A las siete de la mañana ya estaban todos en pie. Y a las nueve, Sam y Michael cargaban las maletas en el monovolumen que iban a utilizar para ir a despedirlas al aeropuerto.
—¿Qué llevas aquí? ¿Piedras? —preguntó Sam mirando a Terry.
—Alguna hay —asintió Terry divertida—. Pero sobre todo llevo muchos recuerdos —añadió cuando le ayudó a llevar la maleta.
Cuando acabaron de cargar el coche, Michael se acercó con gesto serio hasta ella.
—Tú y yo vamos en mi moto —dijo tomándola de la mano.
—Encantada —sonrió mientras cogía el casco que le entregaba.
Pero al ser consciente de su gesto serio, Terry le tocó el rostro y le susurró.
—Antes de que te des cuenta estaré de nuevo aquí.
Michael sonrió por primera vez y asintió tras darle un beso. Cuando llegaron al aeropuerto, con las maletas ya facturadas, una extraña sensación amarga se apoderó de todos. Serena estaba intranquila. Kate callada. Terry inquieta. Las niñas estaban tristes. Sasha lloraba y Tommy pasaba de unos brazos a otros sin encontrar consuelo. La sonrisa de Michael aquella mañana desapareció mientras Sam, destrozado, les observaba a todos.
Por los altavoces se escuchó la llamada de embarque del vuelo de Nueva York y Kate deseosa de acabar con aquella tortura de una vez por todas abrazó a su madre.
—Mamá, cuando lleguemos a casa te llamo.
—De acuerdo, cariño. Que tengas un buen viaje. —Y tras abrazar a su otra hija, Terry, apuntó—. Recordad que tenéis que llamar cuando estéis en casa.
Con una triste sonrisa, Terry asintió. Su interior le gritaba que debía quedarse, que se lo merecía. Pero cuando miraba a su hermana sabía que no podía dejarla sola.
—Chicas. Nos vemos en unos días. Sed buenas y vigilad que el tío Michael se porte bien —les dijo a sus sobrinas mientras les repartía besos de despedida.
Todos sonrieron, incluido Michael.
—Sam —le dijo Kate. Y tras darle un corto abrazo sonrió—. Hasta pronto. Y recuerda, cuando vayas a Nueva York espero que me llames para tomar algo.
—Lo haré —asintió mientras intentaba sonreír. Y ya sabes, llámanos cuando llegues.
—Papá —se mofó Ollie—. Eres como la abuela.
Serena, al escuchar a su nieta, cuchicheó señalándole con el dedo.
—Hija, después de tantos años viviendo juntos algo se nos ha debido pegar.
Sam sonrió mientras observaba como Kate se acercaba a Sasha.
—No quiero que te vayas —murmuró la pequeña.
—Sasha, cielo —susurró Kate agachándose—. No me gusta verte llorar y menos porque yo me vaya, tesoro.
La cría sin poder disimular la desazón que sentía lloriqueó.
—No quiero que os vayaissssssssssssssss.
Sintiendo la mirada de Sam sobre ella, Kate se sintió fatal.
—Venga… venga ¡se acabó de llorar o los ojitos se pondrán malitos! —Y tras secarle con un pañuelo los ojos Kate añadió—. Sonríeme. Así cuando te recuerde, te recordaré sonriendo.
Sasha la miró muy seria y aclaró.
—Pero yo no quiero que recuerdes mi sonrisa.
Sorprendida Kate preguntó:
—¿Por qué dices eso cielo?
—Es que papi —gimoteó de nuevo—. Siempre me dice que cuando piense en mi mami, la recuerde sonriendo y eso es porque a ella no la voy a volver a ver. Pero yo sí quiero volverte a ver a ti.
Conmovida suspiró y levantando la mirada para encontrarse con la de Sam apuntó abrazándola.
—Te prometo que nos volveremos a ver. Solo quería verte sonreír antes de coger el avión. Además, yo quiero que vengas a Nueva York. Así podrás estar con nosotras. ¿Querrás venir alguna vez a visitarme?
—¿En serio?
—Pues claro.
En ese momento la pequeña dejó de llorar y mirando a su padre preguntó:
—Papi ¿podré ir a visitar a Kate?
