Alarmas. — MACDUFF.
MACDUFF:
Por aquí suenan voces. Si a los filos
cayeras ¡oh tirano! de otra espada,
si no murieras por el hierro mío,
de mi esposa y mis hijos las visiones
persiguieran mis sueños de contino;
muestra, Macbeth, el rostro; yo no puedo
herir los miserables que vendidos
por su ración pelean; en tu busca
execrable, tirano, me fatigo;
o te atraviesa el corazón mi acero,
o a la vaina otra vez volverá limpio.
¿Por qué aquí no te encuentro en el tumulto?
Uno de grande nota allí distingo;
déjamele encontrar, ciega fortuna;
déjamele encontrar; no más te pido. (Alarmas).