Escena II

Un campo cercano a Fores. — Suenan dentro cajas y trompetas. — Salen EL REY DUNCAN, MALCOLM, DONALBAIN, LENOX y ACOMPAÑAMIENTO, a reconocer a un SOLDADO que viene herido por la parte opuesta.

DUNCAN:

Quizá saber podremos de ese herido

nuevas de la batalla.

MALCOLM:

Es el sargento

que la vida arriesgó por rescatarme.

¿Herido mi valiente compañero?

Cómo quedaba. el campo a tu salida

quiere saber su alteza.

SOLDADO:

Asaz de incierto;

cual de dos fatigados nadadores,

que su arte ahogan, temerario encuentro.

El traidor Macdonwald, por cierto digno

de llamarse rebelde, pues su pecho

encierra de la humana villanía

cuantas especies abortó el infierno,

de las islas remotas de occidente,

de Kerns y Gallowglass triples refuerzos

condujo al campo; y por su inicua causa

la fortuna al principio sonriendo,

mozuela del rebelde parecia;

mas fue lisonja vana, que el acero

de Macbeth invencible (y este nombre

ganó con sus hazañas) paso inmenso

abrió en el seno de la adversa hueste;

y humeando en sangre el pavoroso hierro,

intrépido Macbeth e infatigable,

no cesó de lidiar hasta que al cuello

del esclavo alcanzó su ardiente espada

y la cabeza derribó del cuerpo.

Ya en nuestros muros enclavada queda.

DUNCAN:

¡Oh ilustre capitan! ¡oh noble deudo!

SOLDADO:

A la manera que engendrarse suelen

tempestad borrascosa y hondo trueno

en el cielo oriental do nace el día,

asi suele fluir del cauce mismo

de donde brota el bien mal infinito.

Escucha, rey de Escocia: aun no hubieron

los veloces kernesses confiado

su salud a la fuga; aun incompleto

quedaba el alto triunfo que vestida

de espléndido valor y de ardimiento

alcanzó la justicia, cuando empieza

el señor de Noruega más horrendo

y más fiero combate al campo baja

con peones sin fin y ballesteros.

y acicaladas armas y caballos

en cerrado escuadron.

DUNCAN:

¿Y le temieron

Macbeth y Banquo?

SOLDADO:

¡Sí señor! ¡cual teme

el león los rebaños de corderos!

¡cual águila imperial teme a las bandas

de pardas codornices! Nunca vieron

mas audacia los hombres; parecían

flamígeras tormentas; y sus hierros

sonaban en los cuerpos enemigos

como en el yunque suena el martilleo.

O en la sangre de mil y mil heridas

profuso baño buscan, o quisieron

otro Gólgota hacer del feroz campo.

Pero desmayo; mis heridas siento

que imploran ya socorro.

DUNCAN:

Muy bien cuadran

tus heridas, soldado, y tus conceptos.

Ambos hablan de honor: llevadle; cuiden

de su salud los mios con esmero.

(Se llevan al SOLDADO).