Capítulo 44

Al día siguiente en el hospital tras evaluar a Cat, el médico les indicó que todo iba por buen camino. Le comentaron lo del viaje y este no puso objeción. Cat podía hacer vida normal. Michael, tras despedirse de Sam, Kate y Cat que regresaron a casa, sin dudarlo se dirigió a la habitación de Vaitere. Esta, cuando le vio, sonrió encantada y diez minutos después le agradeció de nuevo el dinero que había logrado recuperar.

—Ese dinero nos va a ayudar para salir adelante —y mirándole Vaitere preguntó—. ¿De qué será este dinero?

—Eso da igual, hija —comentó Thalia—. El caso es que ahora contáis con algo que antes no teníais y que os ayudará muchísimo.

—Exacto —asintió Michael—. Ese dinero es lo que necesitáis para poder retomar vuestras vidas e intentar hacer todo lo que nunca pudisteis hacer.

—¿Podré visitar Nueva York? —preguntó Thais.

—Por supuesto —asintió Vaitere encantada de ver a su hija tan feliz.

—Si vais, ya os daré direcciones para que visitéis. He vivido en esa ciudad varios años y me la conozco muy bien —sonrió Michael.

Madre e hija se miraron emocionadas. Al fin había llegado su momento y por fin podían respirar con tranquilidad y sonreír. Después, Thais se acercó hasta la mujer mayor que las observaba orgullosa.

—Por cierto abuela, mamá y yo queríamos comentarte algo.

Michael se levantó rápidamente de la silla.

—Bueno pues yo me voy para que así podáis hablar más tranquilas.

Pero Thais le cortó el paso y Vaitiere desde la cama señaló.

—Michael quédate. Todo esto es gracias a la ayuda que nos has prestado.

Con una desconcertada sonrisa se volvió a sentar en la silla mientras Thalia, sorprendida, les miraba desconcertada.

—¿Chicas que pasa? Me estoy poniendo nerviosa.

Thais, acercándose a ella le tomó de las manos y comentó:

—Abuela, mamá y yo hemos pensado que tras lo ocurrido y con este dinero podrías venirte aquí a Oahu a vivir con nosotras —la mujer pestañeó—. En Lanai estás sola y aquí podríamos estar las tres juntas y empezar de nuevo.

La mujer se quedó descuadrada. Aquello era lo que más le apetecía en el mundo. En Lanai no le ataba absolutamente nada ni nadie y levantando las manos hacia el techo murmuró.

—Gracias Jesús… por fin has escuchado alguna de mis plegarias.

Michael desde su discreto segundo plano no pudo evitar emocionarse.

Aquella noche, después de cenar todos juntos por primera vez desde que Kate y Terry llegaran, Sam y Michael se quedaron solos. Necesitaban hablar. Una vez acostaron a Tommy y a Sasha, tranquilos, cogieron unas cervezas y salieron a la parte posterior de la casa.

—En serio Sam, tienes que venir porque quiero presentártelas —asistió Michael—. Además, creo que será buena idea contratar a Vaitere para tenerla en el despacho. Ambos sabemos que en la oficina una presencia física es mejor que un contestador automático. ¿No crees?

Sam sonrió. Michael, por distintas circunstancias de su vida, últimamente vivía en una burbuja de felicidad. Solo esperaba que aquello no tuviera un trágico final.

—Que sí pesado. Mañana te acompaño para conocerlas y proponerle a Vaitere lo que quieres. Ahora solo queda ver qué le parece a ella.

—Le parecerá estupendo.

Sam dio un largo trago a su cerveza y al ver la tonta sonrisa de Michael preguntó:

—¿Por qué estás tan seguro de que ellas son quien tú crees?

—No lo sé Sam —respondió clavando sus oscuros ojos en él—. Pero hay algo en ellas que… Ahora solo queda confirmarlo. Pero no sé cómo hacerlo sin levantar sospechas ni hacer daño a nadie.

Sam asintió.

—Te parecerá descabellado, pero con unos análisis de sangre podrían sacar el ADN y…

Michael resopló y masculló.

—Sí claro. Si quieres voy y les digo vamos a hacernos unos análisis, porque creo que sois mi madre, mi hermana y mi sobrina ¿cómo crees que reaccionarían?

Después de dar un trago a su cerveza Sam respondió columpiándose en el balancín:

—Seguro que te echarían a patadas y no sería para menos.

—Es complicado, pero ya se me ocurrirá algo. Se me tiene que ocurrir algo.

