Capítulo 53

Durante la cena, todos rieron al recordar anécdotas del viaje. A las once Terry y Michael se levantaron y despidieron. Querían estar solos y se alejaron en la moto. Tommy se quedó dormido y Sam le llevó a la cama. Diez minutos después, Kate, con la excusa de que tenía que terminar de hacer las maletas desapareció.

—Abuelita —preguntó Sasha—. ¿Vienes a contarme un cuento?

—Iré yo —se ofreció Ollie.

—Y yo —dijo Cat levantándose—. Me encantan los cuentos que cuenta Ollie.

Las chicas se metieron en la habitación de Sasha y desde allí, poco después, se pudieron escuchar sus risas.

—Ha sido un viaje estupendo —comentó Serena mientras salía a la parte trasera de la casa—. Es una pena que todo esto se acabe tan pronto.

Sam asintió sentándose en el balancín.

—Tienes razón. Ha sido un lujo hacer todos juntos este viaje.

Serena acomodándose junto a él preguntó:

—Sam ¿por qué se va tan precipitadamente Kate? Pensé que todo iba bien.

—Por mi culpa —se sinceró.

—¿Tu culpa?

Mirando a la mujer que le había dado tanto cariño suspiró.

—Es difícil de explicar, Serena.

Serena cada vez entendía menos. Parecía que el viaje les había unido pero de pronto todo se había ido al garete.

—No quiero ser egoísta. Ella es feliz en Nueva York con su vida confortable y su trabajo y yo aquí no puedo ofrecerle nada de eso. Además, están los niños y creo que este es un magnífico lugar para educarles.

—No lo dudo —asintió Serena y mirándole directamente preguntó—. ¿Sigues sin querer intentarlo de nuevo con ella? Vamos a ver, muchachote, aunque ella se empeñe en ocultar lo que siente, la conozco ¡soy su madre! Pero ¿por qué te niegas a intentarlo tú? Veo como la miras, como la observas y no entiendo nada y…

Mirándola directamente a los ojos la cortó.

—Te lo estoy diciendo Serena. No tengo fuerzas para pedirle que abandone todo y se traslade aquí conmigo y yo tampoco estoy dispuesto a regresar a Nueva York. Lo nuestro fue maravilloso mientras duró, pero hoy por hoy ya no puede ser. No puede ser.

—Eres un cobarde, muchachote.

—¿Cobarde?

—Sí. Con todas las letras co-bar-de.

Él sonrió al ver su gesto.

—No creo que sea cobardía. Solo intento ser realista para intentar entender la vida.

—¡Cobarde! —repitió levantándose del balancín—. Y solo te voy a decir una cosa que he aprendido con el paso de los años. La vida no está para entenderla ¡la vida está para vivirla! Y ahora me voy a dar un paseo. La noche es maravillosa y me apetece andar.

Sam la vio alejarse. Durante unos instantes pensó en lo que ella le había llamado. ¿Cobarde? Y en especial en aquello de que la vida era para vivirla. Las risas de sus hijas le devolvieron a la realidad y levantándose del balancín fue hasta el cuarto de Tommy. El niño dormía plácidamente. Una vez vio que todo estaba en orden salió de nuevo al exterior de la casa y mirando a la casa de al lado pensó en Kate. Deseaba estar con ella lo poco que le quedaba hasta que se marchara, así que caminó hacia la casa. Al entrar fue directo a la habitación y la encontró sentada en la cama mirando el mar. Estaba preciosa pero ¿cuándo no estaba Kate preciosa?

—Hola —susurró apoyándose en el quicio de la puerta.

Aquella voz la sobresaltó. Al verle, Kate se quedó muda observándole. Era tan enorme que parecía ocupar toda la puerta. Vestido con aquella bermuda gris y la camiseta celeste de Lanai que le habían comprado sus hijas, era la viva estampa de la juventud.

—Sam ¿qué pasa? —preguntó levantándose de la cama.

Estuvo tentado a pedirle que no se marchara, pero al final la realidad volvió a él y contestó.

—Nada. Solo vine para ver si necesitabas ayuda.

Kate miró a su alrededor y se encogió de hombros.

—Ya está todo recogido. —Se hizo un breve silencio hasta que ella añadió—: Sam, estoy cansada y me gustaría acostarme.

Seguro de que debía dejar que se marchara asintió y dando un paso atrás para salir de su campo de visión murmuró.

—A las nueve os recojo para llevaros al aeropuerto. Que descanses Kate.

