En los últimos cuatro meses, apenas había pensado en la otra: la de justo antes de la zorra de Perry, la de poca importancia en comparación, la que quedó eclipsada, la que nadie había descubierto todavía, aquella cuya fama todavía estaba por llegar, aquella cuya eliminación había sido, en parte, una cuestión de conveniencia. Algunos podrían decir que fue únicamente una cuestión de conveniencia, pero se equivocarían. Su final fue bien merecido, por todas las razones que condenaban a las que eran como ella.
La mácula de Eva,
corazón podrido,
lleno de surcos,
corazón de zorra,
zorra de corazón,
sudor en el labio superior,
gruñidos de cerdo,
gritos espantosos,
labios separados,
labios lascivos,
labios que devoran,
lengua húmeda,
serpiente que se desliza,
piernas que envuelven,
piel resbaladiza,
fluidos repugnantes,
baba de caracol.
Limpiada por la muerte,
desvanecida por la muerte,
miembros húmedos secados por la muerte,
purificación por desecación,
seca como el polvo.
Inofensiva como una momia.
¡Vaya con Dios!
Sonrió. Debía pensar en ella más a menudo, para mantener viva su muerte.