En esas lunas llenas, nuestro pequeño paraíso me pareció perfecto, y los demás tampoco pensaban ya en la India. La única que no era feliz allí era una pequeña y singular vaca wagyu llamada Cassie, que siempre se tumbaba aparte y estaba mucho peor alimentada que el resto de nosotros, ya que por algún motivo aborrecía la excelente comida. Una mañana que me encontraba lamiendo la estupenda agua Chianti y pensando que ése sería un buen día para reconciliarme con Champion, la pequeña vaca se acercó a mí y me dijo:
—En tu estado yo no bebería eso.
—¿Y por qué no?
—Para evitar que mi hijo llegue al mundo con dos cabezas.
Me quedé de piedra.
—Dos cabezas incapaces de hablar con lógica.
Me estremecí, la tal Cassie tenía una fantasía de lo más retorcida.
—Cassie, eres un poco desagradable —le espeté, sin preocuparme de que pudiera ser maleducada. A fin de cuentas a ella también le traía completamente sin cuidado que a una le diera un vuelco la panza por culpa de sus chismes.
—Aquí lo desagradable no soy yo. No creerás en serio que aquí las personas hacen todo esto por gentileza, ¿no?
A su rostro asomó por vez primera una sonrisa, aunque pareció falsa y amargada.
—Y ¿por qué iban a hacerlo, si no? —inquirí.
—Porque así nuestra carne es más tierna y a las personas les sabe mejor —explicó la pequeña wagyu, y se fue trotando.
Me sentí desfallecer, ¿era posible que las amables cowgirls fuesen tan malas como nuestro ganadero? No, ¡esas mujeres eran diferentes! Eran alegres y amables y olían bien, mientras que el ganadero siempre estaba de mal humor, era grosero y los días malos la peste que echaba habría podido anestesiar a un jabalí.
Maggie se me acercó y dijo risueña:
—No tomes en serio a Cassie, cuando era pequeña se cayó sin querer en un bebedero lleno de agua Chianti.
En ese instante decidí no volver a beber más de esa deliciosa agua rojiza, por mi ternero. No quería que mi pequeño fuera como la pequeña wagyu malhumorada.
Maggie volvió a tumbarse en la mullida hierba, pero yo me quedé de pie, insegura. Acababa de abrirse la primera grieta en el paraíso.
Por la tarde quise echarle masilla y finalmente reconciliarme con Champion. El sol se estaba poniendo… Y ¡muuu!, hasta la puesta de sol era allí, en lo que las cowgirls llamaban «el corazón de Estados Unidos», más colorida e intensa que en el mar.
Champion tenía el bonito ritual de dar un paseíto vespertino por la dehesa, a solas, sin el resto. Me separé de los demás para ir en su busca, pues quería estar con él sin que nadie me molestara. Sentí la mullida hierba bajo las pezuñas e imaginé cómo retozaríamos Champion y yo con nuestro ternerito por esa pradera, como una pareja feliz que había logrado olvidar todos los errores del pasado. Yo perdonando a Champion y él…, bueno, al fin y al cabo él lo había olvidado todo.
Subí un pequeño montículo y al otro lado vi a Champion contemplando la puesta de sol, y a su lado estaba… ¡¿Susi?!
De pronto intuí que olvidar no sería tan fácil como esperaba.
Los dos estaban de espaldas a mí, de manera que no me vieron. En cambio yo oí perfectamente lo que le decía Susi a mi amado toro:
—Vamos, a ti también te apetece.
Y con ese «apetece» me temí que no se refería a jugar a «tú llevas la boñiga», sino más bien a «acariciar las ubres» o «acariciar otras cosas».
—No… No me apetece —negó él.
¡Bien!
La única pena fue que su voz trémula, vacilante, hizo que la frase fuera menos convincente de lo que me habría gustado.
—Entonces, ¿no quieres montártelo conmigo sin pudores que valgan?
Susi lo dijo sonriendo de un modo que sin duda consideraba seductor, pero que yo más bien habría definido como de pendón desorejado.
—N…, n…, no… —repuso Champion débilmente.
Me habría gustado oír más decisión en lugar de ese «n…, n…, no…» debilucho.