Apenas en un murmullo audible ella respondió.

—Adiós, Sam.

Incómodo y maldiciendo por lo que sentía regresó a su casa. Apesadumbrado por sus emociones se sentó en el balancín, mientras Kate en la oscuridad de su habitación le observaba desde la ventana y lloraba.

En una terracita de moda en Oahu Michael y Terry bailaban abrazados. Y cuando el DJ, amigo de Michael, puso la canción Desafinado Terry creyó morir. Esa melodía y la sensualidad varonil en la mirada de él cuando la miraba la deshacían por segundos. Se colgó del cuello de Michael bailando con los ojos cerrados y se dejó llevar.

—Te voy a extrañar mucho, gruñona —le susurró al oído.

Melosona le miró echando la cabeza hacia atrás.

—¿Acaso crees que yo a ti no?

Michael la estrechó entre sus brazos todavía más. Estaba apostando fuerte por aquella relación y no estaba dispuesto a que ella diera una sola zancada hacia atrás. Y acercando sus labios a los de ella susurró.

—Quiero y necesito imaginar que me vas a extrañar tanto como yo a ti.

—Mira que eres tonto —y soltándose de su cuello para señalarle con el dedo advirtió—. Lo que tienes que hacer es portarte bien en mi ausencia.

—¿Lo dudas?

—Vamos a ver, Michael que nos conocemos.

—¿Nos conocemos? —se mofó.

—Sí… y demasiado bien —protestó—. Eres un guaperas isleño y…

Sin dejarle acabar la frase la besó y cuando él quiso dar por finalizado aquello aclaró.

—Un guaperas isleño que está loco por ti.

Atizada por la pasión del momento sonrió pero no iba a dar su brazo a torcer.

—Vale. Pero te prohíbo que mires a otras mujeres en mi ausencia. Eres un tío y todos os ponéis tontorrones cuando veis un culito mono. Si yo me entero, Michael no sé lo que te hago ¿entendido?

Como un colegial enamorado sonrió mientras sonaba la canción y la izó entre sus fuertes brazos.

—Prometido, cariño —y para hacerla sonreír señaló—. ¿Ves aquella preciosa moto que está allí aparcada?

Terry miró y sonrió.

—¿Tu moto? ¿Tu adorada moto? —preguntó divertida.

Él asintió.

—Te puedo asegurar que ningún culito mono que no sea el tuyo se montará en ella.

—Vaya —rio esta—. ¡Qué honor, cariño! Me voy más tranquila al saber eso.

—Además —prosiguió al pensar en Vaitere y su familia—. Cuando regreses, quizá tenga alguna sorpresa para ti.

—¿Sorpresa?

—Ajá…

—Dímela ya… anda.

Michael negó con la cabeza y besándole la punta de la nariz aclaró.

—No, cielo. No quiero aventurarme. Además, con lo curiosa que eres, sé que te irás con la duda y volverás aunque solo sea para saber de lo que hablo.

Eso la hizo reír y con ojitos de atontada murmuró.

—Eres un encanto, Michael.

—Aquí el único encanto eres tú.

Bailaron, rieron y se besaron. Y cuando Terry le pidió un segundito para ir al baño, él se encaminó hacia la barra para pedir dos piñas con ron.

—Vaya, vaya —dijo una voz tras él—. No sabía que habías regresado.

Al volverse para ver quien hablaba, Michael se encontró con la despampanante doctora.

—Amanda —saludó al verla—. ¿Qué haces por aquí?

Su apariencia era muy diferente a la del hospital. Viéndola con aquel vestido de seda beige entallado al cuerpo estaba más que sexy. Acercándose más a él dijo señalando a un tipo de aspecto nórdico que les observaba.

—Estoy tomando una copa de despedida con un amigo. ¿Y tú?

Sin querer dar muchos detalles sobre su vida contestó.

—Tomando algo con una amiga.

La joven doctora miró a su alrededor y al no ver a la supuesta amiga cuchicheó.

—Michael necesito decirte una cosa.

—Tú dirás.

—Quiero pedirte disculpas por haberte acosado como lo hice hace unos días. Oh Dios… me avergüenzo de lo loba que fui.

—¿Y eso a que viene ahora? —preguntó frunciendo el ceño sorprendido.

