MACBETH y UN SIRVIENTE que sale después.
MACBETH:
¿Esperan esos hombres?
CRIADO:
Están, señor, ocultos en palacio.
MACBETH:
Entren sin dilación.
(Sale el CRIADO.)
No es existencia
la que se arrastra así, pues no es segura.
Mas a Banquo sospecho cada instante;
que en su mente magnánima domina
la inspiración divina
de terrible virtud. Audaz, prudente,
orgulloso y paciente,
de vigor rico, de ambición y calma
al poder de su alma
sirve de docta guía
la firme y perspicaz sabiduría.
Solo de Banquo el poderoso aliento
me puede intimidar; pero me siento
ante su genio mustio y humillado
cual a vista del Cesar Marco-Antonio.
Ceño duro y airado
mostró Banquo a las brujas previsoras
que el trono me ofrecían
aunque a su descendencia prometían
con recóndito arcano
también cetro y dominio soberano.
Corona infructuosa
me anunciaron con lengua misteriosa:
y estéril monarquía,
que ha de arrancarme un día
el destino fatal, sin que a mi muerte
mis hijos me sucedan. Si la suerte
así lo decretó, mancille mi alma
por los hijos de Banquo; en su provecho
teñí con sangre de Duncan el lecho.
Para alcanzarles el augusta palma,
cargué yo de rencores ponzoñosos
el bajel de mi paz; con triste halago,
del ánima inmortal, por ellos hago
presente al enemigo de los hombres;
porque con regios nombres,
poderosos ocupen regia silla
los que engendrare ¡oh Banquo! tu semilla.
Antes que así se cumpla, ven, destino,
ven a lidiar conmigo en cruda guerra
por los ámbitos yertos de la tierra
y perezcamos todos. ¿Quién va? ¡Hola!