Los PRECEDENTES. ROSSE. ANGUS.
ROSSE:
Macbeth, tus altos hechos
ha sabido el monarca, y sus elogios,
al contemplar benigno tus trofeos,
no hay lengua que repita. El mismo día
venciste a los rebeldes; y acudiendo
a buscar de Noruega los pendones,
a su robusta hueste de escarmiento
y de espanto llenaste: combatías
impávido, cual sueles, sin recelo,
entre imágenes mil de cruda muerte
que tú mismo esculpías. Mensajeros
llegaban uno y otro hasta su alteza;
y absortos referían los portentos
é inmortales hazañas que acabaste
para honra tuya y salvación del reino.
ANGUS:
Del rey nuestro señor fieles heraldos,
en su nombre real agradecemos
tus ínclitas hazañas y pedimos
llevarte a su presencia.
ROSSE:
Mas primero
nos ha ordenado que en su augusto nombre
cual señor de Cawdor te saludemos.
BANQUO:
¿Y puede el diablo revelar verdades?
MACBETH:
Si aun vive el de Cawdor, ¿por qué de ajenos
ropajes me vestís?
ANGUS:
Pero su vida
la ley reclama con mortal proceso.
O bien al de Noruega socorriese;
o bien a los rebeldes en secreto;
o bien de ambas maneras se afanara
para mal de su patria, que aun inciertos
corren en este punto los rumores,
convicto se halla y de traición confeso.
MACBETH:
¡Señor de Glamis y Cawdor y aun queda
mas grande señorío! Gracias debo
a vuestra cortesía en el mensaje.
¿No piensas que tus hijos el imperio
lograrán una vez, pues que las magas
que de Cawdor el título me dieron
tanto bien a tu estirpe prometían?
BANQUO:
Sus palabras pudieran en deseos
de conseguir el trono enardecerte.
¡Cosa extraña! Los mismos instrumentos
que del genio del mal las acechanzas
en el mundo disponen, verdaderos
sucesos vaticinan con frecuencia
para ocultar la senda del infierno.
Nos fascinan con simples bagatelas;
mas no hacen traición en los sucesos
de principal cuantía. Una palabra
con vosotros, señores…
MACBETH:
Cual proemio
(Aparte)
del importante drama que me anuncia
el poder soberano, se cumplieron
dos de las profecías. —El mensaje,
señores, en el alma os agradezco—.
El mágico poder que lo predice
perverso no será… tampoco bueno.
Que malo, no sus obras principiara
diciendo la verdad. Mas ¿por qué cedo,
si santo fuere el numen que me inspira,
al execrable infando pensamiento
que eriza los cabellos en mi frente
y el firme corazón hincha en el pecho?
Los temores que agudos me atormentan,
mil visiones fantásticas, cruentos
abortos de la mente, tiranizan
con férrea mano el libre entendimiento…
Para mí solo hay ya lo que no hay.
BANQUO:
Qué absorto está Macbeth.
MACBETH:
Si fuere cierto
que coronarme rey place al destino,
sin que me mueva yo vendrá el imperio.
BANQUO:
Los recientes honores se despegan
cual de su molde los ropajes nuevos
hasta que el uso los asienta.
MACBETH:
Firme
lo que haya de venir esperar tengo;
que el tiempo y la ocasión al través pasan
del más acerbo día.
BANQUO:
Tus preceptos
esperamos, Macbeth.
MACBETH:
Perdón, señores;
la memoria perdida en sus recuerdos
antiguos se espaciaba. Bondadosos
magnates de la Escocia, vuestro obsequio
queda en mí registrado de manera
que cotidianamente he de leerlo.
Vamos a ver al rey. En lo ocurrido
piensa, Banquo, un instante y hablaremos
después los dos con militar franqueza.
BANQUO:
Lo haré como lo pides.
MACBETH:
Pues silencio,
y vamos a palacio.
BANQUO:
Vamos.
ROSSE:
Vamos.
(Vanse).