Aquel mismo día, tras regresar del hospital y dar la enhorabuena a Sasha por ser tan valiente, mientras comían alrededor de la enorme mesa pensando cómo organizarse los siguientes días, Ollie les propuso a todos visitar Hawái.
—Escuchadme —apuntó Sam—. Si nos organizamos podremos ir a muchos sitios. Las islas son preciosas y estoy seguro que os gustarán.
Michael, sentado frente a Terry, sonrió mientras hacían piececitos bajo la mesa.
—Vamos a ver chicas. Puedo proponeros un buen recorrido por las islas —intervino.
—¿Qué nos propones? —preguntó Terry con picardía.
Quiso decirle que a ella le propondría mil cosas diferentes que al resto, pero conteniendo el impulso de levantarse y besarla, apoyó los brazos en la mesa y mirándola directamente a los ojos respondió con aire seductor.
—Playas de ensueño. Volcanes legendarios. Historias milenarias y ¡Hula!… mucho ritmo y ¡Hula!
—Pinta biennnnnnn —asintió atontada. Michael le encantaba.
Como si estuvieran solos Michael movió la cabeza y susurró:
—Tú pintas mejor.
Todos se miraron sorprendidos. El atolondramiento de aquellos dos rozaba el descaro. Desde que habían salido la noche anterior, no paraban de mirarse y sonreírse como tontos.
Kate, que observaba todo aquello consciente de donde se estaban metiendo, cruzó una mirada con Sam y ambos sonrieron. Aunque un pequeño pellizco de frustración le tocó el corazón. Su hermana comenzaba una bonita historia con alguien muy especial cuando ella la acababa de terminar. Pero estaba dispuesta a tomar el rumbo de su vida, y se sentía a gusto con la compañía, así que no se lo pensó más y decidió alargar su estancia.
—Es una idea interesante lo que nos propone Michael. Puede ser divertido visitar las islas y conocer sus culturas —dijo sorprendiendo a Sam.
Todos comenzaron a hablar entre sí y Kate se acercó un poco más a Sam.
—¿Te importa que me quede unos días más con vosotros? —preguntó:
Sam frunció el ceño y con la misma camaradería que habían tenido durante años, la cogió por la cintura y le dio un beso en el cuello.
—No digas tonterías —musitó—. Estoy encantado de que te quedes todo el tiempo que quieras.
Kate se quedó de piedra, no se lo esperaba. Sam al darse cuenta de lo que había hecho cerró los ojos y cuchicheó mientras observaba de reojo que Serena les miraba.
—Vale. Me he pasado. Perdona.
—No pasa nada —susurró acalorada—. Lo entiendo. A mí en ocasiones me cuesta no hacer ciertas cosas.
—Pues hazlas.
—Sam, ¡no! —susurró mirándole ruborizada.
Serena que les observaba desde el otro lado de la mesa, al ver a su hija fruncir el ceño trató de llamar su atención.
—Vamos Michael… cuéntanos. Todos te escuchamos.
Saliendo de su ensueño particular en lo que a Terry se refería tomó aire y expuso:
—Podemos ir un par de días a Hawái. Cogemos un vuelo directo y nos plantamos allí en poco tiempo. Luego podemos visitar Maui y Kauai. Los vuelos son muy cortos entre islas y…
—Pero, muchachote, ¿qué es para ti un vuelo corto? Odio los aviones —exclamó Serena.
Echándose su melena oscura hacia atrás, Michael sonrió.
—Para que te hagas una idea desde Oahu, a Maui, el vuelo dura solo veinte minutos.
—Oh, ¡qué bien! —asintió la mujer.
—¡Genial! Vayámonos de excursión unos días —aplaudió Cat.
Sam y Kate volvieron a mirarse. A ambos les preocupaba la fisura en la costilla, pero Sam dispuesto a darle todos los caprichos, aclaró mirando a su hija.
—Lo de la excursión me parece una estupenda opción. Pero primero vamos a esperar tu próxima visita al médico y cuando este nos diga que puedes viajar, lo planeamos. ¿Qué os parece?
—Estupendo —suspiró Terry.
—Maravilloso —asintió Michael.
—Una excelente idea —respondió Serena mirando a aquellos dos con gesto de felicidad.
Tras aquello, todos siguieron con la comida entre risas y planes mientras Kate, acalorada, sentía aún los labios de Sam en su cuello.