Escena X[15]

Inverness. — Sala del castillo de Macbeth. — Entra LADY MACBETH leyendo una carta. después un CRIADO.

LADY MACBETH:

(Lee)

«Me encontraron el día de mis triunfos; y según he sabido después por seguro conducto, tienen en sí ciencia más que mortal. Ardía yo en deseos de hacerles otras preguntas, mas se convirtieron en aire y se desvanecieron; y aun continuaba yo absorto y lleno de admiración, cuando he aquí que llegaron mensajeros del rey aclamándome señor de Cawdor, con cuyo título me habian saludado las hermanas profetisas, al predecirme que llegaría a ser rey. He pensado comunicarte estas nuevas, mi querida compañera de grandeza, para que no pierdas lo que al gozo se debe, ignorando nuestra prometida exaltación. Guarda estas noticias en tu pecho, y a Dios».

Señor del feudo de Glamis, señor de Cawdor y a fe

que las otras profecías se cumplirán a su vez,

si tu natural benigno, esposo, no te es infiel.

Que quizás oprobio juzgues en guerreros de tu prez

seguir el rumbo más breve si el más glorioso no es.

La ambición arde en tu pecho; pero te repugna ver

con las flores las espinas, con el amor el desden.

Te repugna jugar falso, mas no ganar con doblez

si no fraguas tú el engaño. En tu mente el interés

te enseña cómo has de obrar; mas te detienen, Macbeth,

temores del precipicio que sueles ver a los pies.

Los mismos actos, empero, que empalidecen tu sien

y dan temblor a tu mano no quisieras deshacer

si cumplidos los mirases. Ven pronto, mi esposo, ven,

y derrámense en tu oído mi espíritu y mi poder.

Ven, señor, porque mi lengua desvanezca ese tropel

de escrúpulos que le asedian con menguada timidez.

Ven y ciñe la diadema y ocupa el regio dosel

que la fortuna te brinda.

(Entra un CRIADO).

¿Qué quieres?

CRIADO:

Señora, el rey

llegará esta noche.

LADY MACBETH:

¿Adónde?

CRIADO:

Aquí mismo.

LADY MACBETH:

¿Pues no ves

que tu señor le acompaña y él nos hiciera saber

tal honra si cierta fuese?

CRIADO:

Mi señor llega también:

su escudero, que delante venía a todo correr,

se presenta ijadeando[16] con tan faustas nuevas.

LADY MACBETH:

Vé,

y en mi nombre las albricias por el mensaje le den.

(Sale el CRIADO).

Roncos graznidos lanzarán los cuervos,

rey Duncan, a tu entrada en mi mansión.

¡Venid, venid a mí, genios protervos,

espíritus de muerte y destrucción!

Dotad de robustez viril mi mano;

al cuerpo afeminado fuerzas dad;

al corazón coraje sobrehumano;

y henchid mis venas de hórrida crueldad.

Mi sangre se condense y pensamientos

sin que los turbe débil compunción;

la femenil clemencia a mis intentos

no oponga su piedad ni compasión.

Deidades invisibles, ominosas,

que amáis humano llanto y padecer;

en vez de tibia leche, ponzoñosas

linfas dad a mis pechos de mujer.

Y tú ven a mi ruego, noche obscura,

rebozada en tu lóbrego capuz:

el infierno te dé la sombra impura

que el humo engendra de su aciaga luz.

Tan tenebrosa ven, que mi cuchillo

no pueda ver, oh noche, el propio herir;

ni de los cielos importuno brillo

logre por tus tinieblas traslucir.