Capítulo 57

Dos días después estaban todos de nuevo en el aeropuerto de Honolulu. El semblante de todos era triste y Sasha, incapaz de contener el llanto daba grandes suspiros acompañados de enormes cantidades de lágrimas y babas. Cuando llegó el momento de separarse, se besaron con devoción y Serena, arropando a sus nietas se alejó por la puerta de embarque número tres, mientras que Sam, Michael, Sasha y Tommy, regresaban con tristeza al monovolumen de vuelta a su casa y a sus vidas.

Aquella noche, cuando los niños se durmieron por fin, los dos hombres se reunieron como muchas otras veces en el balancín del porche trasero de la casa, para tomar unas cervezas bien frías.

—Qué tranquilidad —comentó Michael mirando al mar.

Sam sonrió al pensar en sus ruidosas y alegres hijas.

—Demasiada. Y después de tantos días en los que la casa estaba llena de gente… todavía más.

Michael sonrió al pensar en ellas.

—Regresarán. Lo sé. Solo tenemos que tener paciencia.

—Sí. Sé que volverán muchas veces. Pero creo que nunca me acostumbraré a las despedidas y menos aún a vivir sin tenerlas cerca.

Michael mirando con cariño a su hermano le puso una mano en el hombro en señal de apoyo.

—Recuerdo que una vez me dijiste que recordara siempre los buenos momentos y eso haría que volvieran tiempos todavía mejores.

—Ojalá lleguen, y pronto.

Dio un trago de su cerveza y Sam, al verle mirar hacia la playa con nostalgia, no pudo evitar preguntar.

—¿Has vuelto a hablar con Terry?

—No. Como te dije, no seré yo el que la llame. —Y haciéndole sonreír admitió—. Tentaciones de hacerlo tengo a cada segundo, pero no lo haré.

—Hazlo. No te quedes con las ganas.

—¡Ni loco! —se mofó—. Terry es la única persona capaz de cabrearme en décimas de segundo y…

—¿Crees que podrás continuar tu vida con eso en el corazón?

—Lo intentaré —asintió—. Yo tenía muy claro lo que quería de ella y por eso fui a Nueva York en busca de explicaciones. Pero allí me encontré con una mujer que no quería estar conmigo. Por lo tanto… ¡fin de la historia!

—Lo siento. Sé que no lo estás pasando bien, pero ya sabes que aquí me tienes para lo que sea.

—Eso ya lo sé —sonrió Michael—. Y si tú necesitas hablar de Kate pues…

—Mejor dejémoslo —cortó con rapidez y cambiado de tema preguntó—. ¿Cuándo vais Vaitere y tú a decirle algo a Thalia? Ya lo tenéis todo claro ¿no?

A Michael le cambió el semblante al oír aquellos nombres.

—El sábado. Y necesito que tú, mi hermano, estés allí conmigo.

Sam emocionado asintió.

—No me lo perdería por nada del mundo, hermano. A tu lado estaré.

Minutos después tras acabar las cervezas, Michael se levantó.

—Bueno… me voy a dormir, estoy cansado. Hasta mañana, Sam.

—Hasta mañana.

Sin demasiado sueño, Sam entró en el salón y al ver su portátil decidió echar un ojo a sus correos. El Skype le avisó que su amiga Lana estaba conectada y decidió saludarla.

TALABUKI› Hola, madrugadora.

LANA› ¿Qué haces levantado a estas horas?

TALABUKI› No tengo sueño ¿qué tal tus vacaciones?

LANA› Inolvidables.

TALABUKI› ¿Al final donde fuiste?

LANA› A Arizona con mis hijas y unos amigos. ¿Y tú qué tal?

TALABUKI› Estupendas.

Sam volvió a abrir su corazón a su amiga Lana, sin saber que aquella era, precisamente, la mujer a la que tanto añoraba.