Sam sonrió. Si alguien tenía buenas ideas ese era Michael.

—No lo dudo. Date un poco de tiempo y verás cómo se te ocurre algo.

Pasados unos minutos de silencio mientras escuchaban el sonido del mar y observaban las olas al final fue Michael quien susurró.

—La vida es alucinante Sam. En ocasiones te encuentras con cosas que crees que nunca aparecerán y otras te vuelves loco intentando lo imposible.

Sam, tras asentir, miró hacia la casa donde dormían las chicas.

—Sí, la vida es complicada.

Al ver hacia donde miraba su hermano preguntó:

—¿Vas a hacer algo en referencia a Kate?

—No.

—¿Por qué?

—Porque me siento torpe.

—¿Torpe por qué? —sonrió Michael y Sam resopló.

—Me da miedo romper la buena relación que ahora tenemos si le hablo de mis sentimientos. No quiero asustarla y que salga corriendo.

—¿Crees que se asustaría?

—No lo sé —se sinceró Sam—. En ocasiones la sorprendo mirándome de una forma que me da a entender muchas cosas. Pero en cuanto se da cuenta de que la observo me ignora y cambia su gesto. En estos días he intentado acercarme a ella, pero no me permite hablar sobre ciertos temas. Y luego siempre aparece alguien cuando intento estar a solas y no podemos hablar.

Michael pensó en Terry y sonrió.

—Eso se puede arreglar en el viaje que vamos a hacer por las islas.

—Michael —aclaró—, que tu vivas en una burbujita rosa de felicidad con Terry no quiere decir que los demás debamos vivir igual.

—Escucha, hermano —sonrió—, cuando hablo del viaje me refiero a que podemos visitar sitios en los que ambos estuvisteis. Quizá eso reavive la llamita y…

—Michael ¡no! Quiero que este viaje sea algo bonito y estupendo para todos. No una tortura para Kate. Porque si algo tengo claro es que necesito y quiero que todos tengamos un feliz viaje. Quiero que sean felices.

—¿Y tú qué? ¿Acaso no quieres ser feliz?

Sam se carcajeó y Michael le dio un empujón amistoso.

—Dentro de mi nueva manera de vivir lo soy —confirmó Sam—. Vivo en mi isla, tengo a los seres que quiero a mi lado y…

—No me refiero a esa clase de felicidad —le cortó—. Esa ya sé que la tienes y la disfrutas. Yo me refiero a esa otra felicidad que se tiene cuando tienes a tu lado a alguien que te abraza por las noches y te dice que te quiere.

—Para eso ya te tengo a ti, cariñito —replicó divertido. No quería pensar en ello.

—¡Serás payaso! —exclamó Michael al ver que no quería hablar—. Repito. Me refiero a tener a tu lado a alguien que te desee, que te bese cada noche y al amanecer. Que te abrace y sientas que su corazón y el tuyo laten en la misma frecuencia. Y no me digas que me tienes a mí para eso porque no respondo de mis actos.

—Lo siento, cariñito… pero tu corazón y el mío laten en la misma frecuencia —se mofó Sam levantándose del balancín—. Pero bueno ¿Desde cuándo dices tantas tonterías romanticonas?

Michael, divertido, se levantó del balancín y fue a coger a Sam para darle un puñetazo, pero perdió el equilibrio y cayeron muertos de risa sobre la arena de la playa.

—En serio, idiota —rio Michael mirando las estrellas—. Debes intentarlo con Kate. Ella es a quien quieres y te mentiría si no te cotilleara que ella siente lo mismo por ti —al ver como le miraba cuchicheó—. Tengo la mejor fuente de información.

Sam asintió y se quitó la arena de la boca.

—Me fío de ti y de tu fuente de información. Pero el problema es que Kate ya no se fía de mí y no le quito la razón.

—Quizá estés equivocado.

—Lo sé. Pero no me siento con fuerzas para ser rechazado.

Sentándose, Michael se quitó la arena del pelo y afirmó decidido.

—Hubo una época en la que te arriesgaste para conocer a una chica como Kate y te salió bien. También te arriesgaste en montar tu propio negocio en Nueva York y salió bien.

—Eso fue hace tiempo.

