Escena VIII[9]

Sala del palacio de Fores. — Suenan dentro cajas y y trompetas. — Entran DUNCAN[10], MALCOLM, DONALBAIN, LENOX y ACOMPAÑAMIENTO.

DUNCAN:

¿Han vuelto los mensajeros?

¿Sufrió la muerte Cawdor?

MALCOLM:

Ya pasó el jefe traidor

sus instantes postrimeros.

Imploró vuestra clemencia

desde el suplicio elevado;

y confesó ser culpado

y ser justa la sentencia.

El momento de su muerte

fue el más noble de su vida;

que la cuchilla homicida

no aterró su pecho fuerte.

La pobre existencia humana

enseñado a despreciar,

dio la vida como dar

pudiera una joya vana.

DUNCAN:

¡Mísera adivinación

la que en el rostro o las manos

piensa sondar los arcanos

profundos del corazón!

No hay signos, líneas ni bultos,

ni hay un ángulo constante,

que dibuje en el semblante

los pensamientos ocultos.

El de Cawdor poseía

mi más plena confianza.