Escena XII§

TODOS, menos EL ASESINO.

MACBETH:

Y ellos te corresponden

y con el grato corazón responden

LADY MACBETH:

¿No brindas, caro esposo?

¡Cuán triste es el festín más suntuoso

si alegres brindis, si franqueza pura,

no vierten mientras dura

cordialidad en torno!

¿Qué más brillante adorno,

qué manjar exquisito se hallaría

mas sabroso que amor y que alegría?

MACBETH:

Tu justa corrección, señora, admito.

(Brindando).

Brindemos porque siga al apetito

plácida digestión, salud robusta.

ROSSE:

¿Pero su alteza, descansar no gusta?

LENOX:

¿No os sentáis, mi señor?

(Aparece el ESPECTRO de BANQUO, y se sienta en el sillon de Macbeth).

MACBETH:

En este punto

mis techos cobijaran todo junto

el honor de la Escocia, si presente

Banquo se hallara entre mi noble gente;

con nosotros se muestra desdeñoso.

ROSSE:

Y su oferta en cumplir poco afanoso;

mas que os plazca señor, os rogaría

hacernos compañía.

MACBETH:

Dejadme, pues, un lado.

LENOX:

Tenéis el lugar vuestro reservado.

MACBETH:

¿Adónde?

LENOX:

Aquí, señor.

(MACBETH mira al sillón, ve la sombra de Banquo y se estremece).

A la cabeza.

¿Está acaso indispuesto vuestra alteza?

MACBETH:

¿Quien osó entre vosotros hacer esto?

SEÑOR:

¿El qué, príncipe augusto?

MACBETH:

No me podrás decir tú lo has dispuesto.

Hacia mí en vano tu semblante adusto

diriges sacudiendo en guisa fiera

la ensangrentada y yerta[44] cabellera.

ROSSE:

Su alteza no está bien; alzad, señores.

LADY MACBETH:

Recobrad vuestros puestos: los dolores

de crónica dolencia le atormentan

y se agravan y aumentan,

si alguien el mal examinar parece.

que desde la niñez el rey padece;

cenad en paz os pido.

¿Eres hombre, Macbeth? (A Macbeth).

MACBETH:

Sí, y atrevido,

pues mirar puedo aquello que cegara

al mismo Lucifer si lo mirara.

LADY MACBETH:

¡Mísera infatuación y desventura!

¿No ves que esas fantasmas son pintura

de ignoble miedo y del terror son hijas?

Siempre a tus ojos fijas,

ya la figura vaga

de uno que feneció; y ya la daga

que imaginaste ver en tu despecho

cuando buscabas de Duncan el lecho.

Estas súbitas rachas y temores,

(del miedo vil aciagos impostores)

estos misterios tristes y portentos,

recítense en los cuentos

con que anciana matrona se recrea

sentada al fuego de ancha chimenea

en las noches de invierno;

que son en ti, señor, baldón[45] eterno:

¿cuando todo acabó Macbeth se humilla?

¿los ojos clavas en la hueca silla?

MACBETH:

Le ves; mírale allí, mira cuál mueve

la sangrienta cabeza y vista leve.

¿Qué me importan tus señas y misterios?

Si ya pueden volver los cementerios,

desde su seno inmundo,

los cadáveres yertos a este mundo,

las entrañas serán de los milanos

de hoy mas los aposentos

de nuestros funerales monumentos.

(Desaparece el espíritu).

LADY MACBETH:

¿Cómo? ¿tan abatido? ¿tan postrado?

MACBETH:

Si cierto es que aquí estoy, Banquo ha estado

ocupando esa silla.

LADY MACBETH:

¡Qué demencia!

MACBETH:

En los antiguos tiempos, con frecuencia

sangre humana ha corrido;

antes que depurada hubiera sido

con leyes y estatutos nuestra suerte.

Desde entonces, también se han dado muerte

los hombres, perpetrando alevosías

por inauditas y horrorosas vías.

Pero cuando el cerebro roto estaba

o la cabeza al tronco se arrancaba,

la vida fin tenia y fin completo,

sin que volviese tétrico esqueleto

al mando del viviente,

con cien asesinatos en la frente

y con mirar terrífico y extraño

a usurpar nuestra mesa y nuestro escaño.

LADY MACBETH:

¡Ah con cuánto dolor, cuánta tristeza

os ve así padecer nuestra nobleza!

MACBETH:

Deudos y amigos, Perdonad mi estado.

La antigua enfermedad se ha renovado

y me aquejaba ahora,

pero súbitamente se mejora.

Salud y amor a todos los presentes;

de aromáticos vinos transparentes

colmad hasta los bordes,

las copas de oro en el placer acordes;

con júbilo brindemos;

y antes que yo me siente,

gozosos y a la par las apuremos.

(Se levanta el espectro de Banquo).

A la salud de nuestro amigo ausente,

del gran Banquo, bebamos;

pues todos deploramos

su lamentada ausencia;

y la benevolencia

os sirva de placer y de provecho,

que respira mi pecho

con vuestro amor ufano.

SEÑORES:

(Bebiendo). Por el brindis que ha dado el soberano.

MACBETH:

¡Afuera, espectro, aparta de mi vista!

Pide a Dios que te asista;

de tuétanos carece tu osamenta;

no hay calor en tu sangre; no, ni hay cuenta

ni hay especulación en la mirada

que tienes en mis ojos enclavada.

MACDUFF:

Considerad ¡oh pares! solamente

en esta enfermedad un accidente

ya en mi noble señor envejecido;

siento que agüe[46] el contento prometido.

MACBETH:

Haré cuanto hacer pueda hombre animoso.

Preséntate a mi vista como el oso

remendado de Rusia; o a mi mano

corno el rinoceronte o tigre hircano[47]

o toma otra semblanza aun más horrenda;

y en batalla tremenda

agota tu despecho

contra mi fuerte brazo y duro pecho;

o vuélvete a la vida

y con lanza temida

más que en la tempestad el ígneo lampo,

espérame el campo;

y si tu hierro evito fulminante

no me tengas en más que a tierno infante

de mozuela liviana.

(Desaparece el espíritu).

¡Huye, huye de aquí, visión horrible;

huye, espectro temible;

fingida sombra fiera;

imagen pavorosa, afuera, afuera!

¿Y cómo así? despareció y al alma

tornan la fuerza y la perdida calma.

Mis amigos, repito que os sentéis.

LADY MACBETH:

La alegría, señor, turbada veis

con tan fatal desorden.

MACBETH:

¿Pues acaso

pueden tales visiones abrir paso

por nuestra fantasía

y el alma verlas impasible, fría,

cual ven los ojos que a los cielos sube

en el verano pasajera nube?

de mi propia entidad dudar me hiciste

al observar que en paz tal cosa viste;

y que el infierno mismo no te humilla,

ni sus matices roba a tu mejilla,

mientras baña las mías el temor.

ROSSE:

¿Qué visiones son esas, mi señor?

LADY MACBETH:

No, no le interroguéis, os lo suplico;

cuando su mal se agrava como ahora,

dáñale ver en torno gentes juntas

las palabras le dañan y preguntas,

solo en la soledad halla mejora.

Dejadle, mis amigos, yo os lo ruego;

no os tenga la etiqueta. Salid luego.

LENOX:

Mejoría a su alteza deseamos.

LADY MACBETH:

Feliz noche, señores.

LENOX:

Vamos.

SEÑORES:

Vamos.

(Salen señores y acompañamiento).