—Lo sé, Sam. Pero a lo que yo me refiero es que tienes que volver a arriesgarte. Por ti, por Kate y por los cuatro hijos que tienes. —Al ver que negaba con la cabeza prosiguió—. Escucha, yo me arriesgué a dejar mi vida aquí en la isla y me fui contigo y salió bien. Y ahora me acabo de volver a arriesgar dejando Nueva York y a Terry, y creo que puede funcionar. Incluso me estoy arriesgando en creer que he encontrado a mi madre, pero si no lo es no pasa nada. La vida continúa Sam y estoy dispuesto a arriesgarme por mil cosas más.

—No tengo fuerzas hermano.

—No me jodas, Sam ¿Por qué no vas a tener fuerzas?

—He destrozado a Kate. He destrozado una familia y…

—Sam… mírame —le cortó—. La vida es locura. Locura por vivir, por amar, por sonreír. Fíjate en mi historia con Terry ¡es pura locura! Pero cuando la he visto aquí, en mi isla, en mi terreno, me he arriesgado y lo volvería a hacer mil veces más porque esa loca cabezona es la única que me ha quitado el sueño toda mi vida. Y mírame ¡soy feliz! Quizá dentro de quince días, un mes o siete años sea un puñetero desgraciado porque mi historia no funcionó. Pero joder… el tiempo que funcionó. ¿Quién me lo quita? ¿Quién me quita mis recuerdos? Nadie, Sam. Absolutamente nadie. Y por ello, por esos recuerdos, por esos momentos alucinantes y por la felicidad que puedes encontrar tienes que arriesgarte. Tú y yo somos dos supervivientes, dos luchadores de esta jodida vida y no te voy a permitir que dejes pasar esta oportunidad. Kate está aquí. Ella te quiere. Tú la quieres ¿Por qué no intentarlo?

Sorprendido por las todas las cosas que le había dicho de corazón, Sam sonrió. Le tendió la mano a su hermano y juntos se levantaron al mismo tiempo del suelo.

—Creo que Terry te está nublando la razón. Me acabas de hablar como en las telenovelas. ¿Pero qué te está haciendo esa bruja?

Michael rio a carcajadas e intentando quitar hierro al asunto cuchicheó sin imaginarse que dos pares de ojos les observaban.

—Me está enamorando ¿te parece poco?

Agarrados por los hombros entre confidencias se dirigieron hacia la puerta de la casa.

—¿Sabes, Michael? Haces bien arriesgándote. Pero recuerda, si te sale mal con Terry, estaré abierto a que te arriesgues a tener una relación más formal conmigo.

—Anda payaso, pasa y vete a dormir que no sé qué tienes en la cabeza —contestó entre risas.

Mientras los hombres hablaban sobre sentimientos, no sabían que dos pares de ojos inquietos desde el otro lado de la casa y escondidos en la oscuridad los observaban sin ser vistos.

—Cómo me gustaría saber de qué hablan —susurró Terry.

—Mira que eres cotilla —contestó Kate.

Terry miró a su hermana incrédula.

—¡Anda mi madre! ¿Me puedes explicar qué haces tú aquí a oscuras observando a Sam y a Michael, mientras que hablas bajito conmigo? —Kate sonrió—. ¿Será cotillear o quizá se llama curiosidad morbosa por ver lo que hacen los demás?

Divertida respondió.

—Anda… cállate histérica.

—¿Histérica yo? Oye bonita, te recuerdo que yo estaba en la cama tranquilamente durmiendo a pierna suelta, cuando tú has venido como una loca a decirme que ellos estaban en su casa sentados en el balancín charlando. ¿No te gustaría saber de qué hablan?

Al ver que subía el tono, Kate la miró y le reprochó.

—Terry, por favor, ¿quieres dejar de gritar? Vas a despertar a mamá y a las niñas.

—Repito ¿no te gustaría saber de qué hablan?

—Vale. Admito que me encantaría saberlo.

Con una sonrisa triunfal Terry cuchicheó.

—Ya sabía yo eso. ¿Qué hacen ahora? —susurró mirándoles—. Se tiran al suelo ¿por qué?

—A saber —rio Kate.

—Diosssssssss… Lo que daría por ser yo la que estuviera tirada en el suelo con Michael encima.

—¡Terry!

—Ni Terry ni nuggets. Michael me tiene loca. ¡No puedo dejar de pensar en él!

Kate miró a su hermana y cuchicheó divertida.

—Creo que me voy a empezar a compadecer de él.

—¡Compadecete de mí! —exigió muy seria—. Ese guaperas isleño, es el tío más sexy y morboso que me he echado a la cara. Cada vez que me hace el amor y me susurra cosas en el oído ¡Diosssssssssssssssssssss! Y ya no te cuento cuando…

—¡Basta! No quiero escuchar más.

