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Gideon lanzó la toallita desmaquillante a la basura. Después, cogió una toalla para secar el charco que había dejado en el suelo y se quitó los zapatos. Para mi completo deleite, empezó a quitarse la ropa mojada.

—Te sientes culpable porque ella sigue enamorada de ti —dije extasiada mientras le veía.

—Sí, así es. Conocí a su marido. Era un buen tipo y estaba loco por ella, hasta que supo que ella no sentía lo mismo y todo se vino abajo.

Me miró mientras se quitaba la camisa.

—Yo no entendía por qué él lo permitió. Se había casado con la chica que quería, vivían en otro país, lejos de mí, ¿qué problema había? Ahora lo entiendo. Si quisieras a otra persona, Eva, yo me rompería en pedazos, cada día de mi vida. Me destrozaría incluso si estuvieras conmigo en lugar de con ese otro. Pero al contrario de Giroux, yo no te dejaría marchar. Quizá no te tendría del todo, pero seguirías siendo mía y me conformaría con ello.

Entrelacé los dedos en mi regazo.

—Eso es lo que me asusta, Gideon. No sabes lo que vales.

—Lo cierto es que sí. Doce mil millo…

—Cierra la boca. —Giré la cabeza y apreté los dedos contra mis ojos—. No tiene tanto misterio que las mujeres se enamoren de ti y continúen estándolo. ¿Sabías que Magdalene se dejó el pelo largo con la esperanza de recordarte a Corinne?

Se bajó los pantalones y me miró frunciendo el ceño.

—¿Por qué?

Suspiré ante su ignorancia.

—Porque cree que es a Corinne a quien quieres.

—Entonces es que no está prestando atención.

—¿No? Corinne me ha dicho que habla contigo casi todos los días.

—No tanto. A menudo no estoy disponible. Ya sabes lo ocupado que estoy. —En sus ojos apareció la mirada caliente que me era tan familiar. Supe que estaba pensando en las veces en que estaba ocupado conmigo.

—Eso es una locura, Gideon. Que te llame todos los días, que te aceche así. —Lo cual me recordó que ella me había contado que había sido tan posesivo con ella como lo era conmigo. Eso me inquietó terriblemente.

—¿Adónde quieres llegar a parar? —preguntó con una voz teñida de diversión.

—¿No lo entiendes? Haces que las mujeres pierdan la cabeza porque eres lo máximo. Eres el gran premio. Si una mujer no puede tenerte, sabe que tiene que conformarse con algo inferior. Así que no pueden pensar en no tenerte. Simplemente piensan en locuras para conseguirte.

—A excepción de la única a la que quiero —contestó con frialdad—, que pasa gran parte del tiempo corriendo en la dirección opuesta.

Me quedé mirándolo con descaro, empapándome de él mientras permanecía allí de pie, desnudo, delante de mí.

—Contéstame a una pregunta, Gideon. ¿Por qué me deseas a mí, cuando puedes conseguir la perfección? Y no lo digo porque esté buscando cumplidos ni palabras de consuelo. Te estoy haciendo una pregunta sincera.

Me cogió y me llevó al dormitorio.

—Eva, si no dejas de pensar en nosotros como algo temporal, voy a tener que darte de azotes y asegurarme de que te gusta.

Me dejó en una silla y fue a buscar en mis cajones.

Vi que sacaba ropa interior, pantalones de yoga y una camiseta.

—¿Has olvidado que duermo desnuda contigo?

Me miró.

—No vamos a quedarnos aquí. No me fío de que Cary no traiga a más gilipollas borrachos a casa. Cuando nos acostemos, voy a tomarme la medicación que el doctor Petersen me ha recetado y es posible que no esté en condiciones de protegerte. Así que nos vamos a mi casa.

Bajé la mirada hacia mis manos retorcidas, pensando en si podría necesitar también protección de Gideon.

—Yo ya he pasado antes por esta situación con Cary, Gideon. No puedo refugiarme en tu casa sin más y esperar que él salga de esto solo. Necesita que esté más cerca de él que nunca.

Gideon me trajo la ropa y se agachó delante de mí.

—Eva. Sé que tienes que apoyar a Cary. Buscaremos una solución mañana.

Cogí su cara entre mis manos.

—Gracias.

—Pero yo también te necesito —dijo en voz baja.

—Nos necesitamos el uno al otro.

Se puso de pie. Volvió al vestidor, abrió sus cajones y cogió ropa para él.

Yo me levanté y empecé a vestirme.

