LADY MACBETH. MACBETH.
LADY MACBETH:
Y bien, noble señor, ¿por qué tan solo?
¿por qué solo el pesar os acompaña?
¿por qué os alimentáis de pensamientos
que ya morir debieron con su causa?
Lo que acaso carece de remedio
debiera carecer de remembranza[38].
lo que hecho está se olvide ya por hecho.
MACBETH:
Quebrantó la serpiente nuestra audacia,
pero no la hemos muerto; que repuesta
a su ser volverá; y abandonada
y de la antigua mordedura en riesgo
quedará al fin nuestra malicia infausta.
Descoyúntese, pues, naturaleza;
los ejes del empíreo[39] se deshagan;
sufran los mundos todos en buen hora,
antes que nuestro pan al labio vaya
amasado en terror y en amargura;
antes que hórridos sueños de fantasmas
pueblen nuestro dormir. Más nos valiera
con los muertos estar que ya lanzara
nuestra mano el sepulcro, que la vida
entre afanes pasar siempre angustiada.
Duncan duerme en su huesa reposado:
de la agitada vida en paz descansa.
Cuanto mal la traición hacerle pudo
ya consumado está ni aleve[40] daga,
ni ponzoña o revueltas interiores
o guerras extranjeras, de su calma
romper el curso pueden.
LADY MACBETH:
Señor mio,
suavizad vuestras ásperas miradas;
mostraos en el festín jovial y afable
a las turbas de nobles que os aguardan.
MACBETH:
Así lo haré, señora, y te suplico
que en el banquete así también lo hagas.
A Banquo recordemos con frecuencia.
Tus ojos y tu lengua las más altas
lisonjas le prodiguen. Inseguros
estamos ¡oh mujer! cuando en las aguas
de la mentira nuestro honor manchado
nos es fuerza lavar. ¡Cuánta constancia
para trocar cada hora voz y rostro
en visera del alma atribulada
porque así sus facciones no se vean!
LADY MACBETH:
No desgarréis, señor, las hondas llagas
del corazón doliente.
MACBETH:
Amiga, esposa,
millares de escorpiones, las entrañas
me corroen con diente venenoso.
¿Sabes que Banquo y Fleance ora cabalgan
y que alientan felices?
LADY MACBETH:
¿Pero el plazo
es de su vida eterno?
MACBETH:
La esperanza
de que son vulnerables me consuela.
Regocíjate, pues, que antes que el alba
termine del murciélago enclaustrado
el fatídico vuelo; antes que salga:
escamoso nocturno escarabajo
con el zumbido de las negras alas
tocando soñoliento, infausto doble,
oirás un hecho de hórrida importancia.
LADY MACBETH:
¿Y cuál es?
MACBETH:
De este crimen sé inocente
hasta que consumado ya le aplaudas.
Ven, ven, lóbrega noche, y cubre el día;
y con mano invisible, ensangrentada,
rompe las ligaduras que me oprimen
y el rostro empalidecen. Tu luz clara
ya se condensa ¡oh día! y ya hácia el bosque
hiende el cuervo los aires; ya se alzan
los oscuros agentes de la noche,
mientras la última luz cede y se apaga.
Mis acentos te causan maravilla;
no quieras penetrar en lo que callan;
pues las obras que en mal se principiaron
solo el mal las prosigue y las acaba.
Ven conmigo, señora.
LADY MACBETH:
Ya te sigo.