A la mañana siguiente todos tomaron el ferry que había entre las islas de Maui, Lanai y Molokai para dirigirse a la Isla de Lanai. Michael y Terry seguían en su línea. Besos continuos y arrumacos. Mientras, Sam y Kate intentaban sonreír a pesar de la pena que sentían en su interior cada vez que se cruzaban sus miradas.
Al llegar a Lanai se sorprendieron al encontrarse con una ciudad pequeñita pero hermosa con sus casas pintadas con los colores del arco iris.
Sobre las nueve de la noche, llegaron agotados al hotel y, desde la terraza de la habitación de Serena, que era enorme, llamaron al servicio de habitaciones para pedir algo para cenar.
—Cuéntanos más cuentos tradicionales o leyendas de las islas ¡me encanta! —pidió Ollie a su padre que con disimulo observaba como Kate peinaba a Sasha.
—Al este de Lanai —contestó Michael— está la playa del Naufragio. Y se dice que en las noches en los que la luna no aparece, todavía se oyen los lamentos de los guerreros. Incluso hay quienes dicen que sus fantasmas todavía siguen allí.
Al ver las caras de sus hijas, Sam continuó divertido.
—En la Isla de Hawái, por ejemplo, está el Templo del Dios Ku. Allí se hacían sacrificios humanos y se cuenta que la sangre todavía surge de las rocas —sus hijas pusieron cara de horror—. Por lo visto, los viejos dioses hawaianos acuden a ese templo a pedir ayuda para solucionar sus problemas.
—Mira la carne de gallina se me está poniendo —exclamó Cat.
—El templo del Hula —rio Michael—, está en Kauai y está dedicado a Laka. La gran diosa del Hula. Antiguamente, los bailarines que se entrenaban para ser expertos no se podían cortar el pelo. Tenían muchos alimentos y relaciones sexuales.
—Pobrecillos —se mofó Terry—. Que vida más sacrificada tenían.
Michael sonrió y, sin importarle que todas les miraran, la besó.
—También está la Cueva de Waianapanapa, en Maui —sonrió Sam—. La leyenda cuenta que la preciosa princesa Popoalaea escapó de su cruel marido, pero por desgracia para ella la encontró y la mató. Desde entonces la cueva tomó una tonalidad roja.
En ese momento apareció Kate con Sasha de la mano.
—Yo recuerdo una leyenda que me contaste que me impresionó y era aquí, en la Bahía de Manele o Puu Pehe de Lanai. Creo que se llamaba la roca de los amantes —Sam asintió. Sabía a lo que se refería—. Si mal no recuerdo una muchachita de Maui llamada Puu Phe fue raptada por un joven guerrero de Lanai. Ella era muy bella y él, temeroso de que lo abandonara, la ocultó entre las rocas. Pero un día, cuando él regresó de buscar comida la encontró flotando en el agua. Él se tiró al agua para salvarla pero la muchacha se había ahogado. La enterró en lo alto de la roca y después se lanzó al vacío y se mató.
Sam la miró impresionado. Nunca pensó que ella recordara aquella historia que le contó hacía muchos años.
—Vaya por Dios —indicó Serena—. ¿Aquí no hay ninguna leyenda divertida?
Michael rio a carcajadas y acercándose a ella cómicamente cuchicheó.
—La Roca de Kauleonanahoa Phallic que está en la isla de Molokai es otra leyenda. Las mujeres que desean tener un hijo, solo tiene que ir a la roca con regalos y ofrendas y pasar la noche junto a ella. Según dicen cuando regresas a tu casa ¡estás embarazada!
—Michael, ¿eso lo consideras divertido? —intervino Terry mientras degustaba una de las piñas típicas de la isla.
Encogiéndose de hombros este murmuró.
—Es una curiosidad. Por lo menos esta leyenda no habla de muertes, brujas, guerreros o fantasmas.
—¿A que no sabéis cuál es el pez más famoso de Hawái? —preguntó Sam a sus hijas.
Sasha gritó encantada.
—Yo lo sé papi. Se llama Humuhumunukunukuapuaa. No se come y se dice que su nombre escrito es tan largo como el pez.
—¡Bravo! —aplaudió Michael besándola.
La niña rio al ver la reacción de su tío.
—Me acuerdo que me lo contó papi un día que tenía fiebre y no me podía dormir.
—Es verdad, princesa —asintió Sam mirándola con cariñó.
