[1] Lo mismo también es aplicable, naturalmente, a muchas de las obras aquí mencionadas. Nunca se insistirá lo suficiente en que un libro raro, agotado, existente sólo en los anaqueles de pocas bibliotecas, o un articulo aparecido en un viejo número de una publicación seria, es para la inmensa mayoría de los lectores absolutamente inaccesible. En el noventa y nueve por ciento de los casos, el lector curioso y con afán de instruirse, pero carente de tiempo y de algunas técnicas simples familiares al erudito de profesión, es tributario a su grado o a su pesar de las obras de difusión elegidas casi al azar, y que las mejores de ellas, al no reimprimirse siempre, se convierten a su vez en inaccesibles. Aquello a lo que nosotros llamamos nuestra cultura es, más de lo que se supone, una cultura de escritorios cerrados. <<