A las doce llegaron al hospital. Subieron a la habitación donde estaba Vaitere y Michael, como le había prometido, le presentó a su hermano. Mientras hablaban, Sam les observó. Se estaba volviendo loco o veía similitudes entre aquellos dos. ¡Tenían la misma sonrisa! Un buen rato después apareció Thalia.
—Mamá —sonrió Vaitere—. Tenemos visita. Él es Sam, hermano y socio de Michael.
Sam con una encantadora sonrisa le estrechó la mano.
—Encantado de conocerla, señora.
—Lo mismo digo —y sonriendo a su vez añadió—. Tú eres el hermano de este ángel tan encantador que nos está solucionando la vida. Es un placer conocerte, Sam.
—¿Ángel mi hermano? —se mofó Sam y preguntó con tono jocoso—. ¿Cómo las tienes tan engañadas a estas señoras?
—Ya sabes. Sacando a la luz todos mis encantos —respondió Michael encogiéndose de hombros.
—Hijo. Si no fuera por ti, con todo el papeleo que tiene que hacer mi hija, no sabríamos ni por dónde empezar. Además, tú para nosotros eres algo más que un abogado —añadió Thalia divertida.
—Gracias Thalia —Michael la miró conmovido.
Sam y Michael le propusieron a Vaitere el puesto de trabajo que la noche anterior habían comentado. Estas se emocionaron y Vaitere aceptó feliz con lágrimas en los ojos.
—Gracias. Solo puedo daros gracias mil veces y serían pocas.
Sam asintió con una sonrisa y al verla tan emocionada quiso aclarar.
—Vaitere, nosotros necesitamos a alguien en el despacho y tú necesitas un trabajo. Como verás, la ayuda en mutua.
Tras concretar ciertas cosas y reír por otras cuantas, llegó el momento de irse. Al salir de la habitación se encontraron con Amanda, la doctora.
—Aloha, Michael —y mirando a Sam dijo—. Tú eras el papá de Sasha ¿verdad?
—Sí, ese soy yo. Sam, concretamente.
—Amanda —dijo tendiéndole la mano—. ¿Qué tal está le pequeña?
Esta vez fue Michael quien respondió.
—Estupendamente. Como una loca, como siempre.
Los tres sonrieron.
—Esa es buena señal —asintió la doctora y mirando a Michael preguntó—. ¿Puedo hablar contigo un momento a solas?
—Voy a la máquina a sacar una Coca-cola —se disculpó Sam rápidamente.
Cuando Sam se alejó, Michael se dirigió a la doctora con gesto de preocupación.
—¿Ocurre algo con Vaitere?
Amanda, con una provocativa sonrisa, se echó su sedosa cabellera hacia atrás.
—Todo está bien. Solo quería invitarte a cenar alguna noche.
Al ver la cara de sorpresa de Michael, ella prosiguió.
—No soy la clase de mujer que espera a que un hombre la invite. Si alguien me gusta, directamente soy yo quien lo propone.
—Me pillas en mal momento —respondió aturdido por su honestidad—. Me voy de viaje en unos días con unos familiares que han venido a la isla y no puedo.
—Vaya… qué pena —replicó con un mohín de disgusto—. Pero puedo esperar. Toma mi tarjeta. Cuando regreses, llámame.
Michael cogió la tarjeta y asintió, mientras Sam desde la máquina expendedora sonreía al ver su cara de sorpresa.
—Aloha otra vez —dijo una voz a su lado.
Era Thalia, la madre de Vaitere.
—He venido a por algo fresquito y a por unas chocolatinas que nos endulcen la vida.
—Hace muy bien —sonrió Sam—. ¿Qué les apetece?
—Lo primero, que me hables de tú —sonrió.
Sam asintió.
—Perfecto. Dime, ¿qué os apetece?
Thalia se agachó para ver los productos de la máquina y, al acercarse, Sam se quedó sin respiración. Aquella mujer tenía en la parte de atrás del cuello la misma marca de Michael. Una marca con forma de mariposa. Sin ser consciente de lo que estaba pasando en aquel momento por su cabeza, Thalia dijo:
—Creo que queremos una naranja y una chocolatina de estas —dijo mostrándosela otra vez al agacharse—. Hijo es que no he traído las gafas y no veo. Pero sé que estas del papel verde son las que nos gustan. Vaitere y yo somos alérgicas a las nueces.
