Escena XXI§[31]

Fuera del castillo. — ROSSE y UN VIEJO.

VIEJO:

Tres veintenas y media ya he contado;

y en el volumen de tan largo tiempo

extraños casos vi y horas horribles;

pero la noche última ha borrado

todo el previo saber de mi experiencia.

ROSSE:

Tú, buen anciano, ves los cielos mismos

al observar al hombre, cuán temibles

su teatro amenazan que es el mundo.

Por la cuenta del tiempo es ya de día;

la noche, sin embargo,

apaga con su lóbrego letargo

la rutilante lámpara del cielo,

y domina sombría,

y a la aurora reboza con su velo;

así la tierra yace sepultada

en honda obscuridad y en pesadumbre,

cuando brillar debiera arrebolada

del sol en viva lumbre.

VIEJO:

Tan poco naturales las tinieblas

como el hecho feroz que hemos oído.

El martes que pasó vi enaltecido

y orgulloso en su fuerza y jerarquía

volar un halcón fuerte

y una lechuza vil que le seguía

le aprisionó en el aire y le dio muerte.

ROSSE:

Y de Duncan los dóciles corceles,

de su raza hermosísimos joyeles[32],

furiosos quebrantaron a deshora

la sólita obediencia;

las bridas destrozaron

y raudos por los campos se fugaron;

cual si a toda la tierra

declarasen y al hombre cruda guerra.

Pero… viene Macduff.