Escena XI[76]

MACBETH. Luego MACDUFF.

MACBETH:

No quiero parodiar el hecho indigno

del imbécil romano, ni en mi hierro

buscar la muerte por temor mezquino:

mientras vidas hubiere, en contra suya

fulminarán mis armas.

MACDUFF:

Al conflicto

vuelve, furia infernal, el rostro vuelve.

MACBETH:

Solo evité lidiar, Macduff, contigo

de cuantos luchan hoy. De tu sangre

harta derramé ya. Ya mis sentidos,

ya mi alma está anegada en sangre tuya.

Vuelve salvo, Macduff, vuelve te digo;

Que no quiero más sangre de tus venas.

MACDUFF:

Yo no tengo palabras ni sonidos;

mi lengua es este hierro. Tú, villano,

(Pelean).

sanguinario, feroz, aborrecido…

MACBETH:

En vano te fatigas. Y más fácil

impresión en los aires no sentidos

hicieras con la espada que en mi cuerpo.

En vulnerables yelmos caiga el filo

de esa tu fuerte hoja; que un encanto

mas robusto que tú, lidia conmigo;

y no es dado vencerle a ningún hombre

nacido de mujer.

MACDUFF:

¡Inmundo hechizo!

Desespera, tirano, de tu encanto;

y al ángel tenebroso a quien precito

adoras todavía, decir cumpla

como a temprana vida sustraído

fui del vientre materno. Yo no soy

nacido de mujer.

MACBETH:

Labio maldito

pronunció esas palabras que adormecen

en mi pecho el valor. También malditos

para siempre jamas los tenebrosos

espíritus y nunca más creídos,

que con dobles sentencias nos confunden

y su oráculo cumplen al oído

y se le niegan luego a la esperanza.

En tu contra protesto que no lidio.

MACDUFF:

Ríndete, pues, cobarde; y que a las gentes

en férrea jaula te enseñemos vivo;

y escrito en ella, «éste es el tirano».

MACBETH:

Basta, basta, Macduff; yo no me rindo

para besar la tierra que pisare

el mancebo Malcolm y de ludibrio[77]

servir y maldición al populacho.

Aunque el bosque de Birnam ha venido;

y aunque tú me combatas, que no eres

nacido de mujer, firme y altivo

probaré mi fortuna. Cubra el pecho

el militar escudo; y atrevidos

combatamos, Macduff; y el que dijere

«basta, basta», primero, sea maldito.

(Salen peleando).