—¿A que no sabéis que el alfabeto hawaiano solo tiene 12 letras? Cinco vocales, que son a, e, i, o, u y siete consonantes h, k, l, m, n, p, w —dijo Michael.
—Pero bueno, entonces tú de hawaiano tienes lo que yo de checoslovaca —se burló Terry—. Te aseguro que para hablar utilizas más de cinco vocales y siete consonantes.
Todos soltaron una carcajada y Michael prosiguió.
—Aquí se habla en inglés. Es la lengua oficial del estado. Aunque entre los inmigrantes y la mezcla étnica que se ha creado en Hawái a veces puedes oír hablar en Pidgin.
—¿Pidgin? ¿Qué es eso? —preguntó Cat.
Al ver lo interesada que se mostraba su hija Sam aclaró.
—El Pidgin es una mezcla de diferentes idiomas. Y aunque su base es hawaiana, tiene elementos ingleses, chinos, japoneses, filipinos y de alguno otro sitio.
—De hecho —afirmó Michael—. La Cámara de Representantes Hawaiana declaró hace tiempo el Pidgin como uno de los idiomas oficiales de Hawái.
—Qué cultos nos estamos volviendo —se mofó Terry.
—Tío Michael —exclamó Sasha—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
Todos la miraron y Michael asintió.
—¿Es Terry la chica de la foto que tienes en la mesilla de tu camita verdad?
Al momento todos le miraron y Terry le preguntó sorprendida.
—¿Tienes una foto mía en tu mesilla?
Michael, al sentirse descubierto por su pequeña sobrina, trató de quitarle hierro.
—Lo confieso. Tengo una foto tuya pero no está en la mesilla al lado de mi camita como dice esa pequeña aspirante a bruja —la pequeña sonrió—. Tu foto está detrás de la puerta de mi dormitorio y la utilizo como diana por las noches.
Todos rieron.
—Oye, enana ¿tú que hacías mirando en mi mesilla? —le preguntó Michael a su sobrina.
—Por lo que veo no es la única que mira las mesillas —se mofó Ollie ganándose un coscorrón.
Una hora después cuando todos se marcharon a sus respectivas habitaciones, Michael y Terry salieron a pasear por la fina arena blanca de Lanai.
* * *
La visita a Lanai se acabó y se marcharon para Kauai, la isla Jardín. Visitaron los picos de Waialeale y Kawaikini y la playa de Poipu. Un lugar estupendo para los niños. Allí Michael y Sam, de nuevo alquilaron unas tablas a pesar de las protestas de Serena. El sol lucía y la sed era tan tremenda que Serena y las niñas se marcharon a un puesto a comprar agua. Al quedar solas, Terry miró a su hermana que tomaba el sol.
—¿Qué te pasa? Y no me digas lo que todos estos días porque harta me tienes.
Cansada de la misma pregunta cada mañana, se quitó las gafas, se incorporó y respondió.
—Pues sí.
Terry miró a Sam y a Michael que se divertían en el agua y resopló.
—¿Otra vez con eso?
—¿Cómo quieres que deje de pensar en ello? El hombre al que amo no está dispuesto a regresar a mi lado y…
—¿Estás tú dispuesta a dejarlo todo para estar con él?
—Terry…
—Que no. Que no estoy de acuerdo contigo. Creo que vivir en Nueva York es fantástico ¡me encanta! Pero vivir junto a la persona que quieres tiene que ser muchísimo mejor. Él ya lo hizo por ti. ¿Por qué ahora tú no lo haces por él?
—No creo que funcionara Terry… no creo que…
—Querer es poder, maldita cabezona. Pero ¿qué es lo que quieres? Que él clave la rodilla en el suelo y…
—Que me lo pida. Solo quiero eso ¡que me lo pida!
—¡Esto es increíble! A ti no hay quien te entienda, hermanita. Sinceramente, creo que estás perdiendo el norte completamente.
—Yo se lo pedí. ¿Por qué él da por supuesto que yo no lo dejaría todo por él? ¿Por qué? —protestó.
—Porque te quiere y sabe que esa es una decisión muy difícil para ti. Estoy segura que no quiere que si el día de mañana todo sale mal, le reproches que lo dejaste todo por él.
Kate era consciente de que tenía razón.
—Aquí estoy. Creo que le estoy dando a entender muchas cosas.