Como Michael pensó. Pero logró reaccionar a tiempo.
—Me permites invitaros ¿verdad? —preguntó con la boca seca.
La mujer asintió regalándole una deslumbrante sonrisa, y mirando a Michael que continuaba hablando con la doctora añadió:
—Muchas gracias, hijo. Vuestra madre tiene que estar muy orgullosa de vosotros. Sois dos muchachos muy educados y amables.
Sam se limitó a asentir a la vez que se agachaba para sacar las cosas que la mujer había venido a buscar. Cuando cayeron la naranja y las chocolatinas se las entregó.
—Thalia, aloha otra vez —saludó Michael que ya se había deshecho de la doctora.
—He venido a la máquina a por algo dulce y tu hermano me ha invitado. —Y mirando a Sam que le sonreía dijo—. Él es tan educado y galante como tú.
—Tenemos la misma educación —dijo Sam conmovido mientras agarraba a Michael por los hombros.
—Pues quien os ha educado, ha sabido hacer de vosotros unos hombres estupendos —afirmó Thalia dejándoles sin saber qué decir—. Bueno chicos, os dejo que Vaitere está sola. Muchas gracias de nuevo por el trabajo que le habéis propuesto a mi hija. Ella es muy trabajadora y veréis como no os va a decepcionar. Hasta luego.
Y dedicándoles una magnifica sonrisa se marchó.
—¿Verdad que son unos encantos de mujeres? —dijo Michael minutos después, mientras se encaminaban hacia la salida del hospital.
Sam asintió y con la cabeza a punto de explotarle se detuvo.
—Creo que, efectivamente, es tu madre.
Con el corazón a mil por hora Michael suspiró.
—¿Por qué dices eso?
—Tiene la misma marca que tú en la nuca. La que tiene forma de mariposa y ella y Vaitere son alérgicas a las nueces.
Michael se quedó paralizado ante aquellas noticias, pero la rotundidad de Sam al afirmarlo no dejaba lugar a dudas. Sin saber si reír o llorar, finalmente soltó una risotada que hizo que todo el mundo se girase a mirarlos mientras se abrazaban.
—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! —gritó.
—Bueno, hermano vamos a tomarlo con tranquilidad. Ahora tenemos que ver la manera de poder confirmarlo. —Y mirándole emocionado susurró—. Ojalá las hayas encontrado. Ojalá.
Michael asintió y tras reponerse de la euforia del momento propuso.
—Vayamos a tomar algo. Tengo la garganta seca.
Salieron del hospital y se dirigieron primer bar que encontraron. Allí hablaron y fantasearon sobre cómo investigar para saber la verdad de toda aquella historia. Al ir a pagar, a Michael se le cayó la tarjeta que Amanda le había dado. Sam se agachó a cogerla y sonrió al leer «llámame».
—Se te ha caído esto.
Michael, al ver de lo que se trataba, puso los ojos en blanco.
—Tú te crees la doctora. Me ha invitado a cenar y me ha soltado un discurso sobre que ella no es de las que esperan.
—¿En serio?
—Como te lo cuento —rio Michael.
—Vaya, cómo cambian los tiempos. Cuando yo ligaba éramos los hombres quienes dábamos el primer paso.
—Pues ya no. ¡Eso se acabó!
—¿Y qué le has dicho?
Michael, cogiendo el cambio confesó.
—Pues que me voy de viaje y que cuando vuelva ya la llamaré.
—¡Wooooooooooooo! No quiero ni pensar como una pelirroja que yo conozco se entere de esto.
—Ni yo —suspiró Michael—. No la voy a llamar para quedar. Pero dame la tarjeta que siempre es bueno tener conocidos en todos los sitios.
Al entregársela Sam le advirtió.
—Ten cuidado hermano que ya sabes cómo se las gasta Terry.
—No te preocupes. A mí la única que me interesa es la pelirroja —sonrió al pensar en ella—. Venga vamos que tenemos que mirar lo del viaje en la agencia de George. Él seguro que nos encuentra sitios para dormir.
Y efectivamente así fue. En la agencia de su amigo George, marcaron un itinerario y dejaron organizado todo lo necesario para el viaje.