—¡Hija qué estrecha! —se mofó Terry.

—No… no se trata de ser estrecha —balbuceó mirándola—. Se trata de que mi vida sexual es nula y no quiero escuchar algo que me haga morirrrrrrrrrr de frustración.

—Oye… ya mismo te regalo un Jeremías y se te solucionó el tema.

—¿Un Jeremías?

Acercándose a su hermana le dijo al oído.

—Mi amiga Nínive tiene un vibrador al que le ha bautizado como Jeremías y uff… dice que es lo mejor de lo mejor.

—Mira ¡es una opción!

—Ya te digo.

Ambas rieron en silencio y volvieron a dirigir sus miradas hacia los chicos. A Kate le encantaba observar a Sam. Ver como sonreía junto a su gran hermano Michael, era uno de los placeres que siempre le había gustado disfrutar. De pronto vio a su hermana reptar por el suelo.

—¿Dónde narices vas, Terry?

—No les veo —se quejó.

Se dirigió con sigilo hasta la puerta pero antes de abrirla Kate la detuvo.

—Como abras la puerta te mato, te degüello. Si lo haces se darán cuenta de que les hemos estado espiando como dos quinceañeras hormonadas y locas.

—Lo de quinceañeras hormonadas se nos queda corto, pero lo de locas lo clava.

Asomándose con cuidado por la rendija de la puerta semiabierta vieron cómo se levantaban del suelo.

—Cierra la puerta ¡que nos ven!

—Joder Kate ¡que me pillas un dedo! —y asomando la cabecita por la rendija farfulló—. Madre míaaaaaaaaaaaaaaaa… ¿pero tú ves lo que yo veo?

Kate se asomó junto a su hermana, observó a los hombres y, al entenderla, preguntó.

—¿Te refieres a lo atractivos que están?

—¿Atractivos? Dirás buenorros. Dios Kate… ¡qué abdominales tiene Michael!

—Y Sam.

—Y qué oblicuos más apetitosos. Me encantaría salir ahora mismo volver a tumbarle en la playa y pasarle la lengua por…

—¡Terry!

—Vale. En cuanto llegue a Nueva York te compro un Jeremías.

En ese instante los hombres miraron hacia la casa y Kate cerrando la rendija de golpe siseó.

—¡Que nos ven!

Dos segundos después decepcionadas vieron como entraban en su casa y Terry aún tirada en el suelo junto a su hermana masculló.

—Ea… se acabó el espectáculo. A la cama a soñar.

—Pues ahora no tengo sueño.

—Normal —se mofó Terry—. Tras la vista espectacular que esos dos pedazos de tíos nos han ofrecido, ¿quién se puede meter en la camita sola?

Sin levantarse del suelo ambas se miraron y comenzaron a reír. Aquello era surrealista. Las dos a oscuras, tiradas en el suelo boca arriba junto a la puerta de la casa.

—Me encanta vivir estos momentos contigo ¡son divertidísimos! —afirmó Kate.

—Y a mí me encanta verte sonreír.

Las dos se incorporaron y Terry cuchicheó:

—Venga, vámonos a la camita.

—Detrás de ti, tía Terry.

En ese instante las luces se encendieron y apareció Serena.

—¿Pero qué hacéis las dos en el suelo? —preguntó sorprendida.

Terry se levantó y contestó señalando a su hermana.

—Que sea la última vez que me dices que te acompañe a fumar un cigarro y encima de marihuana. —Y desapareció ante la cara de incredulidad de Serena.

—¿Estabais fumando marihuana?

—Mamá no le hagas caso —rio Kate y para desaparecer cuanto antes bostezó con descaro—. ¡Dios mío qué sueño tengo! Me voy a la cama.

Serena sonrió para sí. Había escuchado toda la conversación. Justo cuando regresaba a su habitación, Ollie apareció con cara de sueño.

—¿Qué pasa abuela?

—Nada hija —respondió Serena divertida—. Me apetecía fumar un cigarrillo.

La niña se restregó los ojos.

—¿Un cigarrillo? ¡¿Abuela pero si tú no fumas?!

—Algún día puede ser el primero —sonrió a su nieta encogiéndose de hombros—. Anda vamos a la cama. Es tarde.

Al llegar a sus habitaciones Ollie susurró.

—De verdad abuela, no sabía que fumaras.

Serena dio un beso a su nieta y metiéndose en la cama dijo:

—Ni yo tampoco.