—Es un hombre, Kate —insistió Terry—. Y a esa clase de espécimen hay que dejarles las cosas muy claritas para que se enteren. Escucha Kate, cuando decidí venir contigo a las islas, sabía muy bien a quién me iba a encontrar aquí. Y como quería algo con Michael a pesar de nuestro mal comienzo, me lancé. ¿Tú te has lanzado también?
—Sí… aquella noche en…
—Vale… Aquella noche en el cráter fue especial para vosotros, pero cuando él te excluyó de su vida, en vez de quedarte calladita como una momia deberías haberle dicho cuatro cosas para que se enterara de qué es lo que quieres tú. Es más ¿por qué no lo haces?
—No puedo… no sé.
—Mira, guapa —siseó cansada de tanto dramatismo—. No me cuentes películas. Deja de esconderte tras el ordenador y soluciona de una vez tu vida.
Restregándose los ojos para quitarse las lágrimas Kate susurró al ver a Sam divertirse entre las olas.
—Quiero que acabe este viaje para regresar a casa. Solo eso.
—¿Qué te pasa Kate? —preguntó de pronto Sasha sorprendiéndolas.
—Nada cielo… no me pasa nada.
Pero la niña insistió.
—¿Por qué estas llorando?
Terry, rápidamente, para quitarle importancia respondió.
—No llora cielo.
—Sí. Sí llora —y agachándose preguntó—. ¿Tienes susto por papá y el tío?
—¡¿Susto?!
La cría señalándoles aclaró.
—Tranquila, papi y el tío están bien en el agua. No te asustes como la abuelita Serena.
Terry y Kate sonrieron. La niña era un amor. Y Terry, para desviar el tema, mintió.
—Se le ha metido arena en los ojos ¿verdad Kate? —aquella asintió—. Y yo le iba a soplar en el ojo.
—¿Puedo soplar yo? —preguntó la niña.
Quitándose las gafas Kate asintió.
—Claro, cielo.
Terry sonrió y, levantándose, caminó cámara en mano hacia la orilla de la playa. Tras varios soplidos por parte de la niña, Kate pestañeó.
—Gracias, Sasha. Ya estoy mejor.
La niña asintió y encanta de haberle ayudado preguntó tendiéndole su helado.
—¿Quieres un poquito?
—No, gracias cariño.
—Es de fresa.
—Que biennnnnn. Nuestro sabor preferido —sonrió Kate.
—Y esta muuuuuuy rico. ¡Pruébalo!
Incapaz de decir que no a aquella carita tan linda Kate dio un mordisquito.
—¡Riquísimo!
—¿Quieres que le diga a la abuelita que te compre uno para ti?
—No. Ahora no. Luego, más tarde.
La niña asintió y sentándose junto a ella comenzó a chuperretear su helado. Ambas, en silencio, miraron hacia el mar donde Sam y Michael se divertían en el agua.
—¿Cuando volvamos a casa te quedarás con nosotros para siempre?
—No, cielo.
—¿Y cuánto te quedarás?
Kate, que sabía que la pequeña era la reina de las preguntas respondió.
—Solo unos días cielo. Después regresaré a Nueva York.
—¿Por qué?
—Porque mi trabajo y mi casa están allí.
—¿Y la abuelita, Ollie, Cat y Terry?
—Pues igual. Todas tenemos que regresar.
Mirándola a los ojos, torció la cabeza y dijo.
—Tengo una idea. ¿Por qué no os quedáis a vivir aquí?
Sin perder la paciencia se retiró el pelo del rostro.
—Porque nosotras tenemos nuestra casa. Ollie y Cat tienen sus colegios y…
—Pero yo quiero que os quedéis aquí conmigo —hizo un puchero.
—Sasha, cariño… —susurró Kate.
Pero la niña la interrumpió y con una mirada anhelante dijo dejándola sin palabras.
—Me gustaría que fueras mi mamá.
—Sasha… —musitó desconcertada.
—A las dos nos gustan los helados a fresa y sabes dormir a Tommy muy bien. Eres muy buena y además —cuchicheó en plan secreto—. Yo creo que a mi papi le gustas como novia porque tiene una foto tuya en casa y en el cajón de la mesa de su trabajo.
Terry que se acercaba en ese momento hasta ellas, tras hacerles una foto dijo en tono de burla.
—Vayaaaaaaaaaaaa, por lo que veo circulan nuestras fotos por la isla.
La pequeña la miró y prosiguió con sus preguntas.
—¿Tú también te vas a ir a tu casa cuando se acaben las vacaciones?