—Oye…

Se puso unos vaqueros de cintura baja.

—¿Sí?

—Me siento muchísimo mejor ahora que conozco la historia, pero Corinne va a seguir suponiendo un problema para mí. —Hice una pausa con la camisa en las manos—. Tú quieres que corte de raíz sus ilusiones rápidamente. Guárdate la culpa y empieza a alejarte de ella.

Se sentó en el filo de la cama para ponerse los calcetines.

—Es amiga mía, Eva, y está atravesando una etapa difícil.

—Piénsalo bien, Gideon. Yo también tengo antiguos novios. Con esto estás sentando un precedente de cómo puedo tratarme con ellos. Seguiré tu ejemplo.

Se puso de pie con el ceño fruncido.

—Me estás amenazando.

—Yo prefiero considerarlo como una coacción. Las relaciones funcionan en ambos sentidos. Tú no eres su único amigo. Ella puede encontrar a alguien más adecuado en quien apoyarse durante su época de crisis.

Cogimos lo que necesitábamos y volvimos a la sala de estar. Vi el desorden que habían dejado —un sujetador de color aguamarina debajo de una mesita auxiliar y sangre sobre mi sofá de color crema— y deseé que Cary siguiera allí para hacerle entrar algo en razón.

—Mañana lo hablaré con él —dije entre dientes, apretando la mandíbula por la rabia y la preocupación—. Maldita sea, debí tumbarlo de un golpe cuando tuve ocasión, debí noquearlo y después encerrarlo en su habitación hasta que su cerebro vuelva a funcionar de nuevo.

Gideon me acarició suavemente la espalda.

—Será mejor dejarlo para mañana, cuando esté solo y con resaca. Es más efectivo así.

Cuando bajamos, Angus nos estaba esperando. Yo estaba a punto de subir a la parte de atrás de la limusina cuando Gideon maldijo en voz baja haciendo que me detuviera.

—¿Qué? —le pregunté.

—Me he olvidado de una cosa.

—Deja que coja mis llaves. —Extendí la mano hacia el bolso de viaje que Gideon tenía en la mano y donde guardaba mi bolso.

—No es necesario. Tengo una copia. —Me lanzó una sonrisa descarada cuando lo miré sorprendida—. Mandé que me la hicieran antes de devolvértelas.

—¿En serio?

Me besó en la cabeza.

—Si hubieses prestado atención, habrías notado que tenías la llave de mi casa en tu llavero desde que te devolví las tuyas.

Yo ahogué un grito en su dirección mientras él pasaba rápidamente junto al portero y volvía a entrar en el edificio. Recordé el tormento de aquellos cuatro días cuando había creído que habíamos roto y el espantoso dolor que había sentido cuando aquellas llaves salieron del sobre y cayeron sobre la palma de mi mano.

Había tenido la llave para estar con él durante todo ese tiempo.

Moviendo la cabeza, eché un vistazo a mi ciudad de adopción, enamorada de todo lo que en ella había y sintiéndome agradecida por la loca fuente de felicidad que había encontrado en ella.

Gideon y yo teníamos todavía mucho trabajo por delante. Por mucho que nos amáramos, eso no garantizaba que pudiéramos superar nuestras heridas individuales. Pero hablábamos, éramos sinceros el uno con el otro y Dios sabía que los dos éramos demasiado obstinados como para rendirnos sin luchar.

Gideon volvió a aparecer justo cuando pasaban dos grandes caniches preciosamente acicalados junto a su dueña, peinada igual que ellos.

Subí a la limusina. Mientras nos alejábamos de la acera, Gideon me atrajo a su lado y me abrazó.

—Hemos tenido una noche movidita, pero la hemos superado.

—Sí, es verdad. —Eché la cabeza hacia atrás y le ofrecí mi boca para que la besara. Él me respondió con un beso suave y dulce, una sencilla confirmación de nuestra preciosa, complicada, desesperante y necesaria conexión.

Agarrándome a su nuca, pasé los dedos por su sedoso pelo.

—Estoy deseando volver a tenerte en la cama.

Él soltó un pequeño y sugerente gruñido y se lanzó a mi cuello con mordiscos y besos que me hacían cosquillas y que conseguían que nuestros fantasmas y sus sombras se desvanecieran.

Al menos, durante un rato…

LA HISTORIA DE GIDEON Y EVA CONTINÚA EN

REFLEJADA EN TI

LA PODEROSAMENTE SENSUAL SECUELA DE LA

SERIE CROSSFIRE