Sam se agachó junto a ellas y tras darle un beso a la pequeña en la cabeza susurró mientras miraba a Kate.
—Te lo prometo, princesa.
No muy alejados de ellos Terry y Michael se despedían como dos auténticos enamorados.
—No quiero que te vayas… no quiero que te vayas —susurraba Michael en su oído.
—Michael, por favor. Vas a conseguir que llore y creo que con las lágrimas de los niños y de quien tú y yo sabemos ya tenemos más que suficiente.
Sin querer soltarla de entre sus brazos asintió.
—Perdona, cariño. Pero es que nunca he tenido a nadie que me sonriera como tú lo haces. Ni nadie que me hiciera sentir lo que tú me haces sentir y…
—Basta…
—Terry…
Le puso una mano en la boca para callarle. Necesitaba que callara o al final berrearía más que la pequeña Sasha.
—Escúchame, Michael. Prometo llamarte esta noche y mañana y al otro. Y dentro de poco, en cuanto mi trabajo me lo permita, volveré.
Entendiendo el significado de sus palabras asintió y con una sonrisa que le desbocó el alma añadió.
—Más te vale cumplir con lo que dices o yo mismo iré a buscarte.
Por los altavoces se volvió a oír la llamada a los pasajeros y Terry, tras mirar a su hermana, dio un rápido beso a Michael en los labios.
—Pórtate bien guaperas polinesio o te juro… ¡que te mataré!
Instantes después, las dos hermanas con los ojos encharcados en lágrimas, y la emoción en sus entrañas, desde la puerta de embarque les decían adiós con una fingida sonrisa y el corazón roto.
Mientras caminaban hacia la puerta de embarque Terry y Kate no se dirigieron la palabra. Tenían los nervios a flor de piel y la cabeza llena de recuerdos.
—Eres idiota —dijo finalmente Kate—. No sé por qué tienes que regresar conmigo.
Terry respondió sin mirarla.
—Si vinimos juntas, nos vamos juntas.
—Pero ¿cómo puedes ser tan cabezona?
—Oh… mira quién fue a hablar —se mofó Terry.
Tras un tenso silencio entre las dos, Kate cogió la mano de su hermana.
—Es que no lo soporto. No puedo soportar cargar con la culpa de que tú y Michael os tengáis que separar. ¿Tan difícil es de comprender?
Terry ni se inmutó y poniéndole un dedo en la boca aclaró.
—Si no era hoy, sería dentro de cinco días. ¿Qué más da?
—Cinco días en vuestro caso es un mundo —proclamó su hermana—. Por favor, quédate. Cambia tu billete y regresa con mamá y las niñas.
—Ni lo pienses.
—Pero ¿no ves que estás cometiendo un grave error?
Pero Terry no quería pensárselo.
—He dicho que regreso contigo a casa y no se habla más.
Desesperada, Kate contraatacó, y parándose en medio del pasillo de acceso al avión, le tomó la cara entre sus manos para que la mirara y le suplicó sin importar que la gente les mirara.
—Por favor, Terry, por favor. Sé que me quieres. Lo sé. Pero ahora demuéstrame que eres lista y que no vas a desaprovechar la oportunidad de estar con Michael. Por favorrrrrrrrrr… No me hagas sentir peor de lo que ya me siento.
Al ver la súplica en los ojos de su hermana, Terry se dio por vencida y finalmente accedió.
—De acuerdo, pesada —murmuró feliz.
—Bien —sonrió Kate.
—¿Estarás bien?
—Te lo prometo, Terry. Por Dios ¡te lo juro!
Kate le tendió su billete y Terry sonrió, lo cogió, le dio un rápido beso en la mejilla y corrió entre la gente. Kate la siguió con la mirada y lloró de emoción al ver que su hermana corría hacia su amor. Después se volvió y continuó caminando hacia el avión.
Al ser un aeropuerto pequeño, Terry llegó rápidamente a la sala principal. Miró a ambos lados e intentó localizar a alguno de sus familiares pero no los vio. Y al recordar donde Michael había aparcado la moto corrió en su busca. De pronto le vio. Vio a Michael y una sonrisa inundó su cara mientras corría hacia él. Durante la carrera Terry levantó la mano para atraer su atención, cuando vio que una mujer se acercaba hasta él. La sonrisa se borró de la boca de Terry al ver que se trataba de Amanda. La guapa y sexy doctora de la noche anterior.
—Michael —sonrió esta al verle—. Te encuentro en todos los sitios.
Con los dos cascos aún en la mano al verla la saludó.
—Amanda ¿pero qué haces aquí?
Acercándose más a él contestó.
—Klaus cogió un vuelo para Alemania. ¿Y tú qué haces aquí?
—Terry regresó a Nueva York.
Amanda asintió y preguntó:
—¿Ella es la chica de anoche?
—Sí.
—Era muy bonita. Aunque yo particularmente creo que no le gusté demasiado —ambos rieron—. Pero no te preocupes, seguro que volverá. Un tipo como tú no se encuentra todos los días.
Y para hacerle sonreír en un gesto cómplice exclamó.
—¡Arriba ese ánimo Michael!
Sin percatarse que a escasos metros Terry les estaba observando él sonrió.
—Vale… vale.
Mirándose el reloj Amanda dijo.
—Te dejo. Voy a coger un taxi o llegaré tarde.
—¿Hacia dónde vas?
—Al hospital.
Michael entregándole el casco que minutos antes había llevado Terry apuntó.
—Monta. Te llevo. Yo voy al despacho, y si nos da tiempo te invito a un café que necesito que me asesores en algo.
Sin dudarlo cogió el casco y se lo puso.
—Un café bien cargado me vendrá bien. Estoy agotada.
Aquello hizo sonreír a Michael y levantando una ceja preguntó:
—¿Noche ajetreada?
—Me parece que igual que la tuya —respondió ella y tras soltar una carcajada se montó en la moto y desaparecieron entre el tráfico.
Terry, paralizada, se dio la vuelta y corrió como nunca en su vida para desaparecer de allí. Utilizando todo su ingenio, astucia y picardía consiguió que los trabajadores del aeropuerto que la habían visto salir corriendo, le dejaran entrar. Después corrió hacia el embarque de la puerta tres y la azafata cerró el vuelo nada más entregarle ella el billete. Con gesto confuso buscó entre los asientos a su hermana. Cuando Kate la vio se levantó alarmada.
—¿Qué haces tú aquí?
La joven pelirroja no contestó y se sentó. Bajo la atenta mirada de su hermana se abrochó el cinturón mientras resoplaba por la carrera.
—¿Quieres hacer el favor de hablarme? ¿Qué haces aquí?
Sin mirarla Terry gruñó.
—He decidido regresar contigo a casa.
Kate, preocupada por lo que hubiera podido pasar, la agarró del brazo y con un gesto nada amable exigió.
—¿Qué ha ocurrido?
Terry la miró. Por fin su hermana le miraba y respondía.
—Que soy una tonta. Eso ha ocurrido. —Y entonces explotó como una olla a presión—. Pasa que todavía no me he ido de la isla y el increíble, leal y alucinante tío Michael, ya se lo estaba pasando estupendamente con una explosiva rubia comehombres.
Aquello sorprendió a Kate. Conocía a Michael y sabía que estaba loco por su hermana.
—No puede ser, seguro que te has confundido.
Con gesto adusto y terriblemente enfadado Terry respondió.
—Sé lo que he visto. —Y maldijo diciendo—. Qué desgraciado, ha quedado con ella en el aeropuerto, qué prisa tenían.
Sin llegar a comprender lo que había visto su hermana, Kate preguntó:
—Pero Terry, ¿le has dicho algo?
—¿Tú estás loca? —dijo quizá demasiado alto—. Simplemente me he dado la vuelta y se acabó.
Minutos después el avión comenzó a moverse y Kate agarró la mano de su hermana.
—Relájate, veras como todo tiene un porqué.
Pero Terry estaba muy enfadada.
—Llegué a pensar que lo nuestro era de verdad… Pero es un mentiroso —susurró entre dientes al recordar lo que la noche anterior le dijo sobre que nadie montaría en su moto a no ser que fuera ella.
Ninguna habló más. Su viaje de vuelta había comenzado.