Kate y Terry se miraron. Aquel era un tema que Terry intentaba eludir. Pero le gustara o no, tarde o temprano se tendría que enfrentar a él, y sentándose junto a la niña expuso.
—Claro, cariño. Cuando se acaben las vacaciones tengo que regresar a mi trabajo.
—¿Y no puedes trabajar aquí?
—No, cielo. En Nueva York es donde trabajo.
—Pero si te vas ya no serás la novia del tío y yo quiero que seas tú. —Volvió a gemir la pequeña.
Eso sí que no le gustó a Terry, e intentado no ser muy brusca le espetó.
—Sasha, lo que tenga que ser… será —y al ver el puchero que hacía añadió más suave—. Prometo venir a verte siempre que pueda. Y si me toca la lotería me compraré una casa aquí. ¿Qué te parece?
—¡Genial!
Durante unos instantes la pequeña se calló y comenzó a chupar su casi derretido helado. Kate y Terry se miraron y suspiraron. Aquella era una futura periodista. Instantes después apareció Serena junto a las niñas que se sentaron alrededor de ella y la pequeña soltó.
—Tengo una idea mejor que la lotería. ¿Por qué no te casas con el tío? Si lo haces, te quedarás aquí, podrás tener niños y yo te ayudaría a cuidarlos. Ayudo a cuidar a Tommy.
Terry se quedó sin respiración. ¿Pero que decía aquella enana? Serena sin poder evitarlo soltó una carcajada y Ollie, divertida, al ver la cara de su tía murmuró con sorna.
—Vaya temazo más interesante. ¿Boda a la vista?
Kate sonrió al ver la mueca que le dedicó su hermana a su hija.
—La ayuda que te está ofreciendo Sasha no tiene precio —dijo Kate—. No creas que todos los días se reciben proposiciones así.
Cat, que hasta el momento se había mantenido callada, aplaudió.
—Sería genial. La tía y el tío casados. ¡Qué pasada! —comentó desencajando más a su tía si cabe.
—¿Queréis dejar de decir tonterías? —gruñó Terry.
—Pero tía…
Sin querer escuchar nada más, Terry levantó las manos y tras acuchillarlas a todas con la mirada, clavó sus ojazos en la pequeña y aclaró.
—Vamos a ver Sasha, tu tío y yo somos amigos y…
—Pero sería genial —se animó la pequeña—. Si te casas con el tío, serás mi tía Terry —y mirando a Kate prosiguió—. Y si tú te casaras con mi papi podrías ser mi mamá y así nunca os tendríais que ir de aquí.
En ese instante Kate, que bebía de la lata que su madre le había entregado, se atragantó. Miró a su hermana alucinada como diciendo: «¡esa niña se había vuelto loca!».
—Vaya… la cosa cada vez se pone más interesante —bromeó Ollie.
Serena, al ver la expresión en sus caras y entender que la pequeña las estaba poniendo en un aprieto se dirigió a las niñas.
—Chicas, ¿por qué no vais al coche a por la pamela que me la he dejado allí? Sasha ¿quieres ir con ellas?
Cat y Ollie se levantaron a regañadientes, pero cogiendo a la pequeña de la mano se la llevaron antes de que continuara con sus buenas ideas. Una vez se alejaron, Kate dándose aire con una revista susurró.
—Necesito que acabe este viaje. Quiero regresar a casaaaaaaa.
—Esta niña es un monstruo vestido de rosa —murmuró Terry—. En un momento nos ha casado, nos ha embarazado y ya somos familia numerosa.
Serena sonrió entendiendo la poca gracia que aquello les hacía a sus hijas.
—Los niños siempre dicen lo que quieren. Son seres inocentes y… —dijo tratando de hacerlas sonreír.
—¿Inocentes? —se mofó Terry.
—No le toméis nada en serio —asintió Serena—. Lo ideal para ella sería lo que os ha dicho. Sasha es solo una niña encantadora y deseosa de aumentar su familia.
Horrorizada, Kate, sin más ganas de bromas siseó:
—Ni una palabra más sobre este tema.
—Pero hija… un poquito de sentido del humor.
—Mamaaaaaaaaá —cuchicheó Terry—. Cállate.
—Mañana, cuando lleguemos a Oahu, me cojo el primer avión que me lleve a casa —dijo Kate por toda respuesta.
—¿Por qué tanta prisa si lo estamos pasando tan bien? —se alarmó Serena. Pero al ver la mirada de su hija susurró—. De acuerdo hija, ni una palabra más.