Escena VI§

LOS MISMOS. Entra UN MENSAJERO.

MACBETH:

Habla pronto, cualquier sea tu mensaje.

MENSAJERO:

Yo lo he visto, señor; y aun se recela

la razón de la vista.

MACBETH:

Acaba, acaba.

MENSAJERO:

Mientras estaba yo de centinela

y desde la colina examinaba

el lado de Birnam, pensé que vía

moverse la espesura y que venia

el bosque hacia nosotros.

MACBETH:

(Golpeándole). ¡Embustero!

¡Esclavo mentidor!

MENSAJERO:

Yo sufriría

con paciencia, señor, vuestros enojos,

a tres millas de aquí, la vista miente

o podéis descubrir la verde frente

del ambulante bosque.

MACBETH:

Si no es cierto,

de un árbol colgarás, hasta que yerto

del hambre quedes, seco y arrugado.

Si no me has engañado,

si tu noticia acaso es verdadera,

bien me puedes colgar de la primera

rama que venga a mano.

Empiezo ya a dudar del negro arcano

de aquella furia que en mi mal mentía

y su mentir verdad me parecía.

«No temas, si no viene a Dunsinane

el bosque de Birnam.» Pero ya viene;

ya una selva se acerca a mi morada;

no queda más refugio que la espada.

A las armas, soldados. No hay huida

si lo que dice es cierto, ni la vida

se puede ya salvar. ¡Fieros temores!

Del sol me ofenden ya los resplandores.

Si en mi querer tan solo consistiera,

la trabazón del orbe se rompiera.

Que toquen a rebato. Venga el mal;

ardan tus teas, destrucción fatal;

no moriré yo al menos en el lecho;

que el militar arnés cubre mi pecho.