Tumbada bajo la grúa, contemplaba el cielo nocturno, que ahora estaba lleno de nubarrones y que, si lo pensaba bien, parecía tan revuelto como mi corazón. La última vez que me sentí tan desamparada aún era una ternera. Pero cuando me sentía así, por la noche podía refugiarme con mi madre. Aunque no siempre era la madre más cariñosa, dado que sufría debido a las infidelidades de mi padre, y a menudo se mostraba incluso brusca conmigo, en esos momentos estaba por mí y me cantaba para que me durmiera. Su canción preferida se me pasó por la cabeza, y comencé a cantarla en voz baja. La cancioncilla se titulaba Qué será, será:
Siendo aún ternera, muy infantil, |
le pregunté a mi madre: ¿qué será de mí? |
¿Me amará un toro? |
¿Seré feliz? |
No me supo decir. |
Sí, mi madre tampoco es que pudiera darme respuestas muy inteligentes; eso era pedirle demasiado.
Qué será, será, |
la vaca que tenga que ser, será |
a saber lo que pasará. |
Qué será, será, |
a saber lo que pasará. |
Ahora iba a ser madre yo, y sólo podía confiar en que más adelante fuese capaz de ofrecerle a mi ternerito más sabiduría y apoyo maternales. Pero segura de ello no estaba.
Ahora que voy a ser mamá |
yo me pregunto: ¿cómo saldrá? |
¿Lo veré sufrir? |
¿Lo podré yo impedir? |
La preocupación no me deja vivir. |
Qué será, será, |
la vaca que tenga que ser, será |
a saber lo que pasará. |
Qué será, será, |
a saber lo que pasará. |
Seguí tarareando un poco tristona y volví a sentir en el vientre esa sensación, si bien era muy distinta de las de antes. No era desagradable, más bien como si el pequeño quisiera ponerse en contacto conmigo, como si le gustara la canción. Una sensación de bienestar me invadió el cuerpo. Era la primera vez que me alegraba de que dentro de mí creciera un ternerito.
Y entonces caí en la cuenta de que la postura de «la vaca que tenga que ser, será» era una tremenda idiotez. Estaba a punto de ser responsable de una pequeña criatura, y ella debía tener una vida mejor que la mía. Por eso había que ir a la India. Así que debía ocuparme de lo que tuviera que ser en lugar de esperar a que fuera. Tanto si Champion estaba por Susi como si no, tenía una misión. Ya no se trataba de que yo viviera una vida feliz: debía ocuparme de la felicidad de mi ternero.