Sala del palacio de Fores. — Suenan dentro cajas y y trompetas. — Entran DUNCAN[10], MALCOLM, DONALBAIN, LENOX y ACOMPAÑAMIENTO.
DUNCAN:
¿Han vuelto los mensajeros?
¿Sufrió la muerte Cawdor?
MALCOLM:
Ya pasó el jefe traidor
sus instantes postrimeros.
Imploró vuestra clemencia
desde el suplicio elevado;
y confesó ser culpado
y ser justa la sentencia.
El momento de su muerte
fue el más noble de su vida;
que la cuchilla homicida
no aterró su pecho fuerte.
La pobre existencia humana
enseñado a despreciar,
dio la vida como dar
pudiera una joya vana.
DUNCAN:
¡Mísera adivinación
la que en el rostro o las manos
piensa sondar los arcanos
profundos del corazón!
No hay signos, líneas ni bultos,
ni hay un ángulo constante,
que dibuje en el semblante
los pensamientos ocultos.
El de Cawdor poseía
mi más plena confianza.