A la mañana siguiente, mientras Cat desayunaba preguntó:
—¿Cuándo nos vamos de viaje?
—Dentro de tres días —y con un gesto Sam la ordenó callar. No quería que Sasha se enterara de nada. Harían la escapada sin los dos niños pequeños.
Pero la niña que estaba pendiente de todo, mientras bebía un vaso de leche preguntó:
—¿Dónde vamos?
—A ningún sitio, princesa —respondió Sam.
Ollie y Cat se miraron y la pequeña insistió.
—Papi… ¿Sabes que no es bonito mentir?
—Lo sé, cariño.
—¿Y por qué me mientes? —pero antes de que pudiera responderle la cría dijo—. Yo quiero ir a ese viaje.
Sam miró a Michael y suspiró. El momento inevitable había llegado.
—Vamos a ver, princesa. Tú y Tommy os quedareis unos días con Honey aquí en casa, mientras los mayores nos vamos a un sitio.
—Nooooo. Yo quiero ir… Yo quiero irrrrrrrrrrrrrr.
—Escucha cariño. Tommy y tú sois muy pequeños y os cansaréis de andar.
—¡No… yo no soy pequeña! —gritó.
—En pocos días estaremos de vuelta y prometo traerte un bonito regalo.
Volviéndose cómicamente hacia su tío le hizo un puchero.
—Tío Michael ¿me llevas tú?
—No puedo, cariño. Lo que papá te ha dicho es cierto. Vosotros estaréis mejor en casita.
La cara de Sasha se descompuso en una fracción de segundo y sin poder hacer nada para remediarlo la cría comenzó a llorar desconsoladamente. En ese momento llegó Terry y, al ver aquel drama, preguntó:
—¿Qué pasa aquí? —Y alarmada por los lloros de la niña añadió—: ¿Por qué lloras cielo?
Sasha como buena actriz, le miró con cara de infinita tristeza y la abrazó. Eso conmovió a Terry que la acogió entre sus brazos.
—Papá no qui… quie… re llevarme con vosotros. Dice que Tommy y yo no podemos ir porque somos pequeños. Pe… pero yo quiero irrrrrrrrrrr —berreó.
—No llores cielo veremos qué se puede hacer —la consoló como pudo y volviéndose hacia Sam y Michael que la observaban preguntó—. ¿Por qué no puede venir?
Michael conmovido por como se había dejado arrastrar por los lloros de la pequeña fue a responder pero Sasha se le adelantó.
—Papi y el tío creen que so… soy un estorbo.
Sam y Michael miraron a la niña e intervinieron.
—Eso es mentira —aclararon al unísono.
Terry, con un pañuelo secaba las lágrimas de la niña, mientras sentía como todo el cuerpecito se le movía del berrinche. Aquello le llegó al corazón.
—Princesa —dijo Michael mirando a la niña—. Sabes que si pudiéramos os llevaríamos con nosotros, pero…
Pero la niña no quería buenas palabras. Quería ir con todos y berreó con desconsuelo.
—Quiero ir por favorrr… quiero irrrrr. Seré buenaaaaaaaaaaa.
Serena y Kate entraron en ese momento en la cocina y al encontrarse con aquello se asustaron. Sasha tenía la cara llena de ronchones por el disgusto. Como pudieron intentaron tranquilizar a la pequeña hasta que Sam mirando a su hermano dijo entre dientes.
—¿Qué hacemos?
Michael fue a responder, pero Kate que le había escuchado respondió con claridad.
—Se viene con nosotros y no se hable más.
Sam la miró incrédulo.
—Kate, con ella no podremos ir a muchos sitios. Sasha no deja de ser una niña pequeña.
Serena, disgustada por los hipos de la pequeña, se plantó ante estos y dijo alto y claro:
—No hay problema. Yo me encargaré de ella. Cuando queráis hacer alguna excursión que sea algo pesada ella y yo nos quedaremos en el hotel.
—¿Estás segura, Serena? —preguntó Sam.
La mujer dejándoles a todos sin palabras asintió.
—Tan segura como de que fumo.
—¡¿Que fumas?! —preguntaron todos excepto Terry y Kate que sonreían.
Sin poder contener la risa, la mujer se agachó junto a la pequeña y tras retirarle su bonito pelo rubio de la cara aclaró.
—Prométeme que serás obediente en todo momento, señorita.
La niña, feliz por haber cumplido su objetivo con los lloros, dejó de llorar y esbozando una maravillosa sonrisa asintió.
—Vale abuelita. Te lo prometo.
Michael estaba atónito por el drama que había causado la pequeñaja.
—En Hollywood esta no tiene precio —le dijo a su hermano.
—Ya te digo —rio Sam.
Media hora después Sam y Michael anunciaron que se iban al hospital. Tenían que arreglar ciertos asuntos.