Escena XV[50]

Aposento del palacio de Fores. — LENOX y OTRO SEÑOR.

LENOX:

Acertaron mis discursos el designio de tu mente;

mejor pudiera el ingenio interpretarlos; conviene,

empero, ser cautelosos. Al rey Duncan mano aleve

arrebató vida y cetro; y eso que Macbeth ardiente

amor por Duncan sentía. Quiso Banquo ser jinete

y halló sepulcro en el yermo. ¿Quién sabe si le dio muerte

a Banquo Fleance su hijo, puesto que huyó? Recogerse

temprano es sabio consejo en tiempos como el presente.

Por lo demás fue monstruoso que a1 anciano rey hiriesen

sus propios hijos; atroz. ¡Y cuánto a Macbeth le duele!

A su piadoso furor ¿no se debió incontinente

el castigo de los reos? ¿No mató a los delincuentes,

del sueño y de la ebriedad esclavos? ¿no fue prudente

su conducta en aquel caso? ¿Pues quién con ojos pacientes

negar luego viera el hecho a los dos guardias aleves?

Sostengo que hizo muy bien; y aun más digo: me parece

que a estar los hijos del rey en su poder (y la suerte

los defienda de este mal), vieran lo que era atreverse

a matar su mismo padre; y también la mano fuerte

de la justicia alcanzara al traidor Fleance. Cuenta tiene,

no obstante, ser cautelosos… que a Macduff las redes tienden

por algunas imprudencias y porque faltó al banquete.

¿Sabéis adónde se halla?

SEÑOR:

Si los rumores no mienten

a Inglaterra se ha fugado; cuyo santo rey proteje

al heredero de Duncan. Macduff hará que las gentes

de guerra que Siward manda, con las fronterizas huestes,

en pro del joven Malcolm la justa guerra comiencen.

Entonces, si la permiten los cielos omnipotentes,

volverá el pan a las mesas; el sueño al lecho inclemente;

libertad a los festines y al otoño ricas mieses.

Prestaremos nuestro feudo como a los nobles compete;

pero a Macbeth estas nuevas exasperan y estremecen;

y no tardará el tirano si pronto no le acometen,

en prepararse.

LENOX:

¿Fue cierto que a Macduff llamar hiciese?

SEÑOR:

No hay duda; mas el mensaje despreciando

Macduff, vuelve

absoluta negativa; y a juzgar del continente

y gesto del mensajero, iba allá para sus mientes

diciendo: llegará el día que el no muy caro te cueste.

LENOX:

Así aprenderá a guardar la distancia conveniente.

Algún ángel del Señor con él a Inglaterra llegue;

y al santo rey Eduardo las desgracias le revele

que afligen a nuestra patria, mísera, triste y doliente;

para que piadosos vengan sus ínclitos combatientes,

de bendiciones orladas las almas y espadas fuertes;

y quebranten la coyunda que nuestros cuellos sostienen.

SEÑOR:

Los cielos oigan piadosos tus gemidos y tus preces.

LENOX:

Escuchad a quien os pide justicia, cielos clementes.