Fuera del castillo. — ROSSE y UN VIEJO.
VIEJO:
Tres veintenas y media ya he contado;
y en el volumen de tan largo tiempo
extraños casos vi y horas horribles;
pero la noche última ha borrado
todo el previo saber de mi experiencia.
ROSSE:
Tú, buen anciano, ves los cielos mismos
al observar al hombre, cuán temibles
su teatro amenazan que es el mundo.
Por la cuenta del tiempo es ya de día;
la noche, sin embargo,
apaga con su lóbrego letargo
la rutilante lámpara del cielo,
y domina sombría,
y a la aurora reboza con su velo;
así la tierra yace sepultada
en honda obscuridad y en pesadumbre,
cuando brillar debiera arrebolada
del sol en viva lumbre.
VIEJO:
Tan poco naturales las tinieblas
como el hecho feroz que hemos oído.
El martes que pasó vi enaltecido
y orgulloso en su fuerza y jerarquía
volar un halcón fuerte
y una lechuza vil que le seguía
le aprisionó en el aire y le dio muerte.
ROSSE:
Y de Duncan los dóciles corceles,
de su raza hermosísimos joyeles[32],
furiosos quebrantaron a deshora
la sólita obediencia;
las bridas destrozaron
y raudos por los campos se fugaron;
cual si a toda la tierra
declarasen y al hombre cruda guerra.
Pero… viene Macduff.