Susi preguntó:
—¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste?
Una pregunta sumamente interesante, cuya respuesta se ponía más interesante aún, ya que Champion vaciló antes de darla. Naia mía, ¿habría hecho el amor con alguna vaca wagyu sin que yo me enterara?
—No me acuerdo…
¿Sería una pobre excusa?
—Debió de ser antes de que perdiera la memoria.
Sonaba verosímil, no parecía una excusa. Muy bien, Champion.
—Entonces la última vez fue conmigo —constató Susi.
O no tan bien, Champion.
—Hace muchas, muchas lunas llenas. —Susi rió.
Eso no le gustó mucho a Champion.
—Y no quieres hacerlo conmigo ¿por…? —Susi no aflojaba. En ese paraíso le volvía a ir muy bien. Parecía haber olvidado todos los errores que había admitido en sus momentos de debilidad.
—Por Lolle.
Habría podido lamerlo otra vez de alegría.
—¿Por una vaca preñada que no deja que te acerques a ella?
—Mmm… —farfulló él.
—Que quizá no vuelva a dejar que te acerques a ella jamás.
—Mmm… —Champion cada vez se mostraba más pusilánime.
—¿Por ella aceptas vivir como un buey?
—Mmm…
La respuesta apenas fue audible.
—¿Aunque eres un toro imponente que podría tenerme en el acto?
—Tal y como lo dices parezco un poco bobo —opinó Champion.
¡A MI NO ME LO PARECES!, pensé yo.
—Eso es porque eres bobo. —Susi sonrió—. Párate a pensarlo, después de todo este tiempo de abstinencia podrías volver a divertirte otra vez.
Él se quedó pasmado.
Susi meneaba las ubres con aire tentador.
—¿O es que quieres renunciar a ello?
—Fblmf… —balbució Champion.
—¿Fblmf significa que sí o que no?
Eso también quería saberlo yo.
—Fblmf…
—O sea, sí —constató ella sonriendo.
—Fblmf —repitió Champion débil, pero afirmativamente.
—Lolle no se enterará… —Susi sonrió maliciosa.
—¡YO NO ESTARÍA TAN SEGURA! —exclamé desde atrás.
Ambos se volvieron asustados.
—¿Lolle? —preguntó Susi espantada.
—¿Fblmf? —inquirió Champion, más espantado aún.
—¡Déjate de fblmf! —lo amenacé enfadada, con lágrimas en los ojos.
—¿Frudulu? —Intentó tranquilizarme, vacilante.
—¡Y el frudulu te lo puedes meter por donde no brilla el sol!
—¿En una topera? —preguntó él, intimidado.
Torcí los ojos.
—Creo que no estás siendo muy razonable —observó Susi con mordacidad.
—Y yo que tú estás siendo una buscona.
—Si no dejas que se te acerque, que no te extrañe luego que lo haga otra —objetó ella.
—Fblmf. —Champion le dio la razón.
—¡Cierra el pico! —le ordené.
—Ya veo que cada vez eres más razonable —se burló ella.
—¡Frudulu! —convino Champion, de repente con más energía.
Y me lanzó una mirada desafiante, como si en su opinión estuviera siendo injusta con él. Hacía escasos minutos quería que volviéramos a ser una pareja, y también me habría gustado hacer el amor con él, pero ahora…
Lo miré furibunda, y él me devolvió la mirada y afirmó:
—Te he estado esperando muchas lunas llenas. Dime de una vez si estamos juntos o no.
Pese a todo, es posible que le hubiera dicho que sí, de no haber pinchado Susi con una sonrisa jactanciosa:
—Seguro que se toma otros cientos de lunas llenas para responder.
Después Champion resopló enfurruñado.
En cualquier caso, sin duda no le habría soltado a voz en grito:
—¡No volveremos a estar juntos en la vida!
Que fue lo que hice después de que él resoplara. Y probablemente tampoco me hubiera marchado tan furiosa.
Lo último que oí fue que Susi le decía a Champion como si tal cosa:
—Bueno, ahora ya podemos hacerlo.
Me sentía demasiado débil y demasiado humillada para decir algo. Y tampoco me atreví a mirar si Champion fblmfeaba con ella o no.