En este espantoso abismo,

matriz de la naturaleza y tal vez tumba,

no de mar, ni tierra, ni aire, ni fuego,

sino de todos juntos en sus fecundadoras causas

confusamente mezclados, y al que debe combatirse siempre,

a menos que aquel que todo lo hace y puede ordene

sus oscuras materias y cree más mundos,

en este espantoso abismo, el cauteloso demonio

se detuvo al borde del infierno y miró un momento,

considerando su viaje…

John Milton,

El paraíso perdido, libro II