MACBETH. LADY MACBETH.
MACBETH:
Mi sangre Banquo anhela, que ha corrido,
siempre sangre por sangre en este mundo.
De su cepo profundo
las montañas tal vez se han desprendido
y al mar se han arrojado.
Los árboles se dice que han hablado;
y hoy la entraña observando de los cuervos,
adivina el augur de hombres protervos[48]
los hechos sanguinarios
y de la muerte los sucesos varios.
¿Qué hora podrá ya ser?
LADY MACBETH:
Pronto la aurora
disputará el imperio de esta hora
a la noche callada.
MACBETH:
Macduff no tuvo en nada
desairar mi convite.
LADY MACBETH:
Ya lo he visto,
y el despecho y la ira mal resisto.
¿Sabes la causa tú?
MACBETH:
La sabré presto;
que en casa de esos nobles que detesto
tengo muchos criados
con oro y esperanzas sobornados.
Antes que soplen matutinas brisas,
consultaré también las profetisas.
Yo buscaré remedio;
yo sabré lo peor por el peor medio.
Cedan causas y efectos al bien mio;
que de sangre vadeo un ancho rio;
y si seguir temiera,
mas largo y más tedioso volver fuera
de en medio la corriente,
que el tránsito cumplir. Tengo en la mente
cosas en embrión de grande empeño.
LADY MACBETH:
Pero advertid, señor, que os falta el sueño
preciso a la natura.
MACBETH:
Vámonos a dormir. Esta tristura
que continuo me agita,
el temor ha de ser, que necesita
ardua costumbre y fuerza,
nos es nueva esta vía
uso le falta al crimen todavía.