MACBETH. Luego MACDUFF.
MACBETH:
No quiero parodiar el hecho indigno
del imbécil romano, ni en mi hierro
buscar la muerte por temor mezquino:
mientras vidas hubiere, en contra suya
fulminarán mis armas.
MACDUFF:
Al conflicto
vuelve, furia infernal, el rostro vuelve.
MACBETH:
Solo evité lidiar, Macduff, contigo
de cuantos luchan hoy. De tu sangre
harta derramé ya. Ya mis sentidos,
ya mi alma está anegada en sangre tuya.
Vuelve salvo, Macduff, vuelve te digo;
Que no quiero más sangre de tus venas.
MACDUFF:
Yo no tengo palabras ni sonidos;
mi lengua es este hierro. Tú, villano,
(Pelean).
sanguinario, feroz, aborrecido…
MACBETH:
En vano te fatigas. Y más fácil
impresión en los aires no sentidos
hicieras con la espada que en mi cuerpo.
En vulnerables yelmos caiga el filo
de esa tu fuerte hoja; que un encanto
mas robusto que tú, lidia conmigo;
y no es dado vencerle a ningún hombre
nacido de mujer.
MACDUFF:
¡Inmundo hechizo!
Desespera, tirano, de tu encanto;
y al ángel tenebroso a quien precito
adoras todavía, decir cumpla
como a temprana vida sustraído
fui del vientre materno. Yo no soy
nacido de mujer.
MACBETH:
Labio maldito
pronunció esas palabras que adormecen
en mi pecho el valor. También malditos
para siempre jamas los tenebrosos
espíritus y nunca más creídos,
que con dobles sentencias nos confunden
y su oráculo cumplen al oído
y se le niegan luego a la esperanza.
En tu contra protesto que no lidio.
MACDUFF:
Ríndete, pues, cobarde; y que a las gentes
en férrea jaula te enseñemos vivo;
y escrito en ella, «éste es el tirano».
MACBETH:
Basta, basta, Macduff; yo no me rindo
para besar la tierra que pisare
el mancebo Malcolm y de ludibrio[77]
servir y maldición al populacho.
Aunque el bosque de Birnam ha venido;
y aunque tú me combatas, que no eres
nacido de mujer, firme y altivo
probaré mi fortuna. Cubra el pecho
el militar escudo; y atrevidos
combatamos, Macduff; y el que dijere
«basta, basta», primero, sea maldito.
(Salen peleando).