaban de los dedos.

—Pero… eso era parte de un disfraz de Halloween.

—Perfecto —dijo, y las colocó sobre la cama.

Ay, madre del amor hermoso… Me senté en el suelo con las piernas cruzadas.

—Bueno, por lo menos creo que Daemon le dará el visto bueno.

—Desde luego que sí. —Mi amiga se dejó caer sobre la cama. Se le había borrado la sonrisa—. ¿Si te pregunto algo me contestarás con sinceridad? —Se me dispararon las alarmas, pero asentí con la cabeza. Lesa respiró hondo—. Bueno, ¿Daemon besa bien? Porque me imagino que tiene que hacerte…

—¡Lesa!

—¿Qué? Una chica tiene derecho a saber ese tipo de cosas.

Me puse colorada y me mordí el labio.

—Vamos, es hora de compartir.

—Me… me besa como si estuviera muriéndose de sed y yo fuera agua. —Me llevé las manos a la cara, que me ardía de vergüenza—. No puedo creerme que haya dicho eso en voz alta.

Lesa soltó una risita.

—Parece algo sacado de uno de esos libros románticos que lees.

—¿A que sí? —Empecé a reírme como una tonta—. Pero, Dios Santo, es la verdad. Me derrito cuando me besa. Es embarazoso. Me quedo en plan: «Gracias, ¿me das otro?». Patético.

Ambas nos echamos a reír. Fue algo raro, porque liberé mucha tensión. Hacer bromas sobre chicos era tan asombrosamente normal…

—Estás enamorada de él, ¿no? —me preguntó cuando recuperó el aliento.

—Sí. —Estiré las piernas con un suspiro—. La verdad es que sí. ¿Y qué hay de Chad?

Lesa se bajó de la cama y se apoyó contra ella.

—Me gusta… me gusta mucho. Pero vamos a ir a diferentes universidades. Así que soy realista al respecto.

—Lo siento.

—No tienes por qué. Chad y yo estamos pasándolo bien y, sinceramente, ¿qué sentido tiene hacer algo si no te lo pasas bien? Ese es mi lema en la vida. —Se quedó callada un momento mientras se apartaba los elásticos rizos de la cara—. Creo que tengo que enseñarle ese lema a Dee. ¿Qué narices le pasa? Todavía no ha hablado conmigo ni con Carissa.

Todo mi buen humor se desvaneció y me puse tensa. «No puedo arreglar nuestra amistad». Lo había intentado, lo había intentado con todas mis fuerzas, pero los daños que le había infligido a nuestra amistad eran irreparables.

Suspiré.

—Le han pasado muchas cosas: lo de Adam y ahora el regreso de Dawson.

Lesa se abalanzó sobre el tema.

—¿No te parece rarísimo?

—¿A qué te refieres?

—¿A ti no te extraña? Tú no vivías aquí entonces, pero Beth y Dawson eran como los Romeo y Julieta de Virginia Occidental. No puedo creerme que no sepa nada de ella.

Un escalofrío de inquietud me bajó por la espalda.

—Ni idea. ¿Tú qué opinas?

Lesa apartó la mirada mientras se mordía el labio inferior.

—Es que es muy raro. Dawson está muy cambiado. Está hosco y meditabundo.

Me esforcé por encontrar algo que decir.

—Bueno, probablemente aún siente algo por ella y está disgustado porque las cosas no funcionaron, y también echa de menos a Adam. Ya sabes, están pasándoles muchas cosas.

—Supongo. —Me miró de reojo—. Algunas personas han empezado a murmurar.

Mis instintos se pusieron alerta.

—¿Sobre qué?

—Bueno, son sobre todo los de costumbre: Kimmy y compañía. Pero es que últimamente han estado pasando tantas cosas raras por aquí. —Se puso de pie y se recogió los rizos en una coleta descuidada—. Primero, Beth y Dawson desaparecen de la faz de la tierra. Luego, Sarah Butler aparece muerta el verano pasado.

Se me heló la piel. Sarah Butler estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. La noche en que el Arum me atacó, Daemon había aparecido y lo había ahuyentado. Y luego el Arum, furioso, había matado a esa chica.

Lesa empezó a caminar de un lado a otro del cuarto.

—Después Simon Cutters se esfuma y nadie vuelve a saber nada de él. Adam muere en un extraño accidente de coche y, acto seguido, Dawson aparece de la nada sin el supuesto amor de su vida.

—Sí que es raro —dije despacio—, pero es pura coincidencia.

—¿Tú crees? —Los oscuros ojos le brillaron y negó con la cabeza—. Algunos chicos, los amigos de Simon, creen que le ha pasado algo.

«Oh, no».

—¿Como qué?

—Creen que lo asesinaron. —Se sentó a mi lado y bajó la voz como si nos estuvieran escuchando—. Y que Adam tuvo algo que ver.

—¡¿Qué?! —Vale, eso no me lo esperaba.

Lesa asintió con la cabeza.

—No creen que Adam esté muerto de verdad. Después de todo, nadie pudo asistir al funeral. Creen que huyó antes de que la poli descubriera que le hizo algo a Simon.

Me quedé mirándola, boquiabierta.

—Créeme, Adam está muerto. Está bien muerto.

Lesa frunció los labios.

—Te creo —me aseguró, pero no parecía convencida.

—¿Por qué piensan que Adam tuvo algo que ver con lo que le pasó a Simon?

—Bueno… alguna gente sabe que Simon intentó algo contigo y que Daemon le dio una paliza. Puede que también lo intentara con Dee y Adam perdiera los nervios.

Solté una carcajada, más que nada por la sorpresa.

—Adam nunca habría perdido los nervios. Él no era así.

—Eso pienso yo, pero los demás… —Se inclinó hacia atrás—. En fin, basta de esta mierda. Mañana por la noche vas a estar cañón.

La conversación acabó regresando al examen, pero no pude sacarme de encima una sensación gélida en la boca del estómago, parecida a una punzada. Como cuando haces algo malo y sabes que están a punto de pillarte.

Si la gente estaba empezando a prestarle atención a todas las cosas raras que pasaban por aquí, ¿cuánto tardarían en seguir las pistas hasta el origen de todo? ¿En llegar hasta Daemon, su familia, su raza, y hasta mí?