—Klaus es mi novio, pero hace unos días era mi exnovio —dijo apoyándose en la barra y señalando al nórdico que no les quitaba ojo—. Vive en Alemania y yo aquí, y la distancia pudo más que nosotros —Michael asintió y ella añadió—. Cuando rompimos me sentí sola y decidí comportarme como una vampiresa. Pero gracias a Dios he vuelto a recuperar la cordura y el sentido común y necesito que sepas que yo no era lo que te demostré, a pesar de que mi aspecto a veces diga lo contrario.

—Tranquila, no te preocupes —asintió asombrado y añadió sin saber qué más decir—. Espero que vuestra relación esté mejor.

Amanda sonrió hacia el nórdico.

—Estoy feliz, Michael. Klaus ha venido a la isla y me ha pedido que me case con él. Y he aceptado.

—¡Enhorabuena! Esa es una buena noticia.

—Imagínate —sonrió ella—. Voy a ser la señora Bonhuleir.

Michael dejó escapar una carcajada y con complicidad miró a Klaus y levantó su copa. El nórdico al entender el motivo, levantó la suya y sonrió.

—¿Qué vais a hacer? ¿Os quedareis a vivir aquí o regresarás con él a Alemania?

—Lo estamos sopesando, pero todo depende de nuestros trabajos. De todas formas, lo más importante para mí es que Klaus y yo nos queremos —y al ver que este miraba hacia el fondo del local preguntó—. ¿Qué tal vuestro viaje?

—¡Estupendo!

Michael comenzó a contarle maravillas de las islas sin darse cuenta que Terry al salir del servicio se paró al verle tan animado charlando con aquella rubia explosiva. ¿Quién era y qué hacía hablando con ella? Durante unos instantes les observó y los celos le atravesaron las entrañas al ver como aquella rubia tocaba con familiaridad el hombro y la cintura a Michael. Y cuando ya no pudo más, se acercó hasta ellos lentamente. Al verla Michael sonrió y se apresuró a decir.

—Terry, te presento a Amanda Newton.

Amanda ¿ha dicho Amanda? pensó pestañeando.

La rubia al verla la miró y sonrió.

Aloha, Terry. Encantada de conocerte.

Intentando contener sus ganas de montar un pollo asintió pero no pudo evitar preguntar.

Aloha, Amanda. Fuiste tú quien llamaste al móvil de Michael hace unos días ¿verdad?

—Sí —y entendiendo la pregunta y su mirada aclaró—. Le llamé para hablarle sobre un paciente. Nada más. Por cierto, creo que lo habéis pasado fenomenal en vuestro viaje —Terry asintió y esta prosiguió—. Michael me estaba hablando de un hotel de Maui. Dentro de un mes pasaré allí cinco días.

«Mientras no vayas con Michael como si te vas un año» pensó, pero calló. Michael agarrándola de la cintura, la besó en el pelo y dijo.

—Le recomendaba a Amanda el hotel donde estuvimos ¿lo recuerdas?

Terry asintió. Pero Michael al ver el modo en que esta asentía con la cabeza, se percató que algo le rondaba por su pelirroja cabecita y Amanda tras coger sus cervezas se despidió.

—Bueno, chicos aquí están mis bebidas. Encantada de haberte conocido Terry. —Y tras guiñarle el ojo con complicidad dijo—: Ya nos veremos Michael.

Mientras se alejaba bamboleando sus caderas Terry masculló entre dientes para sorpresa de él.

—¡Será guarra la tía!

—Cariño —rio—. ¿Por qué dices eso?

—¿Pero tú la has visto como te miraba? —respondió mirándole con un buen ataque de celos mientras se retiraba el pelo de la cara.

—Cariño ¿estás celosa? —preguntó mientras se reía a carcajadas ante la cara de mosqueo de ella.

—Noooooooooooo.

—Sí… estás celosa —rio.

—¡Tú estás tonto! —exclamó con descaro.

—Pero tonto por ti… celosona —y abrazándola le aclaró al oído—. Amanda es solo una amiga. En mi corazón y en mi cabeza solo hay sitio para ti, preciosa.

Al darse cuenta de lo ridículo de la situación, Terry se acurrucó entre sus brazos.

—Eso se lo dirás a todas.

—Eso solo te lo digo a ti —respondió besándola apasionadamente.

Sobre las tres de la madrugada se montaron en la moto y se dirigieron hacia la pequeña y escondida playita particular en la que hicieron el amor en la primera cita. Con la única compañía del cielo, la brisa, el mar y la arena de Oahu se amaron con pasión mientras sus mentes les recordaban que el destino, en unas horas